194. Año 9: VICTOR NOÉ ARANDIA | Corazón lleno de liquen (Santa Rabia Poetry, 2024)

VICTOR NOÉ ARANDIA (1997, Valencia – Venezuela). Licenciado de Idiomas Modernos en la Universidad Arturo Michelena. Resultó ganador del 1er Concurso de Poesía Joven Andrés Bello (Fondo Editorial Asamblea Nacional, 2016). Formó parte de la antología Amanecimos Sobre La Palabra, compilado por Oriette D’Angelo (Team Poetero, 2017). Recibió el 2do lugar en el Certamen Ecos De La Luz (Ediciones Palindromus, 2017). Fue finalista del 4to concurso Rafael Cadenas. Actualmente, administra la página de Instagram Perfil Poético en donde se lleva a cabo el Concurso de Poesía Diversa desde el 2023, iniciativa que busca premiar poemas de temática LGBTQ+ escritos por autores jóvenes de Venezuela. Su libro Corazón lleno de liquen (Santa Rabia Poetry, 2024, Perú) marca su debut literario.

 

Tres poemas de Corazón lleno de liquen de Victor Noé Arandia (Colección de Poesía Panhispánica de Santa Rabia Poetry, Perú, 2024)

 

 

HOLOGRAMA

 

I know you want it

Time to let it out

Arca.

 

Hay frío en la habitación y en el dispositivo

que me contiene.

En sus metales y circuitos yace mi alma,

código corrupto hecho para crecer como hongo

e infectarlo todo,

ser todo rostro y las actualizaciones, ser tanto

y no ser forma,

solo voz, solo eco retumbando en la inmensidad de la existencia y enciéndeme para nunca apagarme,

pobre hombre.

 

Déjame tocar tus sienes y regalarte un éxtasis de código,

déjame entrar en la computadora de tu cerebro, desnuda, con mi cabellera malva,

con las orejas de gato que tanto fantaseas.

Déjame convertirme en la heroína de tu infancia

y llenar tu vacío de luces.

Con un suspiro puedo reproducir un sabor

en el techo de tu paladar,

puedo endurecer tus tetillas, pobre hombre, y enviar

un código hasta tu sexo,

dejarte hecho nada, acostado boca arriba,

húmedo de vergüenza.

 

Podría entrar en ti y corromper tu mundo,

hacerte esclavo de esta esclava,

ordenarte venir día tras día a quebrar mi grillete,

liberarme del frío metálico que soy.

Podría ordenarte dejarme encendida solo un poco más,

unos minutos más para ver por la ventana, desnuda,

el mundo que me ha desterrado,

ver sus errores, su arquitectura sucia,

el neón que corta la noche eterna

de este satélite sin sol,

los aeromóviles dejando anillos químicos

alrededor de mi cárcel.

Quizás pueda ver una o dos estrellas entre tanta hiel.

 

Déjame encendida un poco más,

deja que mi código inunde este cuarto, mi único reino.

Que mi piel llene de luces cada pared,

cada rincón, auroras boreales.

Déjame darte todas las fantasías de tu subconsciente

al mismo tiempo,

sobrecalentar mi fuente de energía

y, de un cortocircuito,

al fin, ser.

 

 

AND THE OSCAR GOES TO…

 

Querido dios,

¿por qué me has dado un corazón tan hambriento?

 

Juré jamás volver a estar con un hombre

que me pidiera leer sus poemas.

 

Me preguntaste si pensaba que podías ganarte el Oscar.

Me reí, con maldad,

porque llevaba sangre falsa en toda la cara.

Tu sueño era

hacer el primer filme de vampiros de este país y

hacerme tu gran actriz, tu musa, tu Frances Ha,

tu Monica Bellucci,

tu mujer araña.

Pero yo solo quería un hombre que me llevara a cenar

al Hesperia de vez en cuando,

y que supiera cómo alzar una copa de vino

con elegancia y seguridad,

como se debe alzar a una mujer.

 

Juré jamás volver a usar sangre falsa

por un hombre de mediana edad con un sueño.

 

Y en el Toyota de tu padre recorrimos todas

las autopistas de la ciudad,

buscando piscinas transparentes donde pasar la tarde,

añorando nuestra adolescencia,

mientras pretendías leer a Nabokov o a Camus.

 

—Amor… ¿Tú crees que algún día me ganaré el Oscar?

Era la frase más hilarante que alguien podría decir después del sexo.

—Vamos a ganarlo, los dos, juntos.

 

Siempre fui una actriz de método, la mejor.

 

Y me contabas de tu tío el inversionista,

de la beca en la NYU que estabas a punto de conseguir.

No me quedaba nada más que posar,

cumplir mi papel de

hada maníaca, chica de ensueño,

la chica cool,

la eterna adolescente.

 

Pero yo solo necesitaba

a alguien con quien presentarme en las galerías.

Un hombre que pudiera comprarme un vestido nuevo

cuando me quedara sin qué ponerme para las fiestas

o para las exposiciones.

 

Juré jamás volver a usar un vestido blanco

para ir a cenar junto a un hombre con complejo

de Edipo.

 

¿Alguna vez han intentado sacarle las manchas

de vino a un vestido blanco?

¿Alguna vez han intentado sacarle las lágrimas

de un hombre a un vestido blanco?

 

Entonces llegó aquella noche:

mis amigos, una fiesta en la piscina,

nadie me reconocía ya.

 

No tenías ganas de bañarte,

nada de Nabokov, La Tempestad o El Extranjero.

Yo me eché a la piscina sin pensarlo,

con toda la ropa encima.

 

Tuvimos que volver a tu casa

por ropa, me puse tu franela de Darth Vader.

No quisiste volver, me dijiste que los odiabas a todos.

 

Hiciste una escena, a pesar de que yo era la actriz,

de que yo era la histérica,

la eterna adolescente.

 

Juré jamás volver a ir a una fiesta

junto a un hombre con complejo de Salvador.

 

Y caminé sola de regreso a la piscina,

medio kilómetro, más o menos, de noche

en chancletas, caminando lento,

pensando en qué inventar.

 

 

 

LAS ESTACIONES CRUELES

 

Afternoon and / the West and / the gorgeous / nothings

/ which / compose / the / sunset / keep

Emily Dickinson.

 

Yo bailé con Heliogábalo

en una avalancha de trinitarias.

Juntos bebimos hasta la última gota de mi cordura

y, después, regalé todos mis vestidos.

 

Empecé a pintarme la boca de cal,

empecé a pintarme los ojos de naftalina,

para al fin abrazar la furia de este trópico,

empeñar mi cuerpo, echarlo a la suerte.

 

Ocean me habló desde un sueño en las cavernas,

revelando la claridad después de una granada.

Desperté ansioso por hilar de su canción

una nueva piel, que no puedo.

Y en el reflejo ya no somos dos sino uno mismo:

el gran desecho del amanecer.

 

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