FRANCISCO MADRID ROJO (Ciudad de Los Andes, Chile.) Profesor de Historia y Geografía y escritor. Ha publicado la novela “La Melodía de la Huida” (Editorial Ñirre, Los Andes, 2020) y los poemarios “Llagas en el Paisaje” (Editorial Ñirre, Los Andes, 2021) y “El Suspiro de los Peces” (Editorial Signo Poesía, Santiago, 2024). Ha colaborado en diversas publicaciones literarias: “revista mal de ojo”, “revista Leyenarte”, “revista Proyectil” y el en proyecto “ArdeChile”, entre otras. Miembro activo de la Corporación Cultural Sembrando Letras, del colectivo poético “Versopoliss” y de la Sociedad de Escritores de Chile -SECH-Los Andes.
LUEGO DE LLEGAR DEL MANDADO ME DECÍAS QUE TODOS MERECÍAN UN PLATO DE COMIDA
Con lo que tuvieras te las arreglabas.
Una miga de pan era suficiente para alimentar al cardumen que llegaba a tocar tu puerta, cuando el hambre era más intensa que la pelea entre dos cetáceos disputándose el blanco de tu corazón. Agradecidos ellos, te regalaban una sonrisa verdadera, no importando que por dentro un océano de lágrimas los tuvieran secuestrados quizás desde hace cuánto tiempo. Luego de llegar del mandado, me decías: todos tienen derecho a un plato de comida, hijo. Mientras que, con tu cucharón de madera, sazonabas la cazuela de vacuno con el ramillete de especias que mezclabas como una mágica pócima de amor. Era así, yo lo vi. Como también vi tu claro pelo sumergirse en la nieve, cuando la noche de las horas se hacía más y más presente en tu coraza. Es así, yo lo viví, a tu lado entregado al inclemente paso del viento, que con su enorme manto te tomó en sus brazos y te llevó a viajar con él, hasta que la lluvia amaine y de nuevo vuelvas a besarnos, mientras miramos tu rostro romper con las olas, desde el viejo y oxidado muelle donde dejaste tu olor.
UNO DE LOS TANTOS DÍAS EN EL QUE MARIPOSAS INVISIBLES PERDIERON SUS ALAS.
Llega la hora de once —dice mi madre. Y en la tv a color recién comprada, muestran a unos perros que supuestamente hablan. Todos ríen anestesiados por la “noticia”, mientras en Palestina cuatro mariposas han dejado de respirar sobre la corola de su flor. Es así, mientras el vecino que no tiene televisor, asoma su cabeza por la ventana para tratar de no perderse el lenguaje canino. Ni siquiera se entera, ni se enterará, que cuatro mariposas como él nunca podrán aprender el abecedario de los perros, ni de ningún otro animal. Quedaron pendiendo de una estrella azulada, que decidió que esos pétalos son demasiado hermosos para que ellos los sigan regando, como lo han hecho a diario hace cientos de años.
Son las siete de la tarde, la once ya terminó, y el vecino y los perros han vuelto a sus hogares, sin siquiera haber olido el aroma de aquella dolorida flor, ni tampoco el llanto de esas cuatro mariposas invisibles que perdieron sus alas.
DESDE MI CAMA DE ARENA
(voces en Pisagua)
En una cama
En una cama de arena terminaron mis huesos
Custodiados por acantilados y crespas olas
Llorados por la camanchaca y las gaviotas
A los lejos
Allá
En la línea de nadie
Veo barcos que pasan indiferentes
Pienso: tendrán otros dolores que navegar
El sol se pierde tras el silencio
Y mis ojos vuelven donde nacieron los colores de mi piel
Me mataron en todos los rincones de la tierra
Solo sobreviví en el rumor del aire
Que sigue viajando hacia ti
Bañado en sal
Bajos estos cerros
Marco el lugar para que vuelvas a mí
En esta pampa
Milenaria y misteriosa
En esta pampa
Infinita y silenciosa
En estas cruces
Que apenas me nombran
Estuve
Estoy
Y estaré.