JULIA L. ARNAIZ – EL CIELO ES UNA GORGONA Elí Urbinaseptiembre 17, 2021septiembre 17, 2021Poesía panhispánica, Revista Navegación de entradas PreviousNext Julia L. Arnaiz (Madrid, 1995) es Graduada en Estudios Hispánicos. Sus poemas han sido publicados en la antología De viva voz (Ediciones de la Torre, 2018) del grupo poético Los Bardos del que forma parte. Fue coordinadora durante varios años del Aula de Poesía José María Valverde, fundada por el poeta Antonio Cillóniz. En la actualidad, coordina la tertulia poética La Errante Poesía, de la que también fue cofundadora. Colabora con algunas revistas musicales y se dedica a la divulgación cultural (música, cine, literatura, memes…) desde sus redes sociales y su blog (www.elephantmag.wordpress.com). El mar es blando a oscuras y desde arriba puedo sentir mis dedos lánguidos hundirse en su blanca superficie de gel sin llegar a alcanzar el frío. El mar es blando y a oscuras sostiene a la luna con su aliento mientras se mancha de luz sus senos preñados de lo profundo de todos los ojos. El mar es blando y refleja la noche en sus entrañas entrañas entrañas entrañas… Pero al llegar la mañana se escurre entre los dedos de mis pies y cura las heridas que dejó la bruma… El fluir del río por la urbe parece una extensión de adoquines sucios, una trampa para los vagabundos de las sierpes de cristal, para los desolados relucientes en sus zapatos aéreos, una trampa para las tersas siluetas de vapor, tal vez la última salvación para los errantes sin rostro ni olor que esperan en los semáforos. El fango engulle a los ahogados, los arrastra en la pálida oscuridad de los sudores, en su última oportunidad de contemplar el océano con las fauces abiertas. Mi tramo favorito era el paso elevado entre Schönhauser Allee y Eberswalderstraβe en las tardes oscuras de una temprana primavera, la sacudida del tren junto a las ventanas cuadradas que iluminan un hogar, “Chasing you” y la sacudida de mi cuerpo, el luminoso vagón casi vacío y amarillo y la sacudida de mi cuerpo, la noche cerniéndose sobre una ciudad de espaldas al ocaso más inmenso del planeta y la sacudida de mi cuerpo, shake shake shake shake… y la sacudida de mi cuerpo. Si reptases mi cuerpo, escalases mi torso y trepases mi cara hasta el beso; y si luego te enroscases sobre mi barriga blanda mientras yo leo a Virginia Woolf, tal vez descansaríamos los dos, tal vez como una masa informe de carne tibia respirando, tal vez como los ojos y los lunares y todas las partes oscuras de nuestros cuerpos al bostezar o un lazo nos ataría la nuez y la campanilla cada uno en un extremo. El cielo es una gorgona. Se peina las nubes indomables y siseantes. La pérfida luz de su mirada se refleja naranja en sus escamas nacaradas y nubosas. Al caer la noche del tiempo, transformará a quien lo contemple en una pasta flácida y maleable, empapada de nostalgia. Los que quieran encontrar entre las esponjosas cabezas de su melena el sentido de la existencia caminarán lánguidos dejando un rastro de agua salada por toda la eternidad, un rastro de agua donde se miren las serpientes del cielo antes de que anochezca; y todos los demás podrán ver sus ojos anegados de sal y pájaros. Facebook Twitter