JULIANE ANGELES – EL NUDO Elí Urbinajulio 27, 2020noviembre 4, 2021Poesía panhispánica, Revista Navegación de entradas PreviousNext Juliane Angeles Hernández. (Lima, 1986) Periodista. Cursó la maestría en Escritura Creativa en la UNMSM. Dirige el portal literario leepoesia.pe. Es autora del poemario Epigrama (Hanan Harawi, 2015), sus poemas han sido publicados en las revistas Turia 127. Letras de España y Perú, La Colmena (UAEMex), la antología “Somos los que somos, poesía peruana del siglo 21” (Carretera sin sentido, 2018). Ha participado en talleres a cargo de Alessandra Tenorio, Victoria Guerrero, Carmen Ollé y Miguel Ildefonso. En 2018 fue seleccionada para el taller de poesía de Raúl Zurita en la Universidad Diego Portales. Borda y pinta acuarelas. Caput He traído mi cabeza hasta los árboles. Mi cabeza debería estar clavada en uno de esos troncos, pero se ha caído. Ahora es la pelota de un grupo de niños en Arequipa. Niños de pelo negro arrastran mi cabeza por lo verde. Tantos años y todavía no recupero mi cabeza, tantos años he visto crecer y morir lo verde, tantos árboles caídos y cabezas caídas, tantas ruinas y objetos preciosos para que mi cabeza se vuelva a perder entre los árboles, y yo siga sentada mirando con deleite a los niños y no me atreva a quitársela. En crecimiento Se crece entre depredadores. Y yo crezco como la cebolla de mi cocina larga, solitaria y hacia arriba crezco como esa cebolla entre papas y limones crezco para no ser cocinada crezco como esa cebolla moradísima la que chupa humedad y echa raíces Quiero traspasar el techo poco a poco alargar mi estadía en el verdulero. Quiero que recuerdes mi llanto mi sustancia irritante. Te romperé. Intervención Ahora que has vuelto a cerrar los ojos y no has dicho nada he pensado mucho: Mi cuerpo solo puede hacerme sentir un animal solitario, el cuerpo de una salamandra sin cabeza moviéndose bajo la hojarasca, que apenas vislumbras. Crocodilia Mi corazón es un cocodrilo: corta las palabras las sacude las arrastra debajo del agua. Algunas resisten otras se ahogan. Así pierde sus dientes, así se alimenta, luego espera largas jornadas. Cada vez son menos los animales muertos. Dicen los otros nadadores: ya no caza peces, no ranas, no insectos, no cangrejos. Pero después, con el sol en la orilla vuelve, nacen sus nuevos dientes su mandíbula sale a la superficie y los grandes hipopótamos abandonan el agua. El nudo Toda mi insistencia es esta aguja que hundo en el papel. Hinco el papel hasta clavar una cabeza que no es la mía. ¿Cómo has de saber que hinco el papel en tu nombre, que ya no escribo? Esta es mi resistencia: ser el nudo de las manos que te tiran. Ópera prima Sabía que mancharía la sábana, pero a pesar de ello, lo hice: Estiré mis piernas hasta el borde. Me revolqué un par de veces mientras ocurría la descarga. Ahora he respirado hondo para levantarme y admirar lo efímero de la blancura. Mi primera obra escarlata en una cama que no es mi cama. Aunque es pequeña, mi primera reacción es borrarla. ¿Por qué quiero recuperar la blancura? La blancura de la sábana ivory. Uso jabón, champúy agua. Mi lucha es contra la mancha. Contra la intensidad salida de mi cuerpo. Me borro a mí misma. Yo soy la mancha. La mancha pierde color. No es como la acuarela, que se ilumina con el agua. Mi esposo me dice «es solo una mancha». No comprende mi insistencia. Mi interés desproporcionado por la mancha. Por borrar la intensidad salida de mi cuerpo. Por desaparecerme. El rojo se esparce poco a poco. Palidece, pero no desaparece. Sabía que no iba a recuperar la blancura de la sábana, y aun así lo hice: fregué reiteradas veces. Fregar cansa. ¿Por qué nadie te lo dice? La blancura no existe. Facebook Twitter