MACARENA ZILVETI (Santiago, Chile, 1961). Escritora, artista y diseñadora publicitaria. Llegó a Estados Unidos a los diez años, donde desarrolló una identidad bicultural y bilingüe que marcaría su vida y obra. A los veinte años escribió su primer poema, iniciando un camino literario que la llevaría a publicar en revistas como Linden Lane Magazine y en antologías como Lugar y tiempo de poetas y narradores, editada por Adriana Adriasola (1985). Graduada en Diseño Publicitario por la Universidad de Syracuse (NY), incorporó el lenguaje visual a su repertorio artístico, destacándose también en el ámbito del arte textil. Ha publicado el poemario Dulce Oscuridad (2024), ganador de una Mención de Honor del premio “The Juan Felipe Herrera Best Poetry Book Award” otorgado por International Latino Book Awards.
Llámame
llámame,
dijiste,
quémame
con esa lengua
de sabor a tabaco
¿llamarte?
encender
esa voz
que nunca se apaga
dudas
que permanecen
en la atmósfera
suben
bajan
lengüeteando
las paredes
ese sabor amargo
a cemento
áspero y seco
te corta
cuando te estrellas
y quedas
estupefacto
lla ma me
las llamas
crecen
ardiendo en la noche
chispeantes
rojas
amarillas
llámame
quémame
y veremos
suspiros
se evaporan
en la ducha de agua ardiendo
sorbos de aire
atragantados
juntándose
con nuestros cuerpos
que se estrellan
y rebotan
empapados
de angustia
llama,
me dijiste
lla ma mé
pensé
El huevo
ayer, cuando llegué
a la cima del cerro
pude apreciar el pueblo
amaneciendo a mis pies
mi lengua, áspera y seca
me pedía agua fría
pero no existía
en esa atmósfera árida
lo único que divisé
fue un nido
recién hecho con palitos
y peluzas encontradas en la calle
me acerqué y pude ver el huevo
lleno de esperanza
atento al cambio de estación
Una manta major
aguanté y me rebajé
en silencio
tragando
todas las torpezas
físicas y verbales
y desde luego
las que enferman el cerebro
producen esa inseguridad
demente y febril
las palabras se acumularon
y el exceso
brotó por mis poros
tantos años
encarcelando el crudo abuso
el chorro que se produjo
fue inmenso
la fetidez
inaguantable
décadas y décadas
de podredumbre
por fin sueltas
al aire libre
recuerdo
una voz diciendo:
“Ponte una manta
de teflón”
intenté
pero se rayó
el dolor no resbala,
va penetrando
por esa capa plástica
de color muerte
descubrí una manta mejor
mi cuerpo
atado a mis dos hijas
resbala más
que el teflón
y el color, a pura vida
rojo vivo
entrelazado por
tropezones y subidas
y amarillo
repleto de escalones
que deslizan
las ocurrencias de la vida
ya no me podrás herir más
esta manta no se rompe
al contrario
se fortalece más
y más
dejando atrás
una neblina impenetrable
con los recuerdos amargos
de mi vida
contigo