ARIAN CASTRO (Uruguay, 1971) Formación docente y universitaria en Derecho y Ciencias Sociales. Tallerista en grupos de Profesores Gricel Milesi, María Stella Olivera Prietto, Martín Lasalt, Julieta Marchant. Premios y menciones nacionales-latinoamericanos en Narrativa y Poesía. Publicaciones en Antologías varias.
NÓMADA
Nada tengo en disfavor
de lo consensuado como real
excepto
la mezquina coacción
de contemplar
sin poesía
esa pincelada rápida
disuasoria
de fugitivos pigmentos
ramificándose improvisadamente
en la piel del agua diaria
esa nube de humo, opio o sueño
en radiales gradientes
porfiada y breve trayectoria
de coagulaciones sutiles
cristalizándose con impulso,
tanto esmero
hacia el cenit
de la nada
un llegar e irse
entre la noche y la luz,
el parpadear de un haiku
latidos
sorbos
respiraciones
roces
voces
con la única y trémula
herramienta para horadar el vacío,
la palabra,
gotas de ingenuos signos de tinta
dejando su vestigio,
en torpe acrobacia
con ansias de perennidad
ante la innegociable gracia transitoria
de un sino
insignificante
diminuto corral,
embretado espacio entre el paréntesis de dos signos de pregunta, la vida
reminiscencia ingrávida, incontestable, y tan real
como lo consensuado como real, aunque se niegue:
la potestad de experimentar ser efímera fuga de grados de sombra y luz
que se inyectan,
encandecen,
ciegan
y pasan.
EL NOMBRE DE LAS COSAS
Digo tu nombre y un fósforo
se enciende en la oscuridad
Digo oscuridad
y sólo son fósforos
quemados inútilmente
en tu ausencia
Digo ausencia
que al no estar
ha estado
más presente que nunca
Digo nunca
y la palabra arde en la boca
como si tragara
un fósforo en llamas,
fuego o eco fatuo
llamando,
amando en una llama
que impronunciable en la garganta
se ahoga,
disolviéndose en la penumbra de las cosas
que no son cosas
ni tienen nombre,
pero existen
por insistente fricción
de palabra contra palabra.
CONSTELACION
Yo soy la que ignoro
La que frente a los espejos se interroga
y una estampida de ancestros
le sube de las entrañas a responder
La que encaramada sobre sus hombros va
en sus mis nuestros huesos
y en el enjambre de células
que sobre ellos se yerguen
con la edad de su heredad y de su sed
La que los oye, provoca o censura
y la que les huye soy
racimo, cardumen errante de perplejas criaturas
disputándose el asimétrico territorio de mi rostro
La que amparados en la caverna de mis ojos los descubre
en mis gestos
en la flecha de fuego del arco de la ira
en los requerimientos de mi hambre
en la alquímica danza involuntaria de los dedos
al crear, bendecir y moler
Soy el ímpetu de la sangre que no me pertenece
la gota de sudor y de lágrima que lucha y padece
a mi través
Los que dictan, los que escriben, los susurrantes
Las que pujan y lo pujado
La nube espesa de pasiones y postergados sueños
que desde ignoto origen y cansino recorrido
llega
a llover
sobre mí
Soy los que somos, desde siempre
El último, el penúltimo
todas las que se anticipan
los que sin saberlo esperan
La de turno al frente de la fila
y también
los que no quieren ser empujados
o les es negado volver
La constelación apátrida
multitud que se mira
la legión de huérfanos repitiéndose desde lejos
como un eco mudo en un laberinto
de pellejos,
úteros
y sismos
Yo soy sus numerosas y atiborradas soledades,
los nuestros muchos atávicos e inconfesados silencios
que ensayando huidas
y escarbando miedos
-desde dentro y lo profundo-
se amotinan
para inmolarse en mi grito
puñados de versos
o una ruidosa carcajada
de libertad.