79. Año 10: CAMILA ORCHARD | Habitando el pasillo

CAMILA ORCHARD (Lima, 1993). Soy artista escénica y escritora, y a través de mis textos exploro temas vinculados a la memoria, el cuerpo y el afecto. Mi trabajo busca reflejar la complejidad de las emociones humanas y la constante transformación de nuestro ser en relación con el otro y el entorno. En particular, me interesa explorar la intersección entre lo personal y lo colectivo, y cómo las experiencias compartidas pueden moldear nuestra identidad.

 

 

 

 

HABITANDO EL PASILLO

 

Los espacios en las casas suelen tener funciones claras.

Sabes qué muebles poner en una habitación, en un salón, en una

cocina o en un baño.

Sabes para qué vas a un lugar u otro.

aún cuando decidas comer en tu cama y no en la mesa.

aún cuando decidas convertir por momentos el salón en gimnasio.

aún cuando el pasillo tenga un espejo y termines de peinarte ahí,

interrumpiendo el tránsito.

Porque los pasillos suelen ser lugares de tránsito.

Porque los pasillos no suelen ser lugares de espera.

 

Pero a veces

cuando no te hayas en ningún lugar

tal vez

esperando que te encuentren

habitas el pasillo

 

 

LA ESCAMOSA

 

me regalaste una escamosa

la dejé penetrar.

Culpaste a mi madre

te seguí.

 

El ecdisis periódico intenta persuadir la nostalgia,

le ruega transforme historias pasadas,

un salto atrás, cortas pegas

 

se enrolla

a ojos cerrados.   cercana a la nuca.

siento su lengua jugando con mi garganta,

creando tumulto entre mis cuerdas vocales

yo

despierto agitada sin entender por qué te acercas

silbo ausente de conciencia, ciega y alborotada

Ssssssss

ahogo un bramido.

Llamo a mi madre.

Acaricia mis escamas de metal

un destello tornasol crea énfasis sobre las que ella carga.

¿culpaste? primera advertencia.

tomé su mano

dejé la tuya.

 

me regalaste una escamosa.

 

JOURNALING

 

A veces quisiera —casi todos los días— haber vivido menos de lo que viví. Como arrepentida, como nostálgica. Antes, cuando solo soñaba, existía un millón infinito de posibilidades, y me gustaba perderme en ellas, sin plena conciencia de sus esquinas ni de sus espacios oscuros.

Hoy, me pierdo en lo que no puedo cambiar.
Si supiera todo eso y el tiempo volviera atrás… retroceder tal vez podría cambiar los pasos hacia adelante.
¡Perder el presente!
Nada me asegura que no se repita, que no sea el destino el invariable autor de profecías.

También pienso: ahora que ya sé, entiendo.
Ahora que ya sé, agradezco, aunque siga buscándole cinco pies al gato, le dibuje seis y me encuentre con los “te echo de menos” que susurro —extraña y extrañando—.
Algún día llegarán los abrazos iguales de nosotras, las distintas y nuevas.
Entonces, con alegría, te presentaré mi presente y encenderé la fogata para amasar juntas estos sueños de arcilla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *