El poeta español Samir Delgado nos presenta este hondo acercamiento a la obra poética de Margarito Cuéllar, ganador del XL Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, y reconocido recientemente con el Premio Internacional de Poesía Golden Magnolia, en vísperas de los cuarenta años de escritura del poeta mexicano.
“El poeta arroja los dados” Espacio, tiempo y lenguaje: la poesía como totalidad de la vida en la obra de Margarito Cuéllar
La obra poética del mexicano Margarito Cuéllar representa un paradigma en el panorama hispánico de la literatura contemporánea. La evolución de una carrera literaria se mide por diferentes factores de consideración, desde la coherencia de la voz poética, al impacto social de su bibliografía, además de la recepción enriquecedora de la crítica literaria, ya sea desde la academia universitaria o en el espacio común de las revistas especializadas en literatura. La poesía de Margarito Cuéllar atesora los factores necesarios para considerarse en su conjunto, tras 40 años de escritura a sus espaldas, una obra mayor de su generación y la voz poética del panorama literario mexicano de mayor frescura y radicalidad.
La obtención del XL Premio Hispanoamericano de Poesía “Juan Ramón Jiménez” en España, pone de manifiesto la rotundidad fabuladora de su voz literaria, capaz de internacionalizar el aura exultante de la mexicanidad poética y postularse como uno de los escritores en lengua española del presente. La presencia de una voz poética en la cartografía de la cultura contemporánea global contiene un valor de capital importancia para los propios países de procedencia de los autores, más aún cuando la virtualidad de las nuevas tecnologías y el consumismo masivo han puesto en crisis permanente el mundo de los libros y la vida cultural en Occidente. La existencia del poeta, la posibilidad del encuentro de otras imágenes distintas a las de la pantalla y el simulacro, hace de la constelación de la escritura un hábitat esencial de lo humano y un espacio de resistencia para las esperanzas de un mundo mejor. La obra poética de Margarito Cuéllar es un aldabonazo a la posibilidad de nuevos renacimientos en la órbita de las poéticas de la diferencia y de la diversidad, sus libros baten la espuma de los mares frente al silencio de la sociedad del espectáculo.
El papel del poeta en nuestros días sigue siendo una cuestión de sobrevivencia para los valores del humanismo. No era otro el deseo de muchos autores, de épocas remotas y recientes, la aspiración de permanecer en el tiempo desde la palabra escrita y a través de un compromiso vital con la existencia humana, el Premio Nobel griego, Odysseas Elytis, lo resumió en la idea del “esperma negro”, la escritura y la imaginación como catalizadores de las culturas y de las naciones. En la obra del mexicano late justamente la conciencia de una polifonía de rostros y lugares que hacen de su imaginario una expresión cabal de la riqueza y de la cultura de México.
El autor Margarito Cuéllar posee el don de la ubicuidad, su mirada alterna un mosaico de vertebraciones cosmovisionales que van desde los episodios familiares al caudal infinito de lugares de su biografía sentimental. La poesía aterriza y vuelve a levantar vuelo en cada uno de sus libros, materializando un corpus mitoliterario que atraviesa el mapamundi de su tiempo con la velocidad de un bólido. El poeta asume su pertenencia a un espacio literario que es la mexicanidad, el Nuevo Mundo que en el espejo roto de la historia llega a su mayoría de edad y confiere a la lengua española un color y una profundidad distinta, asumiendo un tiempo propio que se vive desde la poesía con el rigor de lo absoluto posible.
Desde la publicación en 1982 del libro “Que el mar abra sus puertas para que entren los pájaros”, hasta “Las edades felices” (Hiperión, 2013), la voz poética de Margarito Cuéllar reconstruye el horizonte de su pertenencia a una sociedad como la mexicana repleta de contradicciones -esplendor y decadencia- en un vínculo biográfico que resulta a todas luces el mejor caldo de cultivo para su proyección futura. El autor ha mantenido durante su carrera literaria una activa vinculación a su entorno cultural, desde la docencia a la dirección de proyectos nacionales, desde su pertenencia al Sistema Nacional de Creadores en México, la vida literaria de Margarito Cuéllar evidencia el desarrollo íntegro de un oficio y de una vocación, la literatura.
Cada libro publicado por Margarito Cuéllar ha supuesto una donación de sentido y un pulso a la vida que el mexicano ha asumido como un desafío generacional. Ante la mudez y el estrépito, frente a la dolencia y el amargor de la vida social de un México en deuda con su propio destino, la catarsis de lo poético que se detona en su obra literaria sintetiza la voluntad de vivir y el apego sideral de la escritura a la fascinación por los alrededores de cada vida vivida, un valor incuestionable del poeta a lo largo de la historia.
Así se desprende de la afirmación a comienzos del siglo pasado del escritor vienés Hugo von Hoffmannsthal, para quien la totalidad del arte se ha desvanecido y en la imagen del poeta, del “hombre con un libro en la mano”, palpita la posibilidad de la reconciliación ante las pérdidas inconmensurables de una civilización abocada al fracaso, a la desmemoria y al sinsentido, donde el lenguaje parecía llegar a su límite para condensar las sensaciones y los sentimientos del poeta, la tecnociencia y el poder mediático acabarían por desencantar la celebración de la vida y la posibilidad de cumplirse los propósitos liberadoras de la cultura en la modernidad poética de los cuatros puntos cardinales.
Igual que como se arrojan los dados para tentar al azar, los poemas del escritor mexicano evocan y transgreden, irradian el tiempo y el espacio de su génesis escritural con una naturalidad espontánea, rica en evocaciones de la propia tradición poética, la cita de referencias constantes a otros poetas y a otras épocas evidencia la condición transfronteriza de su denominación de origen. En el título exponente del meridiano de su trayectoria creativa en la década de los 90, se destacan enseguida los relumbres de su patente poética: “Tambores para empezar la fiesta”, la poesía desde entonces es un éxtasis a compartir, pan y vino que se multiplica como los peces bíblicos, y se hace milagro eternizando la experiencia del mundo del poeta: desde el verano en el Valle de Santa Catarina a un fin de semana en Nacataz, de los poemas para protegerse del sol a los que donde nunca es de noche, en el cubo de hielo expuesto al sol y en la propia poesía concebida y nombrada por Margarito Cuéllar por los siglos de los siglos “rimbaudveloz, apollinagua, mallarluz”, la poesía “oficiante, ritual. Vaca echada como pasto a los dioses” (Verbum, en Cuaderno para celebrar, 2000)
Hay en el planeta habitable de la memoria y el sentir cosmopolita de Margarito Cuéllar un vagón de tren en marcha, el mosaico infinito de pervivencias y de eclipses que se traducen en su mirada hacia el circo y el bestiario, a las calles de abril, a los testamentos y las vigilias, los diarios de viaje y los reportes de noticiario, a los recuerdos y al arte amatoria, a las naturalezas muertas y a la música, a la belleza deseada que palpita entre los bombillos de colores que alumbran la fiesta de cada una de sus páginas. La suya es una subjetividad autorreferencial que no se atribula en la angustia pequeñoburguesa de la temporalidad finita y la muerte de Dios, todo lo contrario. La voz poética pluraliza el magma de lo vivido y puede hacerse ciclón, rigor mortis o amanecer, depurando al límite la evocación intrínseca del decir y volviendo del revés las ropas de la materia. Todo se puede tocar en la poesía de Margarito Cuéllar, en tiempos de Internet y de satélites interestelares, los poemas vuelven a ser arma cargada de futuro, arrojadiza y de defensa personal.
La poesía de Margarito Cuéllar es vida en curso, biografía, testimonio de lo que existe y debe ser contado, una mirada que declama ternura y expectación, sombra de tinta que destella toda la luz del mundo y se hace vino para el invitado a la eternidad de la lectura, tal vez la única posible. La poesía constituye una invitación al diálogo transversal y al conocimiento del mundo, a la experiencia del estar vivo como un latido democratizante de la mirada del poeta. Como se advierte en el libro del autor mexicano Alberto Blanco, titulado “La poesía y el presente” (CONACULTA, 2013) el tiempo y el espacio constituyen las condiciones necesarias para la eclosión del poema.
Y en estos momentos de irreversibilidad, con el derretimiento de los polos y la inexorable marcha de la humanidad hacia la era espacial y robótica, los poemas reconstruyen la atmósfera de lo real y devienen condición de posibilidad para la experiencia, en un giro insospechado del lenguaje para devolvernos a la humanidad, a lo tangible y diminuto, como en los poemas de Margarito Cuéllar del mirador o del muelle, de los abismos luminosos y los hoteles de la vida, de los peces que brillan ebrios de dolor bajo una luz azul. En su voz poética hay una crítica contenida al orden dominante, con una mezcla de ironía y compromiso social, de fabulación lirica, la poesía del mexicano parece una enciclopedia de los sueños y de las catacumbas, de los relojes y los espejos, de las vidas idas y por venir.
La poesía puede entenderse como manifestación esencial del ser humano, voz y eco, el patrimonio de una humanidad que se enfrenta a la incertidumbre de la conservación del planeta, en su biodiversidad y en el sentido de lugar de arraigo y perpetuación de la especie. La reflexión sobre el hecho poético como proceso de conocimiento y de vivencia transferible se hace notoria en los libros de Margarito Cuéllar, el poeta se asoma frente al mar, escribe “porque sí, porque no, porque quién sabe” (Sobre el oficio, en La poesía se compone de piedras y gusanos, 1986), hay una sombra permanente de los abuelos, de las amantes, de los amigos, de los conciudadanos que pueblan la memoria, el espacio y el tiempo errabundo del poema que se hace poma de jabón y explota al toque de los dedos que la buscan.
Así, la literatura de Margarito Cuéllar se distancia del cerco meditativo de otras poéticas de nuestro nuevo siglo, hace de la experiencia un motor de imágenes para la recreación y el asombro, no para privatizar la experiencia de la escritura, que es un mal patológico de los individualismos posmodernos y de los excesos de la saturación publicitaria del ámbito público donde el lenguaje, la comunicación y la verdad pública se configuran en función de la utilidad instrumental y de su valor traducible en monetización de la vida. La poesía como elixir y brebaje, como sudario. Desde hace décadas, el deambular del poeta Margarito Cuéllar por festivales internacionales y su actividad diaria del quehacer literario que ha estado en conexión directa con las nuevas generaciones de Nuevo León, su lugar de residencia desde 1973, pone de manifiesto que el vínculo biográfico a la realidad cotidiana resulta ser el bastión esencial de su imaginario poético diáfano y habitable. Es la escritura el lugar de la ética, donde se fragua el don y la fe, el espacio y el tiempo de la vida, la convocatoria a ser ciudadano y participar en el ágora contemporáneo de la palabra que se desvanece en los derroteros de la política y de las instituciones.
De ahí la nueva trascendencia de lo poético, antes considerado el espasmo hacia la divinidad perdida, ahora vuelto reclamo de la tierra y de la energía que se transforma. Para Margarito Cuéllar “la belleza es rebelde, compulsiva y atroz”, “luna herida por los cuatro costados” (Belleza, en Cuadernos para celebrar, 2000). En la mayoría de sus poemas, la voz narrativa se constituye como una suerte de logos, de llave esclarecedora, de hilo de Ariadna en el laberinto del caos y de la oscuridad, la experiencia de la que se nutre el poema proviene del tiovivo y de la errancia, de la entrevisión y del polvo de estrellas.
Margarito Cuéllar encuentra su pasaporte poético más cerca de la somnolencia y de la perplejidad, que de otros parámetros cognoscitivos del verbo poético en lengua española que se autoproclaman valedores de la verdad en sus poéticas de la inmediatez, de la confidencia en voz baja y de la exclusividad de la revelación apolínea del decir. Para el mexicano, habitar otras vidas en sus libros ha sido un factor decisivo para rehumanizar la poesía y devolver a la escritura su potencial emancipador, ese latido universal que hace de la literatura un derecho a la imaginación y al delirio del estar vivo.
Y también del ajuste de cuentas con la muerte y de la necesidad de la memoria, como en su reciente libro “Nadie, salvo el mundo” galardonado en la Andalucía de Juan Ramón Jiménez, un poemario donde la muerte se habita en cada poema y los recuerdos de familia se universalizan para ser contados en el eterno retorno de las hogueras del mundo. El poeta vuelve a ponerse los atuendos del chamán, de los Tlamacazqui o guardianes de los dioses aztecas, para revelar los haces de luz y de sombra que pertenecen a todas las vidas del hombre y de la mujer, de los seres vivos en el planeta.
Dice Margarito Cuéllar que “todos estamos muertos en el sueño” y esa inmaterialidad de la visión es la que fecunda el acervo de la escritura que aspira tanto a lo inmemorial como a lo cotidiano. Y el mexicano pone el acento en la existencia de Matria y de todas las mujeres que dan a luz y en los cuerpos que al nombrarlos se hacen presentes. La particular experiencia de la muerte en México es un patrimonio de la humanidad y en esa misma dimensión de originalidad y de diferencia puede también la poesía mexicana asumirse como colofón a una travesía de siglos de vida cultural y literaria en lengua española. Hay en cada libro del autor una ofrenda y un altar, los poemas pueden aparecer en el milagro y hacerse vida plena, como los libros inéditos del escritor José Carlos Becerra encontrados en la guantera de su coche estrellado en la curva eterna de Brindisi.
Margarito Cuéllar ha logrado consolidar a lo largo de sus múltiples libros un discurso poético de largo alcance, sin fisuras, evocativo en su arcoíris de temáticas y provocativo en la dimensión expresiva, un aspecto capital de la escritura del autor, ya que el tratamiento del lenguaje en su voz poética ha permanecido desde el origen como un ingrediente constitutivo de la exuberancia potencial de su imaginario lírico. Entre los perfiles esenciales de la poesía del autor nacido en San Luis Potosí, ubicación geográfica del epicentro mexicano, destaca la singularidad de su registro narrativo capaz de abundar en un rizoma sensitivo que hace de la poesía un canal de expresión íntima, a la vez que despersonalizada en su factura y raigambre antropológica, habitando otras vidas como en la Saga del inmigrante, poemas que se expanden a vislumbrar experiencias de lo múltiple y diverso, como el del vuelo 520, el de la buganvilia, aquellos de las noches y los días, el de la paloma en el balcón, el de la amante de la mujer de Pedro, el del monólogo del peatón, el de la cumbia del reincidente, el de la meditación de la vaca, el de la tonada con Alfredo Zitarrosa o la noche de Medellín.
Lejos de los parámetros de la poesía comercial que en lengua española parece imponerse en la actualidad literaria española, en México la tradición poética desde los tiempos del Premio Nobel Octavio Paz parece haber tomado el relevo sobre la predominancia y el carácter pionero de las propuestas estéticas en la literatura. Una literatura que para ser tal no precisa necesariamente de un canon establecido o de una consolidación antológica, México ha sido el país de los poetas exiliados de la II República española, de la peregrinación de los Beats norteamericanos y del ómnibus de la poesía, con figuras de referencia latinoamericana afincadas en su contexto social como Juan Gelman y otras voces poéticas de culturas como la árabe. El libro de Adonis titulado “Zócalo” es un ejemplo.
La concesión de galardones literarios nacionales e internacionales también supone un valor de trascendencia para un escritor de nuestro tiempo. Y Margarito Cuéllar personifica ese paradigma de escritor hecho a sí mismo, poseedor de una voz propia y de una obra viva, como él mismo ha dicho recientemente en prensa, “un corredor de largo aliento”.
Ciudad de Durango, 20 de septiembre de 2021
Samir Delgado (Islas Canarias, 1978) Poeta, crítico de arte y ensayista, obtuvo recientemente el Prix International de Littérature Antonio Machado 2020 de Collioure (Francia). Licenciado en Filosofía por la Universidad de La Laguna (España) y Maestría en Bellas Artes por la Universidad de Castilla-La Mancha (España). Autor especializado en arte abstracto con líneas de investigación en poéticas del imaginario atlántico y el exilio republicano español en México, ha incursionado en la videopoesía y en proyectos de narrativas de geolocalización literaria para la creación de mapas de patrimonio cultural en España y México. Especialmente interesado en la literatura hispanoamericana y en la Generación de la Ruptura de México, desarrolla diversas experiencias de fomento a la lectura y de proyectos editoriales. Actualmente ejerce de profesor en el Instituto de Artes Modernas de Durango (México). Participa en festivales internacionales en América Latina, Europa y Estados Unidos. Director del Festival 3 Orillas de literatura en sus diez ediciones (2007-2016). Es miembro del proyecto “Leyendo el turismo” junto a Acerina Cruz y David Guijosa, fundador del Tren de los Poetas e integrante de Revista Trasdemar de Literaturas Insulares.
Es autor de los libros “Banana Split” (XXIV Premio Emeterio Gutiérrez Albelo, 2010), “Galaxia Westerdahl” (XV Premio Internacional de Poesía Luis Feria, 2013), “Las geografías circundantes. Tributo a Manuel Millares” editado por el Gobierno de Canarias en 2016. Recientemente publica los libros “Los poemas perdidos de Luis Cernuda” (Literatelia, México, 2019) y “Jardín seco” (Bala perdida, Madrid, 2019) dedicado a la pintura de Fernando Zóbel y recibe los galardones del XXV Premio Internacional de Poesía Tomás Morales 2020 del Cabildo de Gran Canaria por el poemario “Pintura número 100. César Manrique in memoriam” y el Prix International de Littérature Antonio Machado 2020 de Collioure (Francia) por el libro “La carta de Cambridge” (Olifante ediciones). Poemas suyos han sido traducidos y publicados en revistas como Aurora Boreal, Círculo de Poesía, Letralia, La Otra, América Invertida, Campos de plumas y Nueva York Poetry Review.
Dirige el blog de autor Purpuraria y es coordinador responsable de contenidos en la Revista Trasdemar de Literaturas Insulares del Gobierno de Canarias. Con la residencia permanente en México desde 2017, ha impulsado el Aula de Literatura del Instituto de Bellas Artes de la Universidad Juárez del Estado de Durango, realizando labores de gestión cultural sobre literatura, música y artes plásticas. Ha sido tallerista de literatura creativa con el INBAL y UNESCO en 2019, además de conferencista asistente a eventos internacionales en la Universidad de Boston, en el Ateneo Español de México y en espacios relevantes como el Centro Generación del 27 en Málaga (España), en la Fundación Juan Ramón Jiménez de Huelva (España), la Casa Museo Benito Pérez Galdós (Las Palmas, España) o el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia (España). Como autor internacional ha participado en el XV Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba, 2010), en el Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2016) o en el Festival Internacional de Poesía Latinoamericana (FEIPOL) de Texas (Estados Unidos, 2017). En la actualidad emprende el inicio de la labor de investigación ensayística sobre tres personalidades de la cultura en diferentes disciplinas: la música de Silvestre Revueltas, la poesía de Fayad Jamis y la pintura de Roger von Gunten.