Liz Kamalich Santiago Lugo | Kupia kumi

LIZ KAMALICH SANTIAGO LUGO (Juana Díaz, Puerto Rico, 1997) también conocida como Ká, su seudónimo. Ha sido publicada en revistas y antologías en Puerto Rico y España. Es fundadora de la alianza de artistas Puntos Nómadas, donde en colaboración con Editorial Casa Cuna publica sus poemas en la antología «Transversales». También participó en la antología «Colapso» (ECU, Editorial Cundeamor) y en la antología «Autor N10» (Editorial Hago Cosas). «Un lugar para quedarse» (Editorial Pulpo, 2023) es su primer libro. Cursó un bachillerato en Artes y Humanidades con una concentración en Historia, en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, recinto de Ponce. Ama el arte en todas sus manifestaciones y aspira formarse como escritora e historiadora.

 

KUPIA KUMI

 

Ello es el lugar donde me pongo

– Cesar Vallejo

El lugar donde me pongo

es un balcón que se hace orilla

a la ventana de mi reflejo.

 

Es lágrima de mugre

cuajada bajo las uñas

de un viejo pasamano.

 

La locura de una lancha

que viaja descalza

sobre los mapas ocultos

trazados de mis ojos

junto al asombro de una fisonomía

que se avienta en los brazos de la selva.

 

Tanto fue que oré

que supe del sendero aliento

y fui a suplicarle que me poseyera

que las traslucidas jaulas de mi mente

desvanecieran

para así saberme ave

pájaro libre, amor volando.

 

Aunque sé que el peso de libertad

que llevo atado a mi espalda

tambalea sobre la marea

un recipiente de agua- agridulce

nos divide

trenzándome en un sorbo.

 

Me he perdido

enlazando el dolor con el amor

y tallando sobre una piedra

mi encuentro sobre la aturquesada alegría

de una osamenta nueva.

 

 

CAMPAMENTO

 

Basta que estés, que seas – José Urtecho

Que te pueda llamar, que te llame casa

y que no,

que no son ojos, mis ojos, sin tus ojos

uno en el otro, otro en el uno

que tu boca es una cosa que me aloca

lo que en ti principia y en mi termina.

 

 

 

AFUERA 

 

 

Tiré, cerré todas mis puertas

desde siempre cuando me

niego a ser hormiga aplastá.

 

Eché todas mis pestes afuera del portón

saqué a pasear tres carajos y dos pendejá

abandoné la casa, los trastes.

Que la basura se bote sola.

 

Me fui con los últimos pedazos de la casa

(y de mí)

raspándome los ojos

donde resbalaba el mundo inventado

de dos cuerpos ungidos, en la ternura

y la locura de una casa

pero que con amor tan solo

no basta.

 

 

 

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