
Poemas de “La Casa Umbría” de Leda Quintana Rondón
EL PADRE Y SUS DOS HIJAS (i. m.)
¿Qué es lo leve?
No mi cuerpo, no el cuerpo de mi padre:
nos sostenemos en el aire con furiosos aletazos.
Bruno Di Benedetto
La niña le dice a la mujer
ABRÁZALO
hasta hacerte pequeña.
Las manos del padre están heladas
La niña se mira en los ojos de él
Prende fósforos
Recuerda el cuento leído en su casa de la Cordillera Negra
Cuando la niña abrazaba el frío
Otro frío
Otros cerillos en Huasta
Mientras granizaba.
Las manos de su padre se llenan de calor
Luego de frotarlas con las de su hija
Ella lo cubre con una manta
Y se cobija en su pecho
Lo abraza
hasta escuchar los latidos de su corazón.
Los huesos del padre y de la hija arden se caen juntos de la silla el piso está lleno de excrementos
«No más terapia para el dolor» ―suplica él a media voz
«El dolor hay que vivirlo» ―advierte la Muerte que es Vida
«El extremo dolor hay que paliarlo» ―sentencia la Vida que es Muerte
El estómago cercenado del padre recuerda su trabajo de leer, escribir y editar palabras. Él y su hija maestra han escrito juntos algunos libros. El rostro de él ha vuelto a tener esa luz cetrina [el color más hermoso de la infancia de esa niña]. Un color que suda horas extras de trabajo y que carga en su espalda todas las noches a su niña y a sus hermanos.
Afuera la sonrisa de nuevo
Adentro pus
«Ledita, te voy a contar algo que no le he contado a nadie»
/Espasmos/
«Papá, curemos tu herida interior, aunque duela»
«Soy fuerte, hija. No hay herida»
Hasta ahora puedo ver tu frente cortada
llena de sangre
Como cuando tenía cuatro años.
La salvación está en el vómito
Dicen unos
Extirpar el mal
No esperemos modificarlo, dicen otros.
Los psiquiatras y los oncólogos apuestan por las dosis exactas
de medicamentos
Las terapias alternativas sugieren desintoxicar el cuerpo y el alma
Una crisis depurativa
La extracción de las palabras no dichas
[de las vidas no dichas]
[de las vidas muertas].
La hija lee La extracción de la piedra de la locura
Piensa en Flora cuando todavía no era Alejandra
Quizás Alejandra sigue siendo Flora
Cómo habrá sido su padre, su madre.
Qué será mejor para curar la enfermedad familiar:
El síndrome de la casa umbría del que nadie quiere hablar
¿La piedra podrá ser extraída, destruida, reconstruida?
Los meses pasan
Nadie quiere ver a la hija pequeña o grande
Pegada al lecho del padre moribundo.
Cuando todos los visitantes se han ido
Y ya no hay fuerzas para sonreír
La herida resplandece más fuerte que nunca
La hija niña que lleva a cuestas a la hija grande
Reaparece en el cuarto del padre
hiende leda vaporoso tul
La hija niña y la hija grande
Abrazan juntas al padre que se resiste a morir
luego todos caen
en un pasadizo nebuloso.
Son muchas las heridas…
¿La casa umbría podrá
cobijarlas,
desinfectarlas,
cubrirlas de luz?
ARTE DE NAVEGAR – Leda Quintana Rondón
Arroja tus deseos en lo hondo
Juan Ojeda
A Martín, mi padre
Estoy acostumbrada al ahogo
Ovillada en mi cama
Cargo mis piedras
Quiero cerrar de una vez el poema que vivo
Y no puedo.
Esbozo con lágrimas que nadie ve
Laberintos y caminos
Sin norte
Yo ahora escribo sin puntos cardinales.
Canto desde el corazón de la piedra oscura que cargo
allá arriba en Shilpas o en Chayara.
Yo uno mi sueño con su sueño
viajo hasta los pulmones de mi padre
para llevarle el aire puro de Yauyos
«Yo quiero comprender»
Decía el adolescente yauyino recién llegado a Lima
con fiebre y a punto de ahogarse.
Su padre reaparece
Le regala un reloj y una brújula.
Mi otro abuelo es Wamani
hace cantar al viento
para curar al hijo enfermo
Ñoqam lluksichisaq sinchi kanchariyta
Mi abuela vende su única plancha
intenta calmar la tormenta
cocina para su hijo con el calor de su sangre
le lleva libros y mapas.
Mi padre
Lee
Viaja
Respira
Escribe
Entierra
Construye
Destruye
Navega
Mi padre siembra
la luz
que prende esta mañana mi hijo
el mismo fuego ancestral
PARA INCENDIAR TODAS LAS CASAS UMBRÍAS
El mismo fuego
que abraza hoy su antigua niña
Un nuevo Arte de Navegar.