Teresa Wilms Montt, escritora chilena nacida en Viña del Mar en 1893. Pasó un tiempo en un convento, donde empezó a escribir sus diarios. En 1916 se exilió en Argentina, con Vicente Huidobro. Luego se mudó a Madrid y por último a París, donde se suicidó a la edad de 28 años.
ESTE ES MI DIARIO
En sus páginas se esponja la ancha flor de
la muerte diluyéndose en savia ultraterrena y
abre el loto del amor, con la magia de una
extraña pupila clara frente a los horizontes.
Es mi diario. soy yo desconcertantemente
desnuda, rebelde contra todo lo establecido,
grande entre lo pequeño, pequeña ante el infinito…
soy yo…
VII
Dos senos de una blancura inquietante; dos ojos lúbricamente embriagados y una mano audaz de sensualidad, se han atravesado en mi camino. Una voz indefinible, como el hipo de un sollozo histérico, me ha dicho: Soy el erotismo: ¡Ven!
Y yo iba; iba siguiendo a esa bacante estrambótica, como sigue la hoja de acero al imán. Iba empujada por el misterio… Mis labios se helaban, y tenían en la garganta una opresión de hierro. Iba la mirada húmeda, los ojos claros como brillantes en alcohol…
Retorné, y mis labios estaban mustios, y mis ojos no veían, y mis manos enconadas contra ellas mismas, sólo querían destrozarse. Y en el alma, como una marca de fuego, traía la más horrible decepción. No estaba ahí; no llevaba esa bacante loca el remedio para mi mal de amor.
XXXI
Los sombreros me causan la sensación de cabezas cortadas y momificadas, y aquéllos de los cuales cuelgan bridas de colores, se me antojan cabezas arrancadas por mano brutal, donde ha quedado adherida una vena sanguinolenta.
Nunca puedo ver un par de guantes sin imaginar que son piel de manos disecadas y, en aquellos de color amarillo, encuentro algo repugnante de lo que empieza a podrirse.
Detesto las prendas de vestir olvidadas sobre la cama; hay entre ellas y los muertos mucha analogía. Vi una vez, en un asilo, a una loca muerta; y era lo mismo que ver un trapo violáceo tirado dentro del ataúd.