José Sarria | El país de las palabras

José Sarria. Poeta, ensayista y crítico literario. Académico de la Real Academia de Córdoba y de la Real Academia de Écija (Sevilla), secretario general de la Asociación de Colegial de Escritores de Andalucía y miembro fundador del Club de Amigos de Marruecos (constituido en el Parlamento de España). Es director de la revista-web Hispanismo del Magreb y de la Editorial Poéticas.  Autor de veintitrés libros de poesía, narrativa y ensayo, su obra aparece en más de cuarenta antologías nacionales e internacionales. Recientemente ha editado la antología bilingüe (árabe-español) Mar de Alborán. Antología de la poesía contemporánea andaluza y marroquí (2020) y publicado su poemario Tiempo de espera (2022). Poseedor de numerosos premios de carácter nacional. Está incluido en la Enciclopedia General de Andalucía.

 

 

 

LO MEJOR DE MÍ MISMO

 

Escucho mis silencios y descubro

derrotas de una vida que han servido

para ir tejiendo

con paciencia infinita, con la firme

esperanza de las causas perdidas,

esta tristeza que tanto me gusta:

la esencia de mis actos,

lo mejor de mí mismo.

 

(De Inventario de derrotas)

 

 

YO SOY EL ORIENTE

 

“Yo soy Oriente”

(AMIN AL-RAYHANI)

 

“Comprendía

que la patria

es beber el café preparado por su madre”

(MAHMUD DARWISH)

 

Yo soy el Oriente y mi patria es un lugar en el que florecen los blancos arrayanes, un recóndito reino donde alcanzas a comprender los misterios a través del olor de la canela. Mis raíces se encuentran en una ciudadela detenida en el tiempo; allí puedes embriagarte con las ligeras notas del diván de los viejos poetas o con la sonora armonía de sus caravanas.

En mi patria se extienden las arterias sin asfalto que alcanzan los confines del alma. En su universo no existen templos, altares o banderas y el tronar de los himnos ha sido sustituido por el suave gorjeo de las alondras.

Pero antes, hubo días de los que no recuerdo casi nada, en los que yo también habité en las afueras, cuando viví como un corazón abatido, en la sombra de una llama; días cuando izaba gallardetes y estandartes y mis ojos deambulaban por los mapas encarnados del desasosiego. Era una edad en la que la vida me golpeaba como un feroz enemigo y clavaba sus dientes de león en todos mis amaneceres.

Más adelante, volví a nacer, sin fecha ni identidad. Fue el instante en que se rebeló mi sangre, el tiempo cuando brotaron de mis manos ramas de olivo, florecieron las moreras y los naranjos, mientras abrazaba las estrellas o extendía mis brazos sobre los arroyos.

Aquel día descubrí una casa iluminada y entendí que yo soy el Oriente. Desde entonces supe que mi patria es beber, a breves sorbos, el café preparado por mi madre.

 

(De Tiempo de espera)

 

 

EL PAÍS DE LAS PALABRAS

 

No tengo otro país que la palabra

y el color carmesí de los geranios:

el último vestigio de mi origen sureño

donde existe una casa blanca

que atesora el sonido de la noria

llevada por el agua,

un reino de membrillos y granados

con sus frondosos huertos,

un remanso de paz al borde del olvido:

el lugar donde habitan mis horas sumergidas.

 

Siempre atesoré la certeza

de que al final nos quedaría

el murmullo del agua en las acequias,

el sustento de los geranios

y la patria común de la palabra.

 

(De El Libro de las aguas)

 

 

HUERTA DEL CIELO

 

A Remedios Sánchez

“Mi mano está escribiendo el color del recuerdo”

(MARILUZ ESCRIBANO)

 

Mis recuerdos son de un patio arabesco adornado por macetas de bermejos geranios y una huerta que generosa nos regalaba la sombra hospitalaria de los limoneros, a pesar del tiempo y el abandono. El canto de los pájaros, que reposaban en las copas de los escasos árboles que se mantenían en pie, acompañaba a los rayos de sol atravesando sus ramas. Tan solo su gorjeo desafiaba la soledad y el silencio de ese santuario, y su sonoro trino transformaba la decadencia de la finca en puerta del paraíso.

Allí, cada tarde los ángeles descendían por la escala dorada de Jacob para escuchar el arrullo de los pájaros, olían el pan aún caliente de mi madre y pronunciaban mi nombre.

Aquella casa es el Sur, huerta del cielo, patria de mi corazón y lugar en donde nacen las raíces del agua.

 

(De El Libro de las aguas)

 

 

GUADALQUIVIR

 

A Manuel Gahete

“Al despedirse de la Andalucía

sintió el sabor salado de la muerte…

Guadalquivir mi corazón se llama”

(ANTONIO GALA)

 

Abrí mis brazos y se convirtieron en calles de agua por donde transita la sangre de geniles y guadairas. Mi corazón se hizo más ancho mientras atravesaba pinedas, olivares y campiñas, perforando el pecho de Andújar, Sevilla y Córdoba con la profundidad del cante de las minas.

Volví la vista de siglos y contemplé al instante cómo mi fecundidad fue patria de reyes tartesios y de legiones romanas.

-Yo soy el agua del islam y la fe del bautismo -musité con la calma de quien se abandona, por amor, a su destino.

Con el sabor de las marismas adiviné la fértil voz de los hijos de la Andalucía y al fin, presintiendo la eternidad, me adentré en las aguas de un mar que me abrazaba.

Volví la vista, por última vez, antes de entregarme a la letanía de las olas, mientras el océano preguntaba por mi nombre: Guadalquivir mi corazón se llama.  

 

(De Raíz del agua)

 

 

POEMA II

 

“Ámame ahora que tengo en los labios
el fuego deslumbrante del Mediodía
y la serenidad del cielo en las mejillas.

…/…

Bésame ahora que es primavera
y el chamariz canta y vuela en un árbol,
ahora, amor mío, que estamos en mayo
y zumban en el aire las abejas,
ahora que todo es hermoso y feliz,
ahora y no mañana,
ahora y no luego.”

 

(Invitación a la dicha, de RICARDO MOLINA)

 

 

Acércate a mi boca

como si nunca el tiempo

hubiera edificado

distancias abisales.

No amuralles las horas,

no detengas el pulso de la sangre

con minerales lutos,

no extravíes tu risa

en furtivas distancias

y acércate a mi boca

con la firme certeza

de alcanzar un país

de sigilosas ascuas

que sustenta el fulgor

de remotos veranos.

 

Mírame con tus ojos,

aquellos que vencieron horizontes

y alcanzaron las cumbres

de otros labios dorados

y acércate a mi boca

con la misma inocencia

de los primeros besos.

 

(Inédito)

 

POEMA IV

 

“En mis labios te sé, te reconozco”

(JAIME SABINES)

Te recuerdo en mis labios,

en la inaudible voz

de tu viva presencia.

 

Te busco en la distancia celular

cuando grito tu boca

y mi sangre rebelde no te encuentra,

y te extraño con esta soledad

que empieza a parecerse

a un cauce subterráneo,

con su insondable herida.

 

En mis labios te sé,

te reconozco.

Sin cansancio te palpo,

te anido. Te propongo

invadir las miradas, los silencios,

y aquella casa oculta

que se esconde en tu boca.

Te recuerdo en mis labios,
ahora que estoy solo

y tu imagen me habita

con dientes de veranos,

ahora que un lucero humeante

o un resplandor desnudo

alumbra la memoria

de tus labios dorados.

 

(Inédito)

 

 

 


 

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