VALERIA ROMÁN MARROQUÍN – VIETNAM Elí Urbinaabril 20, 2020abril 20, 2020Poesía peruana, Revista Navegación de entradas PreviousNext Santa Rabia presenta un poema inédito de la talentosa poeta peruana Valeria Román Marroquín (Arequipa. 1999) Estudiante de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Publicó los poemarios feelback (Sub 25, 2016), Matrioska (APJ, 2018) y triza la luz (Meier-Ramírez, 2020). Publicó las plaquetas kriegzustand (auto-editado, 2016) y angst (Colección Underwood, 2018). Ganadora del Premio Nacional de Poesía José Watanabe Varas 2017. vietnam mi blusa favorita ya no es mi blusa favorita: su textura me hiere. con un dolor ridículo la acumulo, indistinta, sobre otras telas sin función. sopesar sus dimensiones es dar cuenta de los años que pasan y los centímetros que aumento y las lonjas a las que me aferro. de la mediocridad del sector vestido en materia de calidad. todo es desechable, y esto no es ninguna elaboración inteligente sobre el estado de las cosas, mucho menos una metáfora. todo es desechable: vendí toda la ropa que ya no me queda. esto no me otorga tranquilidad alguna pero vivo con la fantasía de ahorrar centavo tras centavo para alcanzar, lúcida y brillante, el despertar espiritual en un país asiático menor. esta es la fantasía de un colonizador, de los hombres blancos, y posteriormente de la industria cultural, primero las grandes editoriales y luego, una jugosa adaptación en el cine de hollywood; una mujer con cuarenta y tres años encima, rubia pero no tanto, guapa pero con mesura. una mujer masomenos bien acomodada en el ciclo de producción y reproducción del capital, con una vida sumamente aburrida, con tendencia al estreñimiento y a las várices por la rutina ejecutiva. una mujer agobiada por el holocausto que es reemplazar el espacio ocupado por el marido a la condición bélica de desplazarse a la frontera que es el divorcio. la línea argumental es agradable, una se siente identificada y piensa que la crisis puede ser atractiva de cierta manera, pero hay cosas que nadie te dice, como que es cierto que la clase alta posee glamour, y sin embargo, la pobreza tiene algo bellísimo cuando es vista desde un punto distante, como decir que aquello que la adorna son los lamentos de la vida magra. entonces una mujer, rubia pero no tanto, con cuarenta y tres años encima, compra un solo y único y obstinado boleto de avión hacia un país asiático menor, asiento en la ventana y clase económica –porque para el autodescubrimiento hay que aprender a desprenderse y dar todo lo material en contra de lo material–. yo, que soy una mujer en sus veintes, con un lugar poco privilegiado en la cadena de producción; yo, que poseo montículos de ropa que ya no uso. que poseo una crisis sin potencial en su argumento para ser literatura consumible o cine ágil, que mucho menos alberga sustento teórico que sea, quizás, interesante y moderno. yo, me miro al espejo. me miro al ombligo y pienso en los países asiáticos en general: malasia, singapur, tailandia, indonesia, filipinas, camboya, bangladesh, taiwán; todos países con gran desempeño en el intercambio comercial de la industria del vestido. países exóticos y miserables, todos pioneros en el sector de la angustia y la redención blanca. si mi fantasía crece, habré de tener esperanza de fundar mi paz mental al pie de la bahía ha-long, fundida entre una multitud agotada de noventa millones de vietnamitas. si mi fantasía crece, habré de viajar diecinueve mil trescientos cincuenta y cuatro kilómetros en un aproximado de veintitrés horas, atravesando el océano pacífico sin terror a los desastres mecánicos ni a la pereza de los pilotos. si mi fantasía crece seré incapaz de pagar el crédito para mi paz mental, de hipotecar las propiedades que quisiera para mí, fundida en la angustia de ser un solo sujeto en medio del decimosexto país más poblado del mundo. como observo sus rostros observo la curvatura de mi ombligo y el desgaste de la blusa que yo dije, mi favorita. no son daños similares pero si mi fantasía crece, si mis caderas se ensanchan, habré de vender lo suficiente: un closet entero, cajas, maletas. habré de llegar al viet del sur a encontrar respuestas; y si acaso la suerte no me suelta, habré de encontrar al fabricante de toda esta ropa rezando en la pagoda de la dama celestial por la prosperidad de la nación y la abundancia de turistas desolados por la tristeza contemporánea. entonces mi vida seguirá siendo la misma tras abandonar el aeropuerto internacional de tan son nhat en la ciudad ho chi min, pero recogeré para mí la lección del ayuno y la inmolación que los vestigios de este país asiático menor me entregan con amargo, ahora que calzo en los zapatos de una mujer divorciada y malagradecida con el brillo de la esclavitud del tercer mundo. observo la incomodidad de los locales y la distancia concreta de nuestros lenguajes. observo mi fantasía desmoronarse a medida que doy cuenta de mi narrativa particular. independencia, libertad y felicidad, ese es un lema que da cuenta de la historia nacional y el valor de sus habitantes; que es fácil de recordar y sugerente si acaso se piensa en los que llegan a la ciudad imperial, desorientados. independencia, libertad y felicidad; un único boleto, solo y obstinado, hacia vietnam. 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