MARIAFELI DOMÍNGUEZ S. – ABRAZO PARA UNA PIEL CANSADA Elí Urbinamayo 1, 2020mayo 1, 2020Poesía panhispánica, Revista Navegación de entradas PreviousNext Santa Rabia Magazine presenta una selección de poemas de la poeta panameña Mariafeli Domínguez S. (1960) Escritora y Catedrática Universitaria. Obtuvo el Premio literario Pablo Neruda en el año 1981, en la sección cuento, con la serie de relatos titulado Oquedades. Posteriormente, en 1991, obtiene el Premio de Poesía Gustavo Batista Cedeño con la obra Los presagios necesarios, de los que se ha dicho que es un libro de gran lucidez poética concebido en el lenguaje sencillo y transparente. En el año 2009, obtiene una mención de honor en el concurso Nacional de cuento, José María Sánchez con el libro de relatos titulado Parturiens y otros relatos y microrrelatos. Ha publicado, en 1995 un libro de ensayos titulado De la literatura y otras complejidades, en las que ensaya una mirada a la literatura panameña. Con la serie Cuadernos literarios de la Universidad de Panamá, publica el poemario titulado, POEMAS, que recoge su primera producción. Su poemario, Los susurros de la casa, fue publicado por la Editorial Universitaria, en el año 1995. En 2012 sale a la luz el libro de ensayos Voces esenciales de la literatura panameña, inédito el libro de poesía Incorporado a la fuga y Marruecos es un telar de oro. Sus artículos sobre literatura panameña se recogen en la revista Maga, Littera, Temas de Nuestra América y la Revista ODOS. Activista cultural, pertenece al Colectivo que organiza el Festival Internacional de Poesía Penonomé en abril. Actualmente dirige la Editorial Universitaria Carlos Manuel Gasteazoro. Los poemas selecciones pertenecen a su libro Del recetario extraviado de mi Madre (2020). Inicialmente al recuerdo de mi Padre En las cocinas que tuvo mi madre siempre un dulce aroma sufragaba el hambre de todos a cualquier hora. De aquella cocina de mi infancia primera solo logro recordar los olores del maíz, la miel y el café y de vez en cuando un súbito tufo de sangre adherido en las paredes de barro de la casa vieja. Por dos escalones que quedaban al descubierto cuando se abría la puerta llamado puesto del quicio se bajaba al mundo de las fumaradas. Asombro en los ojos de niños al mirar colgado de un lado algún racimo de plátano del otro lado algo de carne abrasada por el sol y en muchos bultos aquellos granos maravillosos que se cocían invariablemente a fuego lento, en la mágica trinca adoquinada. Del recetario extraviado 10 de mi madre Un taburete inclinado en espera una banqueta a los pies del brasero y una larga fila de bejucos aliñados en desorden para enseñar orden. Por el espacio que dejaba entrar algo del sol de la tarde un capote y un sombrero. La montura se percibía a lo lejos y un relincho de asno nos regalaba felicidad cada cercanía de la noche cuando llegaba mi abuelo sobre el viejo pollino animal mitológico en las esferas del sueño. Nostalgia a Doneth La memoria de mi madre es la memoria de nosotros aquella acumulada en los espacios de la casa paterna donde se apostaba al juego del para siempre o el jamás. Es el recuerdo de quien llegó una mañana de sábado y no se quiso ir o de aquella pregonera de la suerte pitonisa de pueblo con los últimos del domingo. Esa bestial entrada a la fugacidad a la fragilidad al desamparo nos tomó distraídos aquel sábado 18 de junio y zahirió el rostro de la inercia cuando se extinguió para siempre el olor de las comidas de mi madre. Esas reminiscencias de Ella pertenecen a cada uno y restablecen su camino de regreso cada vez que mira y toca el rostro de sus hijos. Abrazo para una piel cansada A la memoria de mi abuelo Maximiliano Domínguez Corrales Vengo de los abrazos y hacia los abrazos camino con la luna en los poemas y una cascada en los amaneceres. Vengo del abrazo primero el que me dio mi madre cuando abrí los ojos a este mundo en el claroscuro de la vieja casa con el olor a caraña en el cuarto de todos y de nadie. Vengo del abrazo de mis abuelos en las tardes de lluvia sin fín cuando el olor a maní tostado llenaba los caminos hacia la casa. Vengo del último abrazo de mi padre en la mañana triste de la despedida vengo del abrazo de mis hermanos en recorrido fugaz por la añoranza de la infancia y la juventud. Pero también voy hacia los abrazos que reordenan las cosas que silencian los demonios y que sentencian la vida. Sin prisa El olor a chispa inaugural inundaba los rincones de la vieja casa allá entre las sombras del corotú y el ciruelo deshojado. Ese olor a cenizas de ayer mezclado con el barro elaborado acercaban la fatiga al hastío en la hora imprudente del amanecer cuando mi padre, sombrero en mano partía sin prisa en la prisa. El aroma del café inundaba los espacios de la envejecida cocina esperando el regreso. Facebook Twitter
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