AUGUSTO RUBIO ACOSTA – EPIFANÍA


Presentamos tres poemas del autor chimbotano Augusto Rubio Acosta, escritor, gestor cultural y comunicador social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los libros de poesía Inventario de iras y sueños [2005], Mi camisa de comando [2007] y Poquita fe [2010]; las plaquetas Poemas de los días en que hablaba con el mar [2014] y El arte de remontar la zozobra [2018]; los volúmenes de narrativa Avenida indiferencia [2005], Mundo cachina 2007 y 2013], ¡Habla, San Pedrito! [2011 y 2019] y Fraga (2015), su primera novela. Premio Nacional de Periodismo 2008 (Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional y Consejo de la Prensa Peruana), Premio Nacional de Periodismo 2007 (Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social). El autor fue director del Diario La Industria de Chiclayo [2011-2013], coordinador general de la Feria Internacional del Libro de Trujillo [2016-2018, integró el comité del Fondo Editorial Municipal de esa ciudad y fue director de la Biblioteca Municipal de Trujillo [2016-2018]. El año 2019, Rubio fue coordinador general de la XII Feria del Libro de Nuevo Chimbote.
 
El rasgo medular de la poesía de Augusto Rubio, cuyos versos se aproximan al coloquialismo del puerto, es su capacidad para contarnos su historia y conmover. Al leerlo resulta imposible no recordar las palabras del poeta Octavio Paz «La verdadera biografía de un poeta no está en los sucesos de su vida sino en sus poemas». Su poesía es, pues, fiel reflejo de su vida.
 
 
 
EPIFANÍA
 
Hay una calle que extraño
de tráfico azulado carretillas y buitres en el alba
de gente enferma tamales verdes e interjecciones
de asaltos anticuchos y basurales sin nombre
es una calle sin abadía de nombre precolombino
de escabeches tramos oscuros y sustancias psicotrópicas
de solares griteríos y cucarachas
de epifanías fumaderos y digresiones
 
Es una calle que extraño caminar sin duda
tierra de hombres salvajes
y perros taquicárdicos sin dueño
un continente invisible
sin país y sin lengua
cuyo exceso de coraje condensó
en el habla y la alegría de sus gentes
la caótica pero bella
la ennegrecida pero neblinosa
forma de ser y existir
 
De la costa siciliana a mi desván
hay una calle que nunca imaginé pisar
de oscuros cines y desequilibrados amaneceres
de cigarrillos y pórticos olvidados
donde cualquier ruido es extraño
donde el murmullo de los borrachos y el zumbido de las moscas
se transfiguran en imágenes mientras avanzan mis pasos
y la pálida piel de mi existencia
se detiene ante la puerta de un océano
que contiene mi dolor mi honestidad
tu mirada irlandesa y la distancia
mi noche más clara y serena
 
Hay una calle testigo de mis sueños mi muerte y mis palabras
en las madrugadas mohosas en que estalla mi cerebro
en ella la realidad se curva
                                               reincide
convulsiona mi teclado la vida
                                                     tu recuerdo
hay tanta soledad.
 
 
LOVESONG


Yo tenía cuarenta y tres cuando me asomaba 
al mar de Huanchaco
                                    a ver la muerte del sol
a veces me dormía de cansancio en la Biblioteca
                                          hasta la hora de cierre
almorzaba lo que sea en una fonda del parque Cusco
                                                     y nunca desayunaba
en las noches le echaba una copa
en el café de Independencia que se llevó el río
intentando entender lo que ocurría en el mundo
                                                            para tomar buenas decisiones
el mar nunca me abrazaba por entonces
como tampoco a los que nada sueñan
el viejo muelle era un llamado insistente cada noche
a la contemplación infinita

Me asomaba al océano como los ciegos
pálidos de tantos colores
mis ideas nebulosas
                                (efímeras y erróneas)
agonizaban siempre en los papeles del escritorio
en la ruta silenciosa de la historia humana
en el azar y en la palabra perdida
en la vida de cada palabra
en la palabra de cada existencia

Yo tenía cuarenta y tres
cuando una barca se amarró a las bases
que sostienen el muelle a su lecho acuático
la edad de los pueblos tristes
                                                 sin bandera y sin himno
los años imposibles de quien escribe cartas en el desierto
y empieza a conocer las propiedades analgésicas y astringentes
                                                             de las raíces
de los arbustos silvestres provenientes de los bosques lluviosos
tenía la edad de quien no sabe para qué o cuándo
el tiempo hace marcas sobre uno
aniquilando la visión intemporal de la nostalgia
y permitiendo el florecer de los helechos después de las tormentas
tenía los años los modos de pensar
                                                      las prácticas culturales y sociales
de quienes interpretan las sociedades prehispánicas
mascando un chicle globo y reventándolo con  el alma
con que los niños y las niñas desobedientes
entienden la belleza y la más radical pluralidad
tenía cuarenta y tres y me asomaba al mar de Huanchaco
Las Delicias Puerto Morín o La Bocana
porque total: el sol y mis nebulosas ideas ya no importaban
habías llegado Azucena con tus rosas
para hacerme entender que en esta región de la vida
se acurruca la palabra se encienden los candiles
se escucha tu música y nos habita la alegría
de una vida de utopías rebeldía y entrega.  
 
PUERTO MALABRIGO
 
Soy el hombre que ingresa al mar
de madrugada 
para enfrentarse a las corrientes
a los cangrejos y a la lluvia
al viento helado de los amaneceres
mientras todos duermen o beben
mientras la esfera estrellada de los cielos
se deshace en el atuendo festivo
y en las flores amarillas de las desgracias
 
Soy el hombre que ingresa en la bruma 
y en la pólvora de su espanto
el que sufre para pescar tramboyos y resfriados
como todos para sus adentros
para su ola izquierda en marea baja
para el ser que ya no soy
para el autor que nadie lee ni consulta
porque hay cosas más importantes
 
Soy el hombre que partiéndose de pronto
se hunde en la vorágine
y en los temblores del océano
el que recuerda cuando peinaba a sus pequeños hijos
perdiéndose a veces en la enredadera de sus honduras
en las noches felices
en los amaneceres de uvas y panderetas
de cohetones y refugios coloridos
para dormir bajo la luna
 
Soy el hombre que se marchita
entre folios y periódicos
que hablan de la guerra interna
de la crisis política
y de que no hay que comer cada día
a veces cuando empuño mis años
cuando fundo mis armas en palabras
me pongo de pie para leer frente al sol
que todo el tiempo intentó destruirme
y no pudo
que toda la vida me preguntó
qué es de mi vida de papel y de cielos
qué es del alba de la orilla
del color y de la sombra
 
Soy el hombre que sale del mar de Malabrigo
para cantar y bailar en las arenas.
 

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