SARAH GONZALES AÑEZ (1994). San Ignacio de Velasco, Santa Cruz, Bolivia. Es comunicadora, publicó los poemarios Muralla rota (Literatelia, 2020), Infancia de pájaro (Fruit Salad Shaker, 2022) e integra el colectivo Trueque Poético. Participó en el Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de Palabras (Bolivia), en el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de los Anillos (Bolivia), en el 26 Encuentro Internacional de Poetas de Zamora-Michoacán (México) y en la Semana Internacional de la Poesía de Bolivia. Sus poemas forman parte de las publicaciones colectivas Segundo sol (Literatelia, 2021), Umbral de palabras (Paracas, Perú, 2020), Cruzando palabras (Ángeles del Papel Ediciones, 2019). Fue incluida en el Abecedario de poetas hispanohablantes nacidos a partir de 1990 (Revista Telúrica, 2021), en el Atlas Lírico de América Hispánica (Revista Acrobata, 2022) y en la Antología Poética Bolivia – España por la igualdad (2022).
ANGÉLICA
El corazón de mi abuela
está guardado
en un frasco de aceite de cusi.
Cuando ella nos cuida
destapa el amor,
impregna sus manos
y se nos olvida
que duele el alma.
Su cuarto es una vitrina
con piso de periódicos amarillos.
Las ventanas
perdieron amaneceres
y en el umbral de su puerta
se despidieron dos hijos.
La cama está hecha
de retazos.
Cada tela, una vida
y crianza con horneados.
Naftalina para sus años.
Alcanfor para sus pasos.
Mi abuela se queda en el masiaré,
vence las goteras de su techo podrido.
No barreremos sus cabellos en el piso,
ni echaremos a perder sus frascos vacíos.
Nosotros solo estamos de paso.
AZÚCAR
El hombre
llevó la noche
al olvido.
El niño
cargó su infancia
en la zafra.
Ambos
conocieron la resaca
de los cañaverales.
MICRO
Los cuerpos rozan
en eterna rutina,
se abrazan las espaldas
sacuden nostalgias,
comparten empujones,
expropian hombros.
Los cuerpos
comulgan con lo ajeno.
Escuchan otras vidas,
por un instante
son un solo cuerpo
que se desintegra
en cada parada.
En movimiento,
el primer anillo guarda
las ventanas.
Una mano extraviada
rasguña el cristal
empañado por bostezos,
luego desaparece
entre colores ambulantes.
Candil rojo,
se detiene el cuerpo,
la ciudad avanza.
Frente a la vereda,
después de cinco vueltas
el maíz explota.
Entre ondas de bocinazos
camina la voz del agua.
Cuando la luz es verde,
circula el cuerpo
donde nacen
las primeras calles.
Transita
brazos suspendidos.
párpados apagados,
estornuda el humo.
Busca una ruta
sin la prisa urbana
que se estampa en tarjetas de tiempo.
En la circularidad del viaje
las luces se apagan.