MAYA ABU AL-HAYYAT (1980), es una novelista, poeta y traductora palestina, nacida en Beirut y que vive en Jerusalén actualmente. Desde su primera publicación en 2004, Perlas de Azúcar (“Habat Min Alsukar”), ha publicado numerosas novelas y libros infantiles, así como cuatro colecciones de poesía. “You can be the last leaf”, es una antología de poemas seleccionados y traducidos al inglés por Fady Youdah, y publicados por Milkweed Editions (Minneapolis) en 2022. Sus poemas, han sido traducidos al Inglés, Francés, Alemán, Coreano y Sueco, además han aparecido en medios como Los Angeles Review of Books, Cordite Poetry Review, The Guardian y Literary Hub. Maya Abu Al-Hayyat ha dirigido el Palestine Writing Workshop desde el 2013, una institución que alienta la lectura a través de la escritura y proyectos narrativos con niños y maestros. Ha jugado un rol de liderazgo en el desarrollo de la literatura infantil, escritura y conducción de programas televisivos para niños como Ábrete Sésamo (“Iftah Ya Simsim”).
Trad. Luis Rodríguez Romero
NO PUEDES
Ellos caerán al final,
los que dicen que no puedes.
Será la edad o el aburrimiento lo que los alcance,
o la falta de imaginación.
Tarde o temprano todas las hojas caen al suelo.
Tú puedes ser la última hoja.
Tú puedes convencer al universo
que no representas ninguna amenaza
a la vida del árbol.
NOSOTROS
Sí, nosotros
los que alzamos nuestras banderas en cada oportunidad,
mencionamos a Palestina veinte veces en cada oración,
temerosos a reír por demasiado tiempo,
con culpa sobre nuestras fugaces alegrías,
nosotros los perseguidos
por nuestras identidades,
nuestros lugares de nacimiento,
y especialmente los lugares donde seremos sepultados,
nosotros, un poco malvados,
heroicos y obstinados,
los primeros en morir y, si es necesario, los últimos,
nosotros los nacionalistas, sentimentales, llorosos,
siempre llorosos
sobre niños que no conocemos
que pasan a nuestro lado
enviando o no una sonrisa hacia nosotros,
sus muchas preguntas y hábitos exasperantes.
Nosotros quienes mostramos nuestra mano muy pronto,
nuestro llanto por adolescentes
que pacíficamente se paran frente a nuestras casas
haciendo gestos, jugando
el juego de ser hombres,
y nuestro llanto por las madres, todas ellas,
las felices con noticias de embarazo,
aquellas que envían cartas por la TV
y a estaciones de radio, oh madres
que envían sus ropas de invierno una talla más grande
a sus hijos encarcelados,
sí madres
que regurgitan sus penas y lemas
como las historias nos regurgitan,
año tras año,
nosotros lloramos y lloramos
hasta que ya no lloramos más
y dejamos de bromear.
Mostramos nuestra mano demasiado pronto,
nosotros sabemos quiénes somos.
SUFRO DE UNA FOBIA LLAMADA ESPERANZA
Cada vez que escucho esa palabra
recuerdo las decepciones
que se han cometido en su nombre:
los niños que no regresaron,
las dolencias que nunca fueron curadas,
el recuerdo que nunca envejece,
todos ellos tienen la esperanza aplastada
debajo de sus alas mientras que aplasto
este mosquito en la cabeza de mi hija.
*
Los afligidos solo tienen lo desconocido.
Es su único sustento y herencia.
El dolor no tiene lógica. Todas las cosas redimen
el dolor, excepto tus preguntas racionales.
*
Deseo que nadie se vaya
y que nadie venga.
Cada partida es un golpe de ficción
y cada regreso
un pulmón perforado.
UN CAMINO EN EL QUE PERDERSE
Como el resto de ustedes
pensé en escapar.
Pero tengo este miedo a volar,
esta fobia a los puentes congestionados
y accidentes de tránsito,
a aprender un nuevo idioma.
Mi plan es una escapatoria sencilla,
una salida práctica:
empacar mis hijos en una maleta
e irnos a un nuevo destino.
Las direcciones me confunden:
No hay un bosque en esta ciudad,
tampoco un desierto.
¿Sabes de algún camino en el que perderse
que no termine
en un asentamiento de colonos?
Pensé en hacerme amiga de los animales,
de los adorables, como sustitutos
para los juguetes electrónicos de mis niños,
pero realmente quiero un lugar donde perderme.
Mis hijos crecerán,
sus preguntas se multiplicarán,
y yo no digo mentiras,
pero los maestros distorsionan mis palabras.
No soy de guardar rencores,
pero mis vecinos son muy entrometidos.
Yo no reprendo,
pero los enemigos asesinan.
Mis hijos crecen,
y nadie ha pensado todavía
en transmitir las últimas noticias de la hora,
cerrar los canales religiosos,
sellar los techos y paredes de las escuelas,
poner fin a la tortura.
No me atrevo a hablar.
Todo lo que hablo sucede.
No quiero hablar.
Preferiría desaparecer.
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