124. Año 10: TAL NITZÁN | La que nació sin lengua materna

Crédito de la fotografía: Bar Gordon

 

Nuestro colaborador, el poeta uruguayo Jorge Palma prepara un dossier de poesía universal contemporánea. Leemos en esta entrega a la poeta TAL NITZÁN. Destacada poeta, narradora y traductora, Tal Nitzán es una de las figuras sobresalientes de la literatura hebrea contemporánea. Ha publicado ocho poemarios en hebreo, y dieciséis recopilaciones de su obra han sido traducidas y publicadas en diversos idiomas, la más reciente en Turquía. Es autora de dos novelas – una de ellas traducida al portugués y publicada en Brasil –, un libro de relatos y seis libros infantiles. Con más de 80 obras traducidas, es la mayor traductora de literatura hispana al hebreo. Además de una adaptación del Quijote para jóvenes lectores y dos antologías de poesía latinoamericana, ha traducido a autores como Cervantes, Neruda, García Lorca, Paz, Borges, Vallejo, Pizarnik, Cortázar, García Márquez y Bolaño. Por esta labor, así como por su propia obra, ha sido galardonada de numerosos premios, entre ellos la Medalla de Honor del Presidente de Chile. Pacifista ferviente, Tal Nitzán editó la antología Con cincel de hierro: poesía hebrea de protesta, traducida y publicada en inglés, en francés y en español.

 

 

Rincón

(monólogo de un viejo guía de museo)

 

Y ésta, la última obra del recorrido, tal vez

les provoque cierta leve incomodidad: el prurito

que acompaña el goce del terror y la masacre.

Quién puede negar, no obstante,

la enorme contribución del arte de la guerra

al arte pictórico, qué pobre habría resultado sin Waterloo,

Stalingrado, las guerras púnicas, el sitio de París,

la conquista de Jericó y todas sus hermanas, alegóricas

pero no menos crueles. Henchidos músculos y estandartes,

las armas en ristre y caballos con las patas alzadas

en pro de la perspectiva, el arco de gestos

que van del coraje al pánico, las mil tonalidades

de la púrpura, metralla que hiende una nube,

en ocasiones, rubios querubines que contemplan el horror,

destellos sobre el metal, conflagración y llamas — y ahora,

por favor, dirijan sus miradas hacia ese rincón, abajo,

hacia esa mujer con sus ropas desgarradas

que se abraza a un bebé,

que tal vez fue dibujada de manera apurada

pues retrasaba al artista, deseoso de concluir,

de delinear su firma, así como ustedes ansían

visitar ya mismo la cafetería. Concédanle un minuto:

el bebé aún vive, extiende sus brazos

regordetes. No sobrevivirá.

Tampoco la madre.

Nadie en este cuadro sobrevivirá ni se despedirá

del mundo en su pacífico lecho. La mujer lo sabe.

Sus piernas huyen, como si hubiera intentado

escapar del marco y arrancarse del cuadro

pero su cabeza torna hacia atrás a pesar suyo

y su mirada se vuelve hacia la orgía del espanto,

su boca, horror, pero entre los alaridos de los hombres

se pierde su voz.

Y aunque tal vez no forme parte de mis funciones

he pasado tanto tiempo en su compañía

(a veces, ya cerrado el museo, regreso a casa

despacioso, caminando a lo largo del río,

siento que su espíritu flota junto a mí,

la lluvia moja sus harapos, su grito congelado—)

al punto tal que no puedo sino preguntarme

qué hubiera sucedido, qué forma tendría el mundo

si se hubiese trasladado su figura

desde un rincón al centro de la imagen,

si le hubiesen otorgado a ella y no a ellos­—

Perdón, disculpas, nuestro tiempo concluye.

Gracias por la atención, tengan todos

una excelente noche, pueden depositar

sus propinas en aquel sobre.

 

Traducción: Gerardo Lewin

 

 

***

 

La que nació sin lengua materna

caminará toda su vida

en su propio rastro

 

Su sótano se exhibirá sobre su cabeza

su casa no sabrá

que es su casa

 

A veces un pájaro muerto

se deslizará bajo su pie

fingiéndose tentadora hoja de otoño

 

el caramelo de otrora se disuelve sobre su lengua

al clavo oxidado sigue incrustado en su garganta

La que nació sin lengua materna

ya nunca soltará su lengua de niña.

 

Traducción: Tal Nitzán

 

***

El dinosaurio agoniza entre las rocas.

Dulcemente exhaustos, empapados en sangre,

nos afanamos serrando con pedernales

su gran cabeza depredadora.

Aún no sabemos

de la segunda cabeza.

 

Traducción: Tal Nitzán

 

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