131. Año 9: DANIEL SARMIENTO | Celebración de tu ciudad

DANIEL SARMIENTO (Bogotá, 1997). Estudió Literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente vive en Berlín, donde cursa un máster Estudios Latinoamericanos en la Freie Universität Berlin. En su obra poética examina la creciente devaluación de la experiencia en el mundo actual y la posibilidad de contrarrestar esta pérdida a través del acto poético. En su trabajo artístico busca mezclar la poesía con diversos registros artísticos y no artísticos.

 

Mayakovski me heredó su flauta y no la pude hacer sonar

 

Hoy no me hace falta

tender la cama.

Ayer viniste a cenar;

el pan con mermelada

es solo mío

como todo lo demás.

 

No soy bestia plástica

que calienta sus miembros

en una jaula y espera

la improbable jungla,

no me suena la flauta

de Mayakovski en la columna.

 

Nos chocamos las vértebras,

se nos quebraron las copas.

Hicimos el brindis,

no dijimos las palabras.

 

Ningún temblor visita

nuestras vértebras de vidrio,

no encandila la luz

nuestro espinazo de cristal.

Ruina intacta de mi jaula

el pan con mermelada,

ruina los huesos

de mi espalda sin jungla.

 

Me arrojaría en Petersburgo

contra cualquier avenida,

pero me luxaría el tobillo

saliendo por la ventana.

No necesitamos un dios

para poder olvidarnos:

borré contacto, me fugué

de sus terribles alturas.

 

Volveré a llamar,

será otro el número.

Tocaré la flauta,

nada sonará.

 

 

Que volvamos los sátiros

 

¿Cuándo se hizo la tierra

tan estrecha bajo los pies?

¿Quién ordenó los días

como paradas subterráneas

en el camino sugerido

hacia la muerte por Google Maps?

 

Tomos de epistemología y tomos

de gnoseología. Los topos

penetramos la tierra sin verla,

salimos de ella ya ciegos.

 

Y estamos tan juntos

de camino al trabajo, tan juntos

esperando imantarnos.

Y nadie tira

del freno ferroviario, nadie

grita vuelvan los sátiros.

 

Del túnel al bosque

túnel al parque por lo menos

hay un quitarse los zapatos

para circulación de las pezuñas,

un sacarse los cinturones

como hilo de ternera bridada,

un llevarse los tulipanes

y hacerlos orquesta de bronces.

 

Nunca más tendremos cuerpos

tan frescos. Nuestros labios

no son herencia de demiurgo

como pa no usarlos, las patas

hay que emerger al mundo

y robárselas a los sátiros.

 

 

Celebración de tu ciudad

No hallarás otra tierra ni otro mar.

La ciudad irá en ti siempre. Volverás

a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez

Constantino Cavafis — “La ciudad”

 

 

El hostel tenía tu nombre,

el de uno de tus poemas,

justo el tuyo.

Tú que me dijiste

que no hallaría otro mar,

otra ciudad;

que esta vida, mi vida

la he arruinado sobre toda la tierra.

 

El hostel tenía tu nombre,

justo el tuyo, en tu ciudad,

y por eso tendré que avergonzarte,

chancearte en plan de amigo

pa que dejes la bobada.

 

Tendré que avergonzarte contando

que me llevaste por tus calles,

por la dentadura cariada

de un cráneo sobre las aguas,

lo sobrante de mil imperios

ya cansados de serlo,

 

y que batiste caña y dátiles

para servirlos en mi vaso.

Tú que no podías ni comer

porque tu dios justo este mes

te manda encontrarlo, su corazón,

cultivando en tu estómago

el hambre de sus pobres,

 

y que luego de tu fuerte,

cerrado como tu estómago,

entramos descalzos a tu mezquita.

Para todas las altas golondrinas

se abrió una puerta de la jaula;

por allí pasaron los hombres,

las mujeres necesitaron otra,

 

y que cuando dieron las seis,

compraste pasteles y petardos

para sentarnos con los niños

en tu calle como infinita mesa

a la que llamamos a los hambreados

con una salva de cañonazos.

 

Ya te habrás dado cuenta,

ya sabrás por qué

tengo que hacerte esta chanza,

pasar esta vergüenza:

como todas las tierras, tu tierra

es otra tierra a la mía y mi vida

germina y se incendia

allí donde mi ojo decida.

 

 

Alejandría, marzo de 2024

 

 

 

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