191 Año 9: MOHAMED AL-ATTABI | Yo, el extranjero

MOHAMED AL-ATTABI. Es un poeta y escritor iraquí nacido en 1989, que ha vivido la mayor parte de su vida en Kuwait, donde residió durante más de 20 años. Trabaja como editor jefe en la editorial Takween. Este contexto geográfico y cultural particular lo convierte en un puente importante para comprender la interacción cultural entre Irak y Kuwait, representando la experiencia de toda una generación árabe influenciada por la vida en el exilio o en la diáspora dentro de una misma región. Publicó en 2015 su primer poemario titulado “Una puerta que mira en mis ojos”, marcando su entrada al panorama poético árabe. Y en 2019 Lanzó su libro de poesía “El escape del viento de las ciudades de piedra”. Ese mismo año publicó también su colección de cuentos infantiles titulada “Todo estará bien”, editada en Beirut.

 

 

Yo, el extranjero

 

Tú eres el extranjero
no tienes hogar
salvo en los exilios de la sombra,
o en la huida del viento de las ciudades de piedra
o tal vez en una herida
que duerme en tus muñecas
y despierta en una noche interminable.

No hay cueva donde refugia tu soledad.
Caminas solo…
Te abandona el camino
te marchas, y el desarraigo es un bosque
que roba el tiempo y el sueño.
Caminas, y eres el extranjero.

No tienes hogar.
No hay huella de tu estatura
en los muros de la infancia.
No hay piedrecitas perdidas detrás del sofá
que alguna vez extraviaste allí.
No tienes nada.
ni recuerdos en el lugar, ni en el tiempo, ni entre las personas.

“¿Qué son los recuerdos?” te pregunta el extranjero.

Los recuerdos son la bofetada de tu madre
Por el café que derramaste sobre su vieja alfombra,
y la sonrisa de la hija del vecino
cuando escondías tus cartas en su mochila escolar.

No tienes nada de todo eso, extranjero.

Caminas solo…Y te abandona el camino.
Te devora la oscuridad.
“¿Qué es la oscuridad?” te pregunta la casa perdida.

La oscuridad es el pánico de una vela
ante el fuego que consume su cabeza
mientras se derrumba.

“¿Qué es la soledad?” pregunta el camino que te perdió.

La soledad es un árbol
que prestó su sombra a la noche
después de que los niños lo abandonaron
por la intemperie y la nieve.

Yo soy el extranjero, oh patria.
Soy quien despidió lo que nunca vio.
Soy quien llora lo que no puede perder.

Soy el andén de los puertos y el hijo de las salas de espera.
Soy las probabilidades del olvido en los cafés de los fugitivos.
Soy el óxido del banco abandonado frente al mar hundido.
Soy el náufrago.
Soy el perchero donde los que parten cuelgan sus hogares.
Y yo no tengo hogar,
salvo en los pasaportes sellados con sal y cera.

Soy el extranjero en cada casa,
el desterrado en todas las patrias
o tal vez…
en la huida del viento de las ciudades de piedra.

 

 

Un puerto que respira el deseo de zarpar

 

(1)
Estuve allí el día que el barco partió,
el puerto respiraba el deseo de zarpar.
marineros –cuyas manos esculpió el viento–
alzaban las anclas.

Me pareció ver
que los rostros en el muelle
eran el fondo de este mar.

Me pareció ver
que este mar
era un espejo del ave migratoria.

Me pareció ver
que esta ola furiosa
intentaba decir algo.

Quizá suplicaba un último abrazo.
Quizá había tomado prestadas las cartas del mismo correo.

Pero el muelle era alto.
Pero el sonido no llegaba.

 

(2)
Vi manos sin rostros saludando a los que partían.
Vi cómo se alzaban las anclas.
Vi sombras en el interior del faro encendiendo las luces.

¿Qué luz es esa que se reconforta en la oscuridad?
¿Tiende la sombra su mano hacia ti?
¿Quién toca tu puerta, que hoy se ha convertido en vela?

Sentí el aire más pesado que nunca.
Vi la niebla en todas partes.
¡Cuánto se parece la niebla a mirar con los ojos llenos de lágrimas!
¡Cuánto silencio había en los gritos de despedida!

 

(3)
Salvo el anhelo que percibes en el cuello de una mujer,
y las gaviotas que vienen y van,
todo aquí es desolador.

Desolador como la mueca de la noche.
Desolador como una camisa esperando en la silla de un ausente.
Desolador como rostros que no logras recordar.
Desolador como el umbral de una casa que crees reconocer.
Desolador como dos copas, una silla, y la espera.

Desolador como los detalles:
El suelo de piedra / el frío del cristal / el olor a sal /

los bancos húmedos / un anciano mirando al puerto /

un niño tras la ventana / las farolas / ojos perdidos en el vacío.

Desolador como esos detalles.
¿Pero por qué nos matan los detalles?

Desolador como tú,
como tu puerta, que ahora se convierte en vela.

Desolador como yo,
como quien solo ve la niebla.

Desolador como ese aire denso.

Desolador como esta pregunta:

¿Qué lleva el viajero en su maleta?

 

Álbumes de fotos / tu taza favorita /pequeñas figuras /

velas regaladas por quienes ama /tus cigarrillos,

que solo están aquí /abrigos para un destino lejano /
tus libros, que nunca te abandonan.

Todo lo que resume los años,
todo lo que contiene los recuerdos.

Así es el viajero:
lleva todo salvo su hogar y sus amigos,
y el perfume del anhelo en el cuello de una mujer.

 

Un solo testigo… y muchas muertes

 

El brillo de tus pupilas en la pausa de los días

cuando tu ocaso se filtra por la ventana del silencio;

verteré mi ensimismamiento en tu memoria,

oh tú, que me miras fijamente.

 

Oh, abstraído en la blancura del tiempo

¿Quién llenará esta tumba en mi corazón?

 

Todo final es un preludio para comienzos,

y todo comienzo, un cielo nuevo.

 

Comienzo en ti

con tu promesa impregnada de cera y limón,

la promesa de las arrugas en un exilio frío y lejano,

donde el suéter rojo/ el ardor del calor en una historia/ las charlas sobre las hermosas que se convirtieron en canciones/ una tos entre dos bocanadas de humo/ las direcciones de correo/ el llanto frente a la poesía/ el poema en la ausencia/ sobre el acto de “nada”/ sobre la ausencia…

 

Triste está la tierra

porque estoy lejos de ti.

 

Silenciosa está la piedra

porque estás lejos de mí.

 

Sonríes,

veo el azul en tu boca.

Lloras,

encuentro lágrimas en mis ojos.

Termino en ti,

oh, dolor de los finales y punzada de los sueños.

Te hablo de la fractura de la luz cuando estás solo.

 

Te recuerdo,

huelo la ausencia en la neblina de la noche.

 

¿Cómo te verá mi cielo?

¿Pasará mi llanto llevando tu lluvia?

 

Déjame recitar poesía,

prepara un rincón de esta eternidad

para dos hombros destinados al llanto,

para la compañía en el último tramo del camino…

para el mar que vaga en tus pulmones.

 

Hoy, te encontré aquí

te lloré allá ayer,

un solo testigo… y muchas muertes.

Una sola rosa te conoce
y los transeúntes que cosechan el tiempo.

Preparo tu tumba en mis sueños
pero me disputan los años.

Tu tumba es el otoño en su ocaso,
tu tumba es el inicio del amor,
tu tumba es el pasatiempo de los que pasan,
tu tumba es el rasguño de una lágrima en mi mejilla frágil.

Y entre mis labios y el suspiro,
envuelvo esta ciudad en sudarios.
Entre dos suspiros y un recuerdo,
inauguro el final.

Todo cielo es un final y una despedida…

Abro una puerta al primer amanecer,
cierro una ventana al último ocaso.

 

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