ANÍBAL FERNANDO BONILLA (Otavalo, Ecuador, 1976). Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana, y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR). Licenciado en Comunicación Social. Ha publicado, entre otros, los poemarios Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del barro (2018), Íntimos fragmentos (2019), y la recopilación de artículos de opinión en Tesitura inacabada (2022). Finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2018, y del III Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros 2023. Columnista de diario El Telégrafo entre 2010 y 2016. Articulista de El Mercurio de Cuenca, desde el 2022, y colaborador en varias revistas digitales. Participante seleccionado en el Taller de Poesía Ciudad de Bogotá Los Impresentables (2022 y 2023). Ha sido invitado a eventos de carácter literario, cultural y político en España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia, como el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca (2012), el XIII Encuentro Internacional “Poetas y Narradores De las Dos Orillas” en Punta del Este (2014), el VI Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe en La Habana (2016), el III Encuentro Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos en Santa Cruz de la Sierra (2016), o el XI Festival Iberoamericano de Poesía en Fusagasugá (2023).
Canto sagrado
Felonía que rompe corazones,
devoción del gozo oculto.
Intensidad del río en los adioses
tinta derramada hacia la nada.
Reminiscencia de los años mozos
como lenta espera del ocaso.
El paseo del domingo
en la impotencia acumulada de lluvia.
Juegos iniciales como estirpe andante
en el vuelo sin tiempo,
quebranto por la ilusión fallida.
Pasión de sábanas ante el cúmulo del insomnio
y el fragor de la batalla entre dos serpientes.
Sensación perturbadora que deviene del olvido.
Escote para los ojos esclavos,
cuello atado al cántaro del siguiente día,
olor de bienaventuranza.
Son los sueños cuya bitácora alerta el diluvio.
Condena que nos deja este clamor poético.
El fruto de otra larga noche
La apuesta diaria desde el génesis,
sombra en el umbral como cicatriz de lo desconocido.
Acertijo de las cosas insondables,
conjuro de vida expuesto de cuerpo entero;
orfebrería en plena aurora.
El poema como mortaja del mundo
en la cadencia del tiempo.
Los colibríes, huéspedes de honor en el amanecer fulgurante;
revelación en el escenario de la incertidumbre.
Apremio por los códigos marchitos,
desnudez del miedo que moja la pólvora,
fatiga en el reino ante el desprecio del soberano.
Anuncio de lo sagrado en el borde de lo efímero,
alusión de las aristas que queman las hendiduras del alma,
alucinación como recoveco que envuelve a la muerte.
El poema en el hermético palpitar peregrino,
huella y caricia en el corazón con armadura de celofán,
sonido de viejos acordes que retumban en la memoria de los otros,
angustia que decanta su propia sombra,
luz y senda que despierta el apetito de la luna voraz.
Poema I
La palabra desnuda
-entretejida de miedos y soles-
en el abismo.
Puertas que se abren
y albergan
la inclemencia y el hastío.
Signos de interrogación
en el fondo del cautiverio.
Mano extendida en ojos gitanos
tras el laberinto y la esperanza.
La otredad en los espejos
sueños detenidos
en el umbral del mar,
aproximación del vacío
en los ojos diminutos de la noche.
La inclemencia a borbotones,
lontananza
y preludio de otro ocaso,
miradas retenidas en los escondrijos y las dudas.
Gota esparcida en el pavimento;
sensación de calma al final del túnel.
De Tránsito y fulgor del barro, Aníbal Fernando Bonilla, El Ángel Editor, Quito, 2018.
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