15. Año 10: GILDA GARCÍA ROMERO | Parir un volcán

GILDA GARCÍA ROMERO. Puebla, México. Docente en áreas económico-administrativas y escritora. Primer premio de poesía del Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas (2024) con el poemario “Mujeres que hacen llorar a Dios”. Primer premio del concurso de poesía circundante de Ediciones Periféricas (2021) con el poemario “La Heredad de los Espejos”. Primer lugar del concurso de cuentos de ciencia ficción de la Feria Internacional del Libro Astronómica de la Universidad Autónoma Metropolitana en la CDMX. (2021). Primer lugar del concurso de cuento “Iluminadas” de ciencia ficción organizado por los colectivos Especulativas y Las sin sostén (2020).

 

 

 

 

 

PARIR UN VOLCÁN

 

Soy una gota de oro decía

soy materia derretida

he vuelto del centro de la Tierra

para contarles cosas interiores.

¡Miren! Se punzaba el pulgar

y al presionarlo salían gotas color ocre que chisporroteaban

cuando caían en el plato; ¡sangre volcánica!

Anne Carson, Autobiografía de Rojo

 

 

 

 

Dar a luz es parir un volcán.

Llamas crepitantes asoman por la vulva dilatada,

emerge un bebé amorfo a la superficie de magma.

 

Los volcanes son estructuras tubulares

que palpitan con cada suceso planetario.

Los hechos de calidad histórica

suceden cada cierto tiempo

y se graba en la memoria de las rocas.

 

Un parto deja marca en las cordilleras del epitelio,

nacemos dos seres humanos de venas verdes,

somos creaturas hijas de la mitosis estelar.

¿Quién es la madre y quien el hijo?

Es el neonato

quien carga con sabiduría de escombros paleolíticos,

es él, quien sabe de supervivencia aerobia.

Un ser nuevo.

Una pared sin rasguños.

Volcán que surge en medio del océano,

evento telúrico que agita continentes.

 

Soy la madre de un volcán.

En el centro del cráter hay órganos de ceniza

y energía crepitante de papilas de lava.

Mi hijo es un contenedor de fuego

yo, la tapa con la que se intenta disminuir la presión.

Ambos dinamitamos el territorio nuclear

nuestros huesos crujen a un ritmo tectónico

con efervescencia propia de seres desbordados.

 

Como presencias geológicas

mantendremos un vínculo eruptivo

indestructible como flujo piroclástico.

Las rocas que surjan de esa unión

proveerán nuevas tierras

nuevos pueblos.

 

 

 

 

 

ASCENDENCIA

 

En el vientre de mi madre, tomé la canasta.

Adentro de las tres piedras,

adentro de los trece palos,

trece veces envueltos,

soñé el mandato de las montañas.

 

Ámbar Past, Huracana.

 

 

Yo estuve en la hora de tu muerte.

No me viste   ni me oíste

estaba presente sin conciencia.

Me hallaba en el vientre materno.

Eran los brazos de tu hija los que te cargaron,

eran sus ojos

(nuestros ojos)

los que derramaron montones de agua.

 

También estuve ahí,

cuando los espíritus se repartían jirones de tu alma.

 

Te acompañé mientras el ventrículo se atrofiaba,

estabas al borde del umbral

recontando el pasado.

Tomé tu mano con otro tejido.

 

Ambas estuvimos prestas al borde de tu cama.

Lancé plegarias con manos incompletas.

Absorbí tu ausencia hierática

porque nunca te vi cruzar el rio.

Un tiempo fuimos un solo cuerpo

del cual bebí citoplasma nutricio

y vi caer a cuentagotas tus certezas.

 

Te fuiste en paz

evocando vida eterna

con el rictus anhelante.

 

Mientras tanto,

yo me preparaba para respirar

flotando en ríos de sangre ardiente.

 

 

 

MUJER CUATERNARIA

 

En medio de la caminata migratoria

la piel de bisonte le cubre el cuerpo raído por el frío.

Sus talones son cueros negros que cargan historia.

 

Hay una planicie en donde podrán descansar.

El homo erectus más viejo prende el fuego,

la manada gruñe, emiten cantos primitivos.

 

La hembra, ahora infecunda, con lanza ojival

danza para generar calor en el mundo.

Mientras se agita, vislumbra el pasado y futuro

profetiza el fin de la humanidad.

Sabe en donde estarán los tesoros más grandes

y ubica el posterior destino de las mujeres.

 

Ella siente la tierra rebotar en su vientre

los ríos se llenan con sus primeras lágrimas

las máculas en su cara son los meridianos del mapa.

 

Tiene el mismo dolor en la existencia

llora al amanecer con los colores del alba.

Sus huesos crujen con la carga de vida.

 

El sol está en su cenit,

la sed carcome la garganta trovadora

el río ofrece gotas de consuelo,

en el agua observa su rostro

y el de todas las mujeres que

millones de años después,

padecerán la misma necesidad.

 

 

 

 

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