Silvia Rodríguez | Palabras de éter

Silvia Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 1970). Es traductora e intérprete por la Universidad de Granada y ha publicado los libros de poesía Rojo CarameloEl ojo de Londres, Casa Banana, Shatabdi Express y Bloc de notas en Canarias; Departamento en Quito en Madrid; Ciudad Calima y Padresueño en Granada; Las princesas no tienen nombre en Sevilla; Marabulla en Navarra (Premio Internacional de Poesía María del Villar 2018; segunda edición en Nectarina Editorial-Colección Libellus,2021, Islas Canarias; tercera edición en la colección “Rosa de los vientos” en la editorial PALABRAVA, Santa Fe, República Argentina). Está incluida en antologías como 23 Pandoras: Poesía alternativa española. Ha intervenido en Festivales Internacionales de Poesía: Génova, La Habana, Poetas en Mayo en Vitoria-Gasteiz o en el Programa Literario de Otoño de Ginebra. Ha editado poemas en revistas como La porte des poetesFiccionesTuria, Piedra del molino, Mundo HispánicoTelegráfica, 21 versos, Uj Forras, OPUS, Fraktal, Trasdemar o La salamandra ebria. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, al húngaro y al eslovaco. Su libro Provincia del dolor acaba de publicarse en la Biblioteca Básica Canaria.

 

 

Días de neón

 

 

La esperanza está agazapada en un tubo fluorescente

que parpadea una luz violácea y traspira yodo cobrizo.

En la otra cama hay una mujer enjuta, pecosa,

agarrada a su seno hueco como a un cervatillo mutilado

que ya no corretea inmune por la nieve parda.

Las horas suceden en un silencio inexpugnable,

como si el unicornio de peluche mirase para otro lado

y la caja de bombones sólo atesorara envoltorios.

El neón nos recuerda que se acaba otro día,

nos refugiamos en los pliegues de la sábana,

como quien llega al último santuario.

 

 

 

Hadas verdes

 

 

Revolotean alrededor, como una tribu aérea y pertinaz

de ninfas de labios amargos y sueños de ajenjo.

Vienen de un bosque de metal quirúrgico

con melenas de celulosa y manos de vinilo.

Nos besan en la frente con un suspiro grisáceo,

con la indolencia de una burbuja de mercurio

que invade el aire y se derrama en las baldosas.

Se van juntas como un enjambre de animales de cuarzo

entrecruzando sus palabras de hielo y anestesia

hasta que el murmullo se torna un animal venenoso.

 

Palabras de éter

 

 

Alguien te arropa y miras al cielo, poblado de rapaces y nubes elásticas:

la cercanía física calma aquel lenguaje abyecto del azar.

Pasan horas, días, en salas blancas donde se murmura,

mientras las estrellas se diluyen en un cielo espasmódico, recio.

Volveré a ese salón de expectantes sombras,

de párrafos formulados por bustos invisibles,

de listas de nombres y números inflamables:

tendrán unos átomos de tu resignada luz,

una secuencia de tu llanto,

un poema de inciertas moléculas

que te devuelva la sustancia del corazón.

 

 

 

La poesía es una píldora

 

 

Este es la hora del autómata de la caridad;

reparte cápsulas para el olvido, ampollas para el sueño,

tabletas para el ánimo y despojos de albúmina.

Hay otros frascos de pastillas amarillas, unos inyectables,

tiritas para callarnos y algodón para mullirnos el pecho.

Nos deja una cena insulsa, una fruta abrasada en el frigorífico.

Vuelve con un frasco cerrado, lo deja en la mesa de noche:

No se ahoguen con esto, queridas mías,

sólo son los versos de un poeta extravagante.

 

 

 

Silvia Rodríguez

Del libro: Provincia del dolor. Colección Biblioteca Básica Canaria. Gobierno de Canarias, 2020.

 

 

 

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