Permanecer bajo la misma sombra.
Sobre Niebla huérfana, de Daniel B. Montenegro
Ezequiel Carlos Campos
La poesía es un álbum de evocaciones, en el que el poeta transmite sus memorias y vivencias, los acontecimientos importantes en el transcurso de su vida. Aquello que no entra en el poema es una niebla huérfana que deambula de recuerdo en recuerdo. Así, el paso del tiempo se escribe como una nota importante en el calendario de la historia personal. El poeta intenta recuperar de la bruma lo perdido. La memoria no es perfecta, por eso existe la poesía.
En Niebla huérfana (Ediciones Exilio, 2023), Daniel B. Montenegro (Colombia, 1990) recrea vivencias de infancia cuyos significados el lector podrá identificarlas de manera empática, no importa el lugar en el que lea este libro, sentirá cordialidad por las imágenes del poeta; aquí aparecen las amistades de niños, el futbol, el miedo a crecer, la violencia que, como niebla peligrosa, acecha las calles de la memoria. Incluso una empatía hacia quien escribe, ya que leer este libro es como escuchar la voz de un amigo contándonos sus alegrías, dolencias y fobias: “Por eso prefiero ahogarme en mi autofobia / y entregarme a mi propio cuerpo vacío / para no culpar a nadie más de mi amargura”.
También encontramos cuadros de una familia: una niña pintora que, con sus obras, reconoce y confirma a los demás; la mano dura de un padre que crea angustias y la figura de una madre cansada por los años; aparecen hermanos con sus aptitudes, así como sobrinos con la indiferencia generacional hacia los gustos personales. El poeta se imagina como un viajero en medio de un mar, navegando en solitario ante las figuras de toda una familia, naufragando en medio de los recuerdos, del futuro cercano; es ahí donde entra la poesía, una búsqueda para dejar el destierro en el mundo de quien escribe: “Me han dicho que todo cambia / pero yo permanezco bajo la misma sombra”.
Daniel B. Montenegro reflexiona sobre el cuerpo: “Nuestro cuerpo es un silencio y una herida incesante / que fluye incómoda hasta que se evapora”. Como entes poéticos, nosotros nos evaporamos creando la niebla de este libro, como fantasmas del recuerdo, como cuerpos de humo que invisibilizamos el camino de otros, “Aunque terminemos siendo / un humo asfixiante con acción retardada”. Estos poemas nos muestran cómo los reinicios en la vida son importantes para despejar el aire que respiramos, además de la importancia que recae en escribir sobre nosotros o lo demás, como una escritura sanadora de las heridas que dejan los recuerdos. Todo esto, también, porque dentro de esta niela encontramos distintas autobiografías, porque la poesía sirve de la misma manera como auto-reflejo, auto-análisis de nuestra posición en el mundo, permaneciendo bajo la misma sombra.
Daniel B. Montenegro, Niebla huérfana, Ediciones Exilio, Colombia, 2023, 77pp.
Cuatro poemas de Niebla huérfana
Fin del amor
Y si el amor es el final.
Acabará con las ilusiones
de los niños en los jardines.
Fulminará los deseos de los adolescentes
adictos a las pantallas.
Dejará sin dinero a los multimillonarios
que invertirán sus restos en la ruleta rusa.
Los abuelos recordarán la mortalidad
inalcanzable de sus nietos.
Los anhelos se esfumarán con un olor putrefacto
inundando la rutina.
El amor es como el fin del mundo escandinavo:
solo algunas víctimas sobreviven
pero esperarán a que vuelva a empezar el horror
para entregarse nuevamente
a la ensoñación de la batalla.
Poiesis nematomorpha
La poesía termina siendo un espejismo
entre aridez y exuberancia,
entre insultos y alabanzas,
un bestiario irreal y concreto
entre las palabras de a pie y las academias en desuso
que se sumergen en nichos cotidianos.
No se sabe hacia dónde decanta este animal
agonizante,
siempre está a la espera de contagiar a alguien,
busca dar una punzada con una de las agujas
que coronan sus pústulas.
Sabe que está muerta, aun así, mueve sus extremidades
y recrea un palacio ambulante para cobijar a sus peregrinos
que no se dan cuenta de las mutaciones en su cuerpo
ni del veneno que ha quedado en su cerebro para siempre
Carnes Hobbes
Nos han obligado a ordeñar nuestras lágrimas,
a usar nuestro cuerpo como material de construcción.
Por política internacional hemos dejado de ser humanos.
Todo lo que nos queda y lo que fue se ha agotado.
Todo lo que hace el mundo es por el bien de todos.
Sin conectividad o producción no existimos.
Llegará el día en que empaqueten corazones
o cerebros al vacío, serán una cena corriente,
de esas que se dejan en el lavaplatos descongelándose.
Mido mi peso y he bajado algunos kilos,
ya no valdré lo mismo en una subasta,
como si alguien se preocupara en comprar mis carnes
flácidas y mis pieles gruesas.
Ya no habrá comida en los supermercados,
solo productos reutilizables a base de plástico
o cartón con sabor a pollo
más costosos que un ojo de la cara o los dos.
No seremos comida para gusanos
seremos comida para nosotros mismos.
El sueño utópico de un filósofo del siglo XVII
que jamás pensó en que sus palabras
pudieran materializarse impersonalmente
en un negocio rentable,
e incluso que en su nombre
tuviéramos una marca de embutidos.
Soledad universal
Estás en el vacío,
en ese espacio que ocupa el silencio
entre las neuronas y lo que han llamado Dios.
Estás rodeado de ínfimas probabilidades
de cobijarte en el espacio y dejar rienda
suelta a la experiencia vital.
Todo le pertenece a lo que no se nombra.
Lo que no existe hace parte del recuerdo
de la creación.
Estás en esa memoria, y te repites, repites, repites
todas las veces que sea necesario
para darte cuenta de la crueldad de la materia
y el asombro de la energía que se consume, y se vuelve
un solo punto en el que naces y mueres constantemente.
Te entregas a la nada con súplicas inaudibles
salvo por el espacio vacío de los átomos y las semillas
que sostienen tu cuerpo desorbitado a punto de colisionar.
Te vuelves partículas elementales que flotan sin rumbo
ante el mar eterno de polvo estelar y cúmulos que han sido
nombrados algunas veces por seres orgánicos, que dan
algún tipo de orden a todo lo que acontece en su realidad.
Muriendo desolados, en el frío estelar del universo
que reposa en el infinito roce de dos cuerpos
aleatorios condenados a la existencia.
Sobre los autores:
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Ezequiel Carlos Campos (Fresnillo, Zacatecas, 1994). Ha publicado en distintos medios impresos y virtuales de México, Colombia, Ecuador, El Salvador, Chile, Argentina, Venezuela, Perú, España y Francia. Dirige la revista virtual El Guardatextos (www.elguardatextos.com). Es autor de los poemarios El beso aquel de la memoria, El Infierno no tiene demonios, El instante es perpetuo, Crónica del desagüe y Exilium. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, italiano y otomí. Premio Estatal de la Juventud 2019 en la categoría de Talento Joven/Literatura.
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Daniel B. Montenegro (Colombia, 1990). Es psicólogo social, investigador, conferencista y docente universitario. Ha publicado los libros de poesía Tríptico árido (2020), Furia episódica (2022) y Niebla huérfana (2023). Algunas de sus poemas han sido traducidos al nasa yuwe, italiano, portugués, inglés, francés y rumano. Ha dirigido talleres de escritura creativa y comunitaria en Colombia y México y sus relatos han sido incluidos en las antologías Águilas y moscas: selección de cuentos (2020), Cuentos atómicos: antología iberoamericana reciente (2021) y Antología de microrrelatos esotéricos (2023). Asimismo, muestras de su trabajo narrativo y poético han aparecido de manera dispersa en publicaciones nacionales e internacionales.
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