208. Año 10 | 1.ª Ed. Quincenal Oct. 2025 | ANGELO CHACÓN SEQUEIRA – El adiós de Stefan Zweig

ANGELO CHACÓN SEQUEIRA (Costa Rica) es actualmente profesor en formación de Literatura y Castellano en la Universidad de Costa Rica, escritor y lector apasionado de la literatura clásica y sus vertientes más oscuras. Su obra está influenciada por el simbolismo francés, el romanticismo gótico, el modernismo y la literatura fantástica. Su escritura explora la muerte en sus múltiples facetas, la metafísica, la subversión y el subconsciente.

 

 

El adiós de Stefan Zweig

 

Y una voz dijo:
«date a la muerte, Stefan:
viene la infamia,
ver el sufrir de la raza milenaria
no te hará más virtuoso».

 

Y marchan…, marchan…, marchan…, marchan…,

 

a través de Europa
con sus trajes
de cuero negro,
banderas y esvásticas.

 

Y marchan…, marchan…, marchan…, marchan…,

 

primero a Polonia,
ora a la tierra álgida y roja.
Alígeras bestias maquinales
se baten en el cielo.

 

Y matan…, matan…, matan…, matan…

 

El oriente se acerca:
han fulminado los puertos.
Demonios explosivos caen lucíferos.
—El linaje espiritual de Abraham ha de ser exterminado.

 

Y matan…, matan…, matan…, matan…

 

Los zapatos,
las prendas,
los cuadros se amontonan.
Los trenes braman repletos de almas.

 

Y marchan…, marchan…, marchan…, marchan…

 

Cenizas opacan el firmamento.
Fragores, cánticos marciales
resuenan resignados;
los hijos de Dios en la guerra se masacran.

 

Y marchan…, marchan…, marchan…, marchan…

 

Se extienden por el orbe
devastando el devenir.
Heraldos de la muerte,
cegadores sin temor.

 

«Escribe cuatro cartas, Stefan;
despídete de tus camaradas;
goza la apreciada libertad que hoy posees.
Has vivido augusto,

eres parte del mundo.

 

Comparte tu libertad; mira a tu mujer.
Beban, dejen los frascos en la mesilla de noche.
Recuéstense en el suave lecho. Último lecho.
Dense un abrazo. Un último abrazo.
Hay felicidad en elegir el óbito.»

 

Y marchan…, marchan…, marchan…, marchan…,

 

gozosas, dos almas al lugar eterno.

 

Para…

 

No estás ya: tú, que venturosamente

fuiste mi amiga y no mi amante.

¿Alguna vez imaginamos, acaso,

el estrecho abrazo que nuestros espíritus

se darían entre occidentes arrebolados

y lunas menguantes? ¿Qué ha sido

de aquellas conversaciones librescas:

de Poe; de la guerra; del ideal,

de la pasión; de la vida soñada

que, con inadvertido pesimismo,

sentenciamos: «jamás será»?

Los dedos que pasaron, embelesados,

a través de tu sinuoso y angelical cabello,

desencadenando sonrisas

y un goce en los corazones,

hoy perpetúan memorias, soledades,

nostalgias y resignaciones;

hoy escriben este verso.

Y aunque aquellas miradas

—de antiguos cómplices—

fulgen al encontrarse de nuevo,

y aunque aquellos verbos

—íntimos, en algún tiempo—

resuenan en los oídos del otro,

algo se ha perdido en el mar

de lo pretérito: ese mar de sueños.

Y en esa amistad, ora grisácea,

ora penosa, ora apreciada,

ora amada, nos alejamos

mientras nos hallamos

a una caricia de distancia;

y tu voz me llama, con animosidad,

«querido» (en el visible tedio

de nuestro nuevo trato),

y mi voz —sombría, angustiada, impotente—

es incapaz de pronunciar un

«te quiero».

 

[Aflige perder a una amiga

más que a un amante.]

 

Espíritus fraternales

 

¡Espejos, espejos del alma!

¿Quiénes sois? En vosotros

he visto la lágrima crepuscular

del recuerdo de los días pretéritos,

y el terror de lo que será mañana:

¡la eternidad y el olvido!

 

¡Espejos, espejos del alma!

¿Por qué reflejáis mi llanto

(consecuencia de la muerte)

si ellas aún viven y leen esto?

 

Oh, fraternales soberanas de mi espíritu,

el ensueño alado trajo la noticia:

¿Podré acaso vivir después

de vuestras muertes, o seré igualmente

miserable y haré sufrir vuestras almas

cuando mi carne sea gloria del polvo?

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *