PAMELA CUENCA – EL ÚLTIMO SEGUNDO


Santa Rabia Magazine presenta una selección de poemas de la poeta ecuatoriana Pamela Cuenca (Loja, 1996).  Ganó el Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade con su obra inédita Los cubos que me habitan (Universidad de Cuenca, 2018). Forma parte de Péndulo: Colección de poesía con su libro Piriápolis: Una muerte Azul (CCE-Loja, 2019) Ha publicado las plaquetas: Ensayo de realidad virtual para un gato que despierta (Loja, 2017), Despersonalización de una máquina: futuro no inmediato (Ambato- Loja, 2017), El descanso de la nube roja (Loja, 2018). Algunos de sus poemas aparecen en: Antología Alma Adentro Mujeres Ecuatorianas Premiadas (Editorial El Conejo, 2018), Alas Púrpuras: Antología de resistencia y libertad (El Ángel Editor, 2018) y, en espacios tanto impresos como digitales dentro y fuera del país.  Ha sido reconocida por la Casa de la Cultura Núcleo de Loja y el Ilustre Municipio de Loja por su destacada trayectoria literaria. Ha sido invitada a diferentes encuentros y Festivales Nacionales. Directora y fundadora del I Festival de Poesía De Lirios Ambato 2017.
 
 
 
Eres igual a tu padre, me dicen. Entonces, busco mi rostro en el espejo, observo y pienso, sí me parezco un poco a mi padre, esta expresión de enojo constante y la nariz ligeramente inclinada hacia abajo.
Eres igual a tu padre, me dicen. Entonces, empiezo a atar cabos, hacia atrás, recuerdo mi infancia y pienso, sí me parezco mucho a mi padre, él hacía lo mismo, también se refugiaba dentro de su auto a escuchar las canciones de ‘recordar es volver a vivir Vol. 2’, también huía de casa y se perdía largas horas, él también tomaba las palabras como alfileres y se los clavaba en los ojos a mi madre, sí soy como él, sí me parezco a él.
Eres igual a tu padre, me dicen. Entonces, la información se procesa muy rápido, los cálculos mentales afloran de formas muy extrañas y pienso, sí me parezco a mi padre, él también buscaba la lógica en todas las cosas y creía que todos eran culpables hasta probar lo contrario.
¡Eres igual a tu padre! me acusan con firmeza. Y yo no puedo refutarlo, entonces me digo: ¡Sí! Soy como él y no es un insulto, es mi privilegio, la conservación de su legado más allá de mi vientre y su apellido, la inteligencia suya en mi cabeza, el dolor de recordarlo todo siempre, la sensación de fuga, su ADN en mi sangre, soy como él, me parezco a él y sólo ahora lo entiendo.
Ninguno de los dos podemos mirar el cielo sin desear destruirlo.
 
Inédito, Loja 2019
 
 
*
 
Tomaré de mi cuerpo todas las huellas dactilares, voy a cercenar mi piel en delgadas películas que luego coseré para hacer una obra de arte.
Entenderé cuando todo llegue a su final, entenderé cuando la claridad me ciegue y empiece a buscar a tientas el camino de regreso.
Y seguiré jodida, sentada en un trono recubierto de las mismas huellas que me arranqué, todo para sentir que me siguen tocando todas las manos, todas las pieles en mi propia piel.
 
**
Llegar a destiempo, permanecer fuera, ser el niño perdido, inadaptado, del que todos ríen, ese que observa lo que no puede permitirse tener porque está roto, está distraído con el ruido de la ciudad, con el tic-tac de los relojes, con el sonido del lápiz en el papel, con todo lo que no debería importar.
 
***
 
Detenerse al creer que no hay otra palabra ni otra voz, que todo ha sido en realidad el mismo momento, a pesar de las circunstancias, el mismo instante en que todo se disipa. 
 
Inédito, Loja 2019
 
 
MADRIGUERAS
INTRODUCCIÓN
 

 
Ocho: dividir en dos el final del cable y pelarlo. Nueve: cortar la muñeca izquierda con un cuchillo. Poner los cables pelados y taparlos con esparadrapo. Diez: enchufar a la corriente.
De la película “Soy un cyborg, pero no pasa nada” (2006)
 
Embrión, el azar en tu cabeza, pero – ¿Embrión, tienes cabeza?- No me responde el hijo que fecundaste en mi vientre caníbal – ¿Será que mi útero hambriento de ausencias se comió a mi hijo?- No, no me responde la manzana engusanada y los gusanos tampoco quieren seguir bailando. Observo, como una luciérnaga apagada, las luces de neón con devoción, le rezo a la cruz violácea, le rezo al aire. Me duele el tiritar de los pajarracos, mis venas son alambres de cobre número cinco, mis ojos dos bombillas led; no tengo baterías. Los hombres de blanco se llevaron a mi hijo, se llevaron a mi hijo y en su lugar pusieron en mi vientre un conejo robot. Acaricio mi conejito, lo pongo en mi regazo, está tan frío, está tan frío, su pelaje es extraño parece metal pero yo acaricio a mi conejito. Me ha picado un colibrí. No tengo útero, se llevaron mi conejo, no tengo casa, se llevaron a mi hijo, no tengo ojos –esos, sí me los comí- ¿Dónde está tu hijo? ¿Dónde está tu útero? ¿Dónde está tu conejo robot? No tengo cabeza, soy un embrión. No tengo cabeza, soy un conejo. No tengo cabeza, soy un montón de huesos arrastrados que buscan la cabeza.
Caballo negro, no eres mi corcel esta noche, pero llévame. El retorno a casa es un laberinto de cabellos rojos.
 
PASO 1
 
Manifiesto de un delirio dentro de una taza que no es una casa pero que sí sirve para dormir.
 
Niego a mi útero y a mis ovarios infestados de piedras/porcelana. Niego a mi madre que es la madre de los úteros hostiles, y entonces soy un ciervo que nunca aprendió a caminar. Me niego a mí misma porque el espejo no quiere que me vea. No seré la madre de nadie. Canción de cuna que cantaré a mi hija no nacida, la escucharé decir mamá mientras me hundo agujones en el vientre. Niego a mi útero mil veces y a mis ovarios desprovistos de corazón y de esperma.
PASO 2
 
Meter la cabeza de alguien más en una licuadora puede disipar el no deseo de la maternidad.
 
Pondremos la mesa para cenar picos de cuervo, picos de cuervo que en mi puerta cincel clavaré en tus piernas. Brotará de tu sangre la sangre del cuervo triste, pájaro alas de metal que abrazaré para quemar tus manos. Y tus manos no existirán y tus sonidos no existirán y los cuervos no te quemarán, pero la puerta cincel sí atravesará tu cráneo. Meteré tu cabeza en una licuadora, procuraré que tenga vaso de vidrio. Si se rompe el vidrio es porque tu cabeza es demasiado errante, entonces te clavaré un tenedor en las orejas.
 
PASO 3
 
La ejecución no desentraña, el no útero sigue vivo.
 
Planta carnívora ven y devora el cuerpo del ser que anida mi útero/ cámara de tortura. Ser maligno préstame tus manos, escribiré con ellas sobre la decadencia del mundo/ útero despiadado, no me gusta esta palabra por eso te llamaré nido. Espectro sonriente inhala toda la arena del desierto que es mi alma/ mujer ausencia.
Júzgame -hombre- cúbrete de caramelo. Plata derretida se unta sobre la cruz que no cargaré, la caja musical se ha parado, la bailarina sin piernas sigue bailando, los compases cada vez más fuertes/ como los dedos al caer en las teclas que no tocaré.
Una voz dulce apresura el deseo de la muerte –mami, mátalo, mátalo- violines violentan los oídos del niño que no escucha lo que ve/ que ve lo que no escuchará. -¡Madre, mátalo!.
La cera dibuja un rostro al pie de las velas encendidas, mi templo se ha quedado sin santos, todos han sido pintados de negro por un niño sin manos.
 
¡¡¡RÍE!!! ¡¡¡Ríe!!!!
MATA AL HIJO QUE ENGENDRASTE
MATA AL HIJO QUE ENGENDRASTE
¡MATA AL HIJO QUE ENGENDRASTE!
 
Serás la sangre que correrá de entre tus lunas
La luz que no veremos al despertar.
 
MATA AL HIJO QUE ENGENDRASTE
Descansaré del sueño
Es tiempo de volver a la pesadilla.
 
CONCLUSIÓN
 
Un frasquito en forma de cubo que habita un cubo mayor y el útero palpita.
 
Niego a mi útero, licúo con devoción cabezas, mato unicornios hembras, arrojo piedras a mi propio rostro, niego la naturaleza y me la como. Hay un cubo habitando mi cabeza y mi cabeza es un cubo habitando el embrión que no anidará mi vientre.
Soy un cubo, pero esa es otra historia.
 
Los Cubos que me habitan (Universidad de Cuenca, 2018)
 
 
Veo a un hombre de luces acostado junto a mí,
lo observo mientras mantengo mis ojos cerrados.
No tengo miedo, me mira con mucha atención y me dice:
«Aquí empieza el mundo que no conoces»
Vuelvo a sentir el hormigueo, mis manos se mueven lentamente
encuentran mi pelvis y acarician hacia abajo
«Este es el mundo que me has enseñado»,respondo.
 
El flotar sobre el universo con la garganta destrozada
El hombre no deja de mirarme, ahora me abraza
Y el hormigueo es una corriente infinita de electricidad
Quisiera despertar en los brazos de mi madre
Recordar la primera vez que vi salir el sol.
 
Sé que existes, en una de las tantas dimensiones,
sé que volverás, acariciarás mi cabello pero esta vez
no tendrás piedad. Me dirás entonces:
«Aquí termina el mundo que conociste»
Desnudaré mi cuerpo y permitiré que me penetres
Asistiré al nacimiento de mi propio orgasmo
Y en el último segundo te diré:
«Aquí termino con el mundo que ya no necesito»
 
Piriápolis: Una muerte azul (CCE-Loja, 2019)
 

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