162. Año 9: MACARENA ZILVETI | Dulce oscuridad

MACARENA ZILVETI (Santiago, Chile, 1961). Escritora, artista y diseñadora publicitaria. Llegó a Estados Unidos a los diez años, donde desarrolló una identidad bicultural y bilingüe que marcaría su vida y obra. A los veinte años escribió su primer poema, iniciando un camino literario que la llevaría a publicar en revistas como Linden Lane Magazine y en antologías como Lugar y tiempo de poetas y narradores, editada por Adriana Adriasola (1985). Graduada en Diseño Publicitario por la Universidad de Syracuse (NY), incorporó el lenguaje visual a su repertorio artístico, destacándose también en el ámbito del arte textil. Ha publicado el poemario Dulce Oscuridad (2024), ganador de una Mención de Honor del premio “The Juan Felipe Herrera Best Poetry Book Award” otorgado por International Latino Book Awards.

 

 

Llámame

 

llámame,
dijiste,
quémame
con esa lengua
de sabor a tabaco

¿llamarte?
encender
esa voz
que nunca se apaga

dudas
que permanecen
en la atmósfera

suben
bajan
lengüeteando
las paredes

ese sabor amargo
a cemento
áspero y seco
te corta
cuando te estrellas
y quedas

estupefacto

lla   ma   me

las llamas
crecen
ardiendo en la noche
chispeantes

rojas
amarillas

llámame
quémame
y veremos

suspiros
se evaporan
en la ducha de agua ardiendo
sorbos de aire
atragantados

juntándose
con nuestros cuerpos
que se estrellan
y rebotan

empapados
de angustia

llama,
me dijiste

lla ma mé
pensé

 

 

El huevo

 

ayer, cuando llegué
a la cima del cerro
pude apreciar el pueblo
amaneciendo a mis pies

mi lengua, áspera y seca
me pedía agua fría
pero no existía
en esa atmósfera árida

lo único que divisé
fue un nido
recién hecho con palitos
y peluzas encontradas en la calle
me acerqué y pude ver el huevo
lleno de esperanza
atento al cambio de estación

 

Una manta major

 

aguanté y me rebajé
en silencio
tragando
todas las torpezas
físicas y verbales
y desde luego
las que enferman el cerebro

producen esa inseguridad
demente y febril

las palabras se acumularon
y el exceso
brotó por mis poros
tantos años
encarcelando el crudo abuso

el chorro que se produjo
fue inmenso
la fetidez
inaguantable

décadas y décadas
de podredumbre
por fin sueltas
al aire libre

recuerdo

una voz diciendo:
“Ponte una manta
de teflón”

intenté
pero se rayó

el dolor no resbala,
va penetrando
por esa capa plástica
de color muerte

descubrí una manta mejor
mi cuerpo
atado a mis dos hijas
resbala más
que el teflón
y el color, a pura vida

rojo vivo
entrelazado por
tropezones y subidas

y amarillo
repleto de escalones
que deslizan
las ocurrencias de la vida

ya no me podrás herir más
esta manta no se rompe

al contrario

se fortalece más
y más

dejando atrás
una neblina impenetrable

con los recuerdos amargos
de mi vida
contigo

 

 

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