GEGMAN LEE RÍOS – ELEGÍA A LOS VENCIDOS Elí Urbinajulio 9, 2021julio 9, 2021Poesía panhispánica, Revista Navegación de entradas PreviousNext Gegman Lee Ríos (Carolina/San Juan, 1990) Poeta, editor y barbero. Estudió comunicaciones, historia y edición en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Ha publicado los poemarios Nostos (Ed. Callejón, 2014) y Elegía a los vencidos (Ed. Callejón, 2018, Ed. Amargord 2019). Su poesía ha sido traducida al inglés y al portugués y ha sido publicada en revistas y antologías nacionales e internacionales. Actualmente se desempeña como barbero, dirige una editorial, escribe, lee y ve películas. A César Vallejo ELEGÍA A LOS VENCIDOS (Ed. Callejón, 2018, Amargord, 2019) XX. Pienso en mi madre y me invade el cariño necesario; aún los trazos de niño siguen en mi corazón como surcos grabados en el cemento. Aquellos que aún hacen arder las piedras con las que me topo como me topo también con aquella caída inerte que ha marcado el segundo lugar de todo este camino andado. Pienso en mi madre como pienso en los soldados cuando caen, cuando grita el proyectil la finísima molécula derivada de lo ameno. Fuera de las deudas fuera del trabajo fuera de la enfermedad virulenta que lavándonos los ojos nos robó las pestañas. Pienso en mi madre y cuestiono el color gris nuestras suelas gastadas al salir por la puerta, madre, pienso por qué no nos lavamos las caras con las aguas termales del afecto simple o con las lindas palabras que obviamos por nuestros oídos poblados de agujas que no usamos para hacer un fieltro inmenso. Madre, mientras te pienso comulgo hormigas, canto una elegía enorme que es ámbar en mis manos, sobre nuestras manos, con las que nos acariciamos con la solidez del árbol, aún buscando, el verdadero repertorio de los números naturales como solución a esta eterna edad de morir. YA NO HAY EXTRAÑEZA (Ed. Alayubia, 2021) Todos fuimos especiales Escribo ahora porque se me ha hecho tan difícil estar solo que comencé a admirar las piedras. Haber visto lo posible en el rocío y después el abrazo malogrado de quien prometió y no vuelve. Buscar la potestad de convivir con los gemelos y con quienes se plantearon como norte. Sombras aguerridas abren paso a este lugar. Mamíferos sensibles Soy de carne, útero y agua como la mañana. Soy de carne, hueso, y agua como el día. Soy de carne, útero y agua. Estuve en un útero, bebo agua, como carne vivo también el día útero que capacita este perderse andando en la insignia del amor –del ser mayúsculo— aquellos brazos que se persiguen a veces para siempre. En un banco mirando al mar Mar de espuma que fue siempre solamente espuma: humo, gas, corta estancia en la canícula de nuestro cielo raso. Ni los más sólidos granizos pueden igualar la continuidad torrencial que puede ser: sal, espuma, tiempo; carente de nubes sigue cayendo. Nos mantiene caminando bajo el corto techo, buscando el descanso en la insignia del asiento. Esta larga costumbre no pregunta por su visita da el abrazo que asevera que la prisa es un invento; que han esperado nuestro nacimiento, para que luego labremos esta blancura infinita. Siempre quema el sol Me hizo feliz la sombra de mi cara. Pensé que cómo puede haber tanto golpe de pecho roto sobre lo roto lo pérfido escrito en el paladar y nadie fuera de la guerra de traspasar los muros que como océanos nadamos buscando qué comer. El sol brillará sobre nuestras pieles sobre el edificio, sobre lo terrible en los adioses de los niños enamorados en los parques. Facebook Twitter