84. Año 9: Nueva Época | ADRIANA GONZALEZ PASCACIO | Antipsicótico

ADRIANA GONZALEZ PASCACIO, de Tixtla de Guerrero, México, rebuscando posibilidades de expresión y en la reinvención diaria, escribiendo desde su posición como humana aprendiza de todo, plasma las identidades de sus ideas y vivencias, encontrando por fin una voz propia desde su historicidad. En la docencia profesionalmente, hoy, empujando el lápiz, con el fin de entender, de entenderse y compartirlo.

 

 

 

ANTIPSICÓTICO.

 

Lanquidity de fondo por Sun Ra,

me hace cranear profunda y negativamente sobre mi especie,

incluyéndome.

Detesto las sensaciones espesas y difíciles de transitar.

Tránsito de alerta,

se degenera mi membrana ocular.

No recordaba la cruda simpleza

con la que la hueste de la crueldad,

se deshace de lo que no entiende,

para lo que no se está preparado

ni se quiere preparar.

Será eso, o la falsa percepción que tengo de las interacciones.

Saben a humanidad

las simplificaciones

del tiempo,

sobre un pedazo de materia herrada,

sonoros cantos de un ave descarnada,

desterrada, como yo, como hoy, como siempre.

Jaguares detrás, naturaleza falsa, plástica, inerte.

Estábamos dementes.

Era consiente que la vida nos pondría de frente

solo por un segundo,

una milésima de nuestro vívido presente.

¡Ah!, el dolor de la insuficiencia crónica, genérica,

de la que padezco desde que el sol tocó mis huesos,

mis nervios, mi tez.

La última estocada para el fin preciso,

de un proceso de indecisos pero fulminantes inicios.

Sardónicas vistas entre ambas aristas

que se escurren sobre la urdimbre de metal,

otra cosa tenía prevista,

no te encontraba hasta que te diste final.

Hay encuentros inesperados, inexorables, irrepetibles.

Los seres más inestables,

tratamos de no ser tangibles.

 

Pienso. Repienso.

 

No castigo entonces las reacciones humanas,

vengo de una misma misantropía,

que quizá las causa

y nos llevan a donde por alguna razón debemos ir,

para aprender,

para entender,

para doler,

para existir,

para que nos duela,

para sentir

la presencia fría,

de un posible nunca,

de la posible sorpresa,

de lo que nos asusta y de lo que nos apresa.

No puedo más sobre este telar rojo,

los caminos evolutivos llevan su buen tiempo.

Ave que engulló mis ojos,

seguirá trinando posada en ti,

ya no tengo más aliento

ni te quiero descubrir.

Alega de más tu proceder,

y no tememos al porvenir.

Alegría de no verte ser,

indicio de un notable germinado,

¿se empezará a florecer?

Así empieza un desenlace continuado.

 

 

AQUÍ.

 

Sintiendo el hálito de este orbe, percibo como el tiempo corre

salpicando ideas inquietas que fulguran como estrellas, desde mi cielo discorde.

 

Deserto de un plano ufano, del desdén en la humanidad carcunda

quién llega e invade con vanos

deseos, afanes, ambiciones devotas de una fantasía casi incorrupta.

 

Claridades ocultas que no lograba divisar

¿Y qué es lo recóndito que no atinaba observar?

 

Es la gran multitud de diversos encuentros

personales y reflexos, que vienen de propios ecos

que luchan por salir de estar cubiertos

de carencias y falsedades,

dan la cara para enfrentarse, para toparse en lo consecuente

y abrazarse en lugar de ahogarse, a plenitud de la misma vida

todo en virtud de armonía, confiando en su pleno efecto

que cada vez más convexo, avanza y aumenta su espectro.

 

Pero cómo entiendo, si no les conozco

cómo me reconcilio con alborozo, con lo que no puedo sacar

con lo que cada tanto, me amenaza con matar.

 

Observo callada, veo una consciencia drenada

bajo un fuerte efecto de influencias que, en concreto,

te hacen sentir el todo y la nada, una vez despierto.

 

Porque encararse consigo mismo; con el pasado, con los abismos

con realidades que se perciben, como vértices inamovibles,

parece no ser accesible.

 

Pues los dolores van emanando, uno a uno voy enunciado

me voy topando con mis quebrantos y al ligero esbozo de llanto,

entonces me encuentro libre, tratando de sentirme plena,

con la consideración amena, que este proceso será en cadena.

 

Concatenar cada vivir, que se ha mantenido febril

darles paso a verse, aunque eso signifique roerse

al exponerlos van a reconocerse,

favorables y nocivos, erguidos van a rehacerse.

 

Dejan una sutil seda, de que cohabitan contigo

ayudan a construir un andamiaje

de tus momentáneas creencias

que, siendo parte de este viaje, van mudándose a la incongruencia.

 

Por fin las vas transitando, viendo que estás cambiando,

que estás vibrando en sintonía como tu adepto,

estrechando tus conceptos,

navegando tu podredumbre

pero aumentando la costumbre de reflexionar a fondo,

lo que surge en lo hondo de ese ser atestado

de memorias y antagonías

que va moldeando para la vida

causando puntos de partida

de catarsis postergadas

y momentos que permitan

sanar puntas encarnadas.

 

Es más difícil de lo que suena trabajar por una vida plena,

hay mucho que soltar, buscas evitar,

tienes que gestionar.

Por la salud de los procesos

te propones avanzar, retrocedes para impulsar

y es en espiral tu ideal para caminar.

 

Finalmente regreso a mi presente

¿Qué tan factible es que la mente te aliente?

A no quedarte con lo que veas, a proponerte esos “delirios”

de deconstrucción que conllevan a moverte, a no sentarte

a objetar lo que cimentaste y te das cuenta que esto es eterno, es infinito

por el mero gusto de un: existo.

 

Suelto las armas mortales de dejar castigarme en rituales

y veo menos distante no perturbar mi consciencia

honrando a mi ascendencia en sus haceres brutales

para poder eximir su presencia.

 

Sin cuidar la apariencia,

me veía entre nubes de displicencia

ahora veo el mundo con la certeza

que mis pensares y mis vivires

fortalecen mi experiencia

que se nutre del cambio mutuo

y al contacto no lo discuto.

 

A pesar de no ver sus frutos, entiendo que están madurando

intento quedarme por gusto, espero cosechar andando.

 

Aquí me quedo, aquí respiro,

aquí practico, aquí cultivo.

 

Aquí convergen mis insistencias

aquí subyace mi resistencia.

 

 

NARANJA.

 

 

La nebulosa gaita sonora al fondo, me erizó con una comodidad total,

un cálido bienvenir del aroma,

me condenó brutalmente a buscar entre las raíces de mi mente

tus cejas, tu nariz.

Con la vaga idea de que esto nunca pasó

revuelo de regreso

entre tus uñas

en un aire que me sahumó.

 

En la degenerada y atípica voz de mi superyó

mi vapor no se elevó.

Se estancó, se quedó

Y se disipó.

 

Eufonías inenarrables

departían en nuestros acercamientos,

eras lo que, en sueños no avistados,

me retaba a buscarte en este plano

pero los que nos entrecruzan,

simplemente a alejarnos.

 

Dosis bien medidas,

goteros de agonía

disfrazada de admiración

con toda la intención

accedí a petición.

 

En las insurrectas y erguidas ramas

de la decisión

fue mi armazón

la que desarmó mi pulsión.

 

Remembrando la actitud de coincidencias

la amplitud de esencias,

tu elevada forma

me deformaba

me enseñaba, me respiraba.

 

Y atestiguando

seres de nada,

agitaba mi bandera blanca

ante la gran mirada

de tu plenitud amorfa,

sin consistencia

sin lisonja

me declaraba la paz

removiendo lo mordaz,

dispuesta a somatizar

mis sensaciones estoicas.

 

La complejidad que es vivida

al interrumpir interacciones,

sin ni una o más explicaciones

se ve atravesada por la travesía

de estar, de ser.

 

¿Acaso estás?

¿Acaso estoy?

Eres y soy.

 

 

 

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