139. Año 9: LUIS VARELA | Hacia una colina

LUIS VARELA (Cali, Colombia, 1987). Poeta colombiano que vive actualmente en Hamburgo, Alemania. Poemas de su primer libro Tomates (Entreríos, 2022) han sido traducidos al alemán y al portugués; además han sido compilados por Timo Berger en la antología Voces periféricas. Antología de poetas latinoamericanos en Alemania (Equidistancias, 2023). Ha participado en diferentes lecturas, entre ellas, la Hafen Lesung, un evento de carácter internacional y multilingüe. Los tres poemas seleccionados hacen parte del libro Tomates (Entreríos, 2022).

 

 

 

 

Hacia una colina

 

Antes del amanecer

llevan la primera vaca al matadero.

 

 

Si estás cerca, allá en Campo Alegre,

escuchas el chorro de agua en la nuca de la vaca,

un chorro fino que tranquiliza los nervios

antes del golpe

y el derrumbe.

 

¿Quién no lo reconoce?

¿Quién no lo ha sentido?

 

 

Las demás vacas que van en fila,

hacia una colina donde todos

tendremos que llegar,

inician un rezo suave,

mientras la neblina las bendice

y les acaricia el lomo.

 

Aquel coro imperceptible, absurdo, aterrador,

estrecha la vida en su final

y el brote de la primera luz.

 

 

Que brillen sus manos

 

Mi madre llamó para contarme

que se había soñado en una fiesta.

Una voz le dijo

que mi abuelo estaba achantado,

pero no supo decirle

dónde estaba.

Este domingo ofrecerán una misa por él.

Mi abuelo nos llevaba los miércoles

a comer pescado

con la mano.

 

Despacio, y en silencio, le quitábamos

las espinas, las juntábamos en un mismo plato

como si estuviéramos acumulando,

con cuidado,

el dolor.

 

Hoy te lo digo, amá,

donde sea que esté mi abuelo

espero que brillen sus manos

como si hubiera comido pescado.

 

 

Tomates

 

i

El amanecer te sorprende mirando los tomates

que se dan bien en tu ventana.

 

Un par de veces al día,

los riegas en pequeñas cantidades.

 

Eliminas las hojas más cercanas al suelo

porque son propensas a lesiones pardas.

 

Yo sé por lo que estás pasando.

Lo que habita tu pecho

le da gravedad, equilibrio,

a esta tenue y aún inestable madrugada.

 

No tienes la misma edad

de tus tristezas.

 

Algunas se hunden y se extravían

en la oscuridad de la tierra

de tu pequeño cultivo de tomates.

 

A las demás

les da el sol.

 

 

ii

Parto el tomate en rodajas,

espero que se disipe la ansiedad

y dejo el cuchillo en la tabla para picar.

 

Has venido hasta acá para hablarme de la luz

reposada de ese vaso de agua en la sala de espera

del consultorio psiquiátrico.

 

Te empecinas en que escuche

el hundimiento de la vida

mientras los pacientes ojean

una revista de variedades

 

descifra

qué animal extinto

recuerda la sed

en sus pechos.

 

 

iii

A un lado de la mesa

cada vez más grande y peligrosa

dices que es tiempo de dar frutos.

 

Pero las tomateras

cuando no pueden hacerlo

florecen.

 

Tratan de dispersar

sus semillas

y con suerte

encontrar lugar

en otra ventana.

 

 

 

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