JUAN JOSÉ SOTO BACIGALUPO. Nació en Lima. Ha publicado los poemarios Cárcel de mi ojo (1994), Morada Diosa (1997), Palabra sobre los abismos (2005), Airado verbo (2008) y Lado B de las sombras (2022). Figura en el libro colectivo de poesía Extensas legiones (2021). Gestor y coordinador de la primera edición de Madrid: Una Ciudad, Muchas Voces, ciclo de poesía hispanoamericana y española realizado en España (2009). Gestor del proyecto Ciclón de Poesía, serie de recitales que congregó a poetas y artistas de Lambayeque y diversas ciudades del Perú (2010-2019). Coorganizador, en la ciudad de Chiclayo, del Festival de Poesía Fiesta del Diantre (del 2011 al 2015). Premio Prensa Cultur 2015 por Buenas Prácticas en Periodismo y formación de jóvenes comunicadores en la ciudad de Chiclayo. Director fundador de Agenda CIX, medio digital de difusión cultural.
LADO B DE LAS SOMBRAS
Por Carmen Ollé
En su estupendo ensayo El elogio de la sombra (1933) el escritor Junichiro Tanizaki se ocupa de la diferencia entre la estética de Occidente y la del país asiático. ¿Por qué la belleza siempre se asocia a la luz y al color blanco entre nosotros, mientras que para Tanizaki lo oscuro y lo negro no se estigmatizan ni son adversos?
En Lado B de las sombras, reciente entrega poética de Juan José Soto (Lima, 1965), notamos con sumo interés cómo la penumbra y la noche prevalecen; crean, incluso, un contrapunto a través de un magnífico oxímoron: penumbra-iracunda luz; y arde la noche versus las elípticas llamas del fuego invisible.
Pero hay más detalles enigmáticos en este sugerente poemario: el ojo vigilante que observa por la cerradura es el ojo del cancerbero, el guardián del inframundo. Es evidente que el tema de la muerte en la poesía del siglo XX se extiende al siglo XXI a través de los maestros de la angustia: la poesía expresionista alemana de la época de entre-guerra. Recordemos a Georg Trakl, a su seguidora Alejandra Pizarnik o a la poesía extremista de Silvia Plath, ya en otro terreno; y por qué no al mismo Vallejo de “me moriré en París con aguacero…”
Las sensaciones y pensamientos existenciales llenan el vacío del poeta, para quien lo absurdo se asocia no solo con cierta repugnancia ante las moscas y las larvas, sino con un misterioso Tú, que recompone las piezas del amor. Aunque el tema amoroso está como oculto entre los pliegues de las alas de una gaviota, de las caderas, de los escotes:
Son tus nalgas
Enredando mis labios
Hondos ojos
“Un ojo se levanta”, escribe el poeta; el ojo es gravitante en el poemario, el ojo que observa la ciudad, que contempla cual ángel caído el futuro incierto.
Pero el rapsoda también se autodestruye; Juan José Soto usa solo formas verbales para presentarlo tambaleante:
“El poeta anda/Se retuerce/Trastabilla/Se rehace:” (…) Mientras busca uno de sus ojos en/los bolsillos”.
Este magnífico verso anuncia la ausencia del poeta para dar paso al poema:
“Sin ojos/Sin pie/Sin olas/Iluminado tan solo por las sombras”.
La oreja es otro “artefacto” inútil como el ojo, pues solo sirve para enturbiar la música o para enervar el ruido que hacen los cadáveres remolcados por los infantes. Paso a paso, conforme avanzamos en la lectura de cada estrofa, desembocamos en el infierno, en la locura.
Ya no hay ni clemencia ni futuro, la vida es exilio y objetos no reconocibles. De nuevo el poeta se desintegra, queda incluso ciego. Reina el silencio y Juan José Soto deja la huella de un verso magistral: “El mismísimo silencio calla ante el silencio”.
Fuego y música se convierten en los principales ejes del poemario: la música —dice el poeta— es una música gore: este término que rompe la dicción del texto, hasta este punto sin alusiones a la cultura de masas, entra para quedarse y darle el toque especial que lo inserta en el presente. El término gore viene del cine con escenas sangrientas y exhibición de vísceras y amputaciones. En ese sentido, guarda relación con la imagen del rapsoda “ya sin ojos”; loco y solitario como un tordo. Además, el silencio se hace más silencio con una lluvia de crisantemos blancos.
El fuego, el ardor es el otro eje que moviliza el contrapunto entre vida y muerte, oscuridad y luz, aridez e incendio, ruido y silencio a través de versos escritos con mano firme:
“Caen los días como rayos desorbitados/Incendiando la fuga de las horas”
En toda obra literaria —poesía o narrativa—, siempre hay corrientes subterráneas que hacen las veces de interludios. Una es la que leemos en la superficie; otra, la que avanza oculta debajo del “mar de oscuro vino”, como recitaba Homero. Y entonces esta última persigue la agonía del poeta, de su escritura febril para dejarnos ver entrelíneas cómo asoma la realidad, nuestra época insana, la indiferencia, la pobreza y los condenados a muerte.
Juan José Soto (Lima, 1965) es un poeta con una trayectoria en el panorama literario peruano. Ha publicado los poemarios Cárcel de mi ojo (1994), Morada Diosa (1997), Palabra sobre los abismos (2005) y Airado verbo (2008). Sobre él ha escrito Miguel Ildefonso a propósito de Palabra sobre los abismos: “El poeta nos rescata de la esclavitud de las palabras, de las convenciones y categorías de las que estamos hechos. La poesía nos libera”.
Si la poesía nos libera, como afirma el escritor Miguel Ildefonso, es quizá junto con la música, la pintura y todas las artes nuestra única tabla de redención.
***
Carmen Ollé Nava. Nació en Lima. Estudió Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue profesora e investigadora de la Universidad de Educación Enrique Guzmán y Valle de 1981 a 1992. Ha publicado los libros de poesía Noches de adrenalina y Todo orgullo humea la noche; relatos y novelas: ¿Por qué hacen tanto ruido?, Monólogos de Lima; Retrato de una mujer sin familia ante una copa; Las dos caras del deseo, Pista falsa; Una muchacha bajo su paraguas; Halcones en el parque; Halo de la Luna y Amores líquidos. Es profesora de talleres de escritura creativa y conferencista en centros culturales y universidades nacionales e internacionales. Sus poemas, ensayos y relatos han aparecido en revistas y antologías peruanas y del extranjero. Recibió el Premio de la Casa de la Literatura Peruana 2015 por su trayectoria literaria.
EL LADO B DE LAS SOMBRAS [SELECCIÓN DE POEMAS]
III
El poeta anda
Se retuerce
Trastabilla
Se rehace:
Él sostiene a la noche
Tambaleante
Camina en un pie
Mientras busca uno de sus ojos
En los bolsillos
Y rebusca el otro
En la impiedad de la arena
Amanece
El poeta duerme
Ronca
Contraría el ritmo de las olas
Y despierta
En medio de un sueño
Sin ojos
Sin pie
Sin olas
Iluminado tan solo por las sombras.
V
La oreja
Artefacto inútil del sonido
Tañe la campana
Una
Otra vez
Cabronamente
Una
Otra vez
Feroz y rápidamente
Una y otra vez
Resuena el frío
Como un xilofón
En las costillas
Y un ojo
Cae ingrávido
Con los brazos abiertos
Sobre el inhóspito trasero de la tierra
En las orillas
O traspatios
De las casas derruidas
Hombres
Con alas de gaviota
Agonizan a plena luz del día
Un número
Indescifrable de niños
Remolca
Los cadáveres encallados en la arena
Y los arrojan
Cielo abierto
De una pieza
Sobre sus bocas
Hay translúcidos infiernos
En los espejos de papel de los orates
Y las voces infantes
Son burbujas de metáforas
En manicomios
De lucidez y de espanto.
XIII
Es toda luz este rumor
Enceguecedor, artero
De agazapada sombra
En el que tropieza y cae la humanidad
No hacen falta obuses o misiles térmicos
Ni escuadrones suicidas
Para despedazar la frágil osamenta
Un ojo, lo que queda de él, resiste
Niños sostenidos por globos de helio
Se elevan rápidamente, sin escalas
Hacia el piso número 13
De un edificio en la costanera
Fuerzas de élite
Con estrepitosas panoplias
Aterrizan en paracaídas
En busca de ojos trizados
De cada atisbo de mirada
Intacta o fuera de sus órbitas
Una bandada de testas
Deambula por las escolleras
Y una panda de poetas
Borrachísimos, chulos ellos,
Agonizan, ebrios de lucidez
En las orillas de las playas contiguas
Se lanzan ejércitos de atarrayas
A la caza de estos novísimos albatros:
Caen todos (absolutamente todos)
Laxos, boca arriba
De espaldas
En posición fetal
O perrito, pataleando
Con la reciente felicidad
Arrancada de sus labios
Los colocan entonces
En sacos de yute o bolsas negras de polietileno
Son registrados
Numerados
Clasificados por categorías
Para luego exhibirlos en museos interactivos
Y escaparates virtuales
Ante un auditorio remoto
En los que hombres y mujeres
De ciudades indemnes
al naufragio de los objetos luminosos
Reconstruyen el uso primigenio de la vista
El detrás del telón de cada párpado:
Pícaro colibrí, a punto de vuelo
Siglos después, la evolución digital
El monitoreo de los dispositivos móviles
La revisión simultánea de mensajes electrónicos
a la velocidad de la luz
En medio de la tiniebla o temblor más absolutos
Los poetas del siglo XXI
Olvidaron la escritura en hojas de papel
Y la contemplación de los crepúsculos
Ahora, suben imágenes aleatorias de libre uso
De la agonía del sol
En la pantalla de un ordenador
Y citan a sus chicas para leerles poemas
Con el fondo de un cielo chillón y estrellado
Y las besan por zum
Con bonus track incluido
Cada año las grandes corporaciones tecnológicas
Lanzan nuevas aplicaciones
De realidad virtual y aumentada
Lentes que reproducen
La anatomía y textura de un beso
Frío, sin lengua
O el estremecimiento de un abrazo
Sofocante, obsceno
La Organización Mundial de la Salud
Reporta que cada sesenta segundos un niño pierde la visión
Y siete millones de personas al año
Quedarán en la ceguera más absoluta
Mi madre, ajena al fracaso de la ciencia
Abre sus inútiles ojos
Y escucha los programas que anuncian
Los avances médicos y curas milagrosas
Luego, agotada, coge su bastón
Y hace cola en la fragilidad de un sueño
En el que su vida transcurre
En la atmósfera callada e inocua
De las películas en blanco y negro
Nuevamente, la noche
Manos inesperadas colisionan
Se precipitan
Se llevan a rastras
El último vestigio de luz
Y huyen descalzas
A mitad del estreno
De una película a todo color.
XIX
Era la edad de los astros
De auscultar el mundo con la mirada
Y descubrir el corazón
Dando vueltas de campana
A lo loco
Sin cinturón de seguridad
En colisión con el silencio:
Constelación de palabras remotas
Resplandor de un alfabeto indescifrable
La noche maltrecha resistía el vértigo
Las duras manos de la tormenta
Los nombres del asedio en medio del fuego
Frágil escritura abatida por la arena
Entre escombros y cantos rodados
Y el incesante caos atado a la penumbra
Luego, los viajes de ida y vuelta a la luna
Desenredar calles y laberintos
Y aguardar bajo la sombra de un jacarandá
El tsunami desatado de besos
Las olas desencadenadas
Lenguas reventando, una tras otra:
Tremante humedad
En la orilla de unos labios
Roce de seres afilados, lustrosos
Edificio de amor volando
En cientos de palabras
Un buen día llegó el tiempo de cautiverio
Y despertamos convertidos
En pedernales distantes y solitarios
Alejados de alborotadas centellas de luz
Que encendían nuestras sombras erizadas
Escondidas en los rellanos
De pisos cubiertos por la devastación y el olvido
Años de avistar astros y voces en los claros
De danzar en la floja cuerda de la noche
De caer en la áspera gravedad
De rehacerme y saltar
Hacia el trapecio en el que aguardabas
Laxa
Lúbrica
Endiablada
A tu magullado y felino equilibrista.
Magnífico artículo de Elí Urbina.
Carmen Ollé en su comentario complementa la precisa selección de poemas del libro de Juan José Soto Bacigalupo, brindándonos un acercamiento a la temática de este poemario que provoca leer.
Gracias.
Gracias, apreciada Eldi, por tu comentario.