PAOLA CAMPOS. Lima, Perú. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, docente de cursos de especialidad en las carreras de Comunicación Audiovisual Multimedia y Cine, en el Instituto Toulouse Lautrec. Apasionada por las letras y las buenas historias, es escritora novelista y poetisa; con ocho obras publicadas: Chola por una semana, Bésame…sí puedes, Torreja Lover, Chola 2 Justine, Alma Morada, Crónicas de ducha. Tres de sus novelas: “Diecisiete Horas”,“Negro”y “Alma Morada” concursaron en el Premio Nacional de Literatura de los años 2018, 2022, 2024, llegando a la final en la categoría novela. Su relato “Emilia Zola, el despertar del amor” forma parte de la muestra colectiva Cuentos y poemas de amor y amistad. Sus poemas “Equipaje del olvido”, “Ángel de mi pluma”, “Lealtad”, “Te imagino” “Silencio”, “Hoy tocó llorar”, “Volcán de la Pasión”, entre otros poemas, llegan a conmover al lector. Le escribo al amor, porque es la fuerza que nos mueve por un propósito.
EMILIA ZOLA, AMOR DE VERANO – CAPÍTULO DOS
Por un momento estuve observando el horizonte, el inmenso mar, que evocaba situaciones memorables en el mismo sitio donde me encuentro sentada. Siento que ese espacio me llama, me atrae como un imán. Mis sentidos se activan, puedo olerte, sentirte tan cerca, te tengo, eres mío en ese momento, escucho tu voz que susurra cerca de mi oído. Lo nuestro fue un amor de invierno, otoño, primavera, no solo de verano. Y estás frente a mí, tú y el mar son uno. Una lágrima que rodaba ligera por mi mejilla derecha me trajo a la realidad. Sonreí y le guiñé un ojo a la ola que reventaba en la orilla, como símbolo de un saludo coqueto.
Tomé mi cartera de paja, saqué el libro y me rendí ante sus páginas… Franco caminaba por la orilla, pasos cortos, sus manos apretaban y soltaban puños, parecía contrariado, triste. Se detuvo y miró al mar, se quitó la camisa, la tiró más allá, se bajó lentamente el pantalón, caminó mar adentro. Parecía un dios de ébano, cabello rizado corto, alto, fornido, un potro. En mi mente, el agua se abría paso para que ese cuerpo magnifico pasará sin hacerle daño. Sumergió su perfecta humanidad y desapareció por unos minutos. Grité ¡no! Cerré los ojos y no entiendo cómo, pero corrí hacia el mar para rescatarlo y todo pasaba en cámara lenta. Pasé a otra dimensión y allí estaba buceando y buscando a Franco. Lo sujeté de la cintura y subimos a la superficie, una fuerza nos jalaba hacia abajo. No podía perderlo a él también. Mis piernas poderosas se enfrentaron a la adversidad del momento y salieron airosas. Llegamos a la superficie, yo agitada hasta el borde del infarto, él como si durmiera plácidamente. El mar travieso se cobró y se quedó con mi trusa, no me importó. Solo rogaba a dios salir a la orilla, y así fue.
Ya en la arena, hacía de todo para despertarlo. Su magnífico rostro con labios gruesos, me invitaban a besarlo en lugar de darle respiración boca a boca. Su cuerpo de gladiador romano provocaba latidos en todo mi ser. Desnuda, encendida y decidida, me lancé hacia su dulce boca para resucitarlo… cinco, seis intentos, al séptimo sentí que su lengua iba cadenciosa con la mía, cerré los ojos y me rendí. Sus brazos me tomaron en todo su esplendor. Un beso largo, suave, con sabor a amor. Un giro inesperado en el capítulo dos. No hubo promesas, juramentos, nada. Mis ojos lo iluminaban como dos faroles en la oscuridad. Ébano y Marfil fueron uno, por horas. Calmó el fuego que ardía en mis entrañas, las caricias nos erizaban la piel, un baile horizontal interminable. Nos besamos y amamos como novios. El regalo perfecto del universo.
Caminé hacia el agua nuevamente, mi piel tenía vida, brillaba gracias a su sudor; miré atrás, él me observaba, sus ojos negros y su lenguaje no verbal pedían más, se levantó y venía hacía mis rulos mojados, los quería entre sus dedos, pero Poseidón tenía otro plan para mí, una ola furiosa me agarró desprevenida y me envolvió regresándome a mi realidad calurosa. Hasta ahora no entiendo cómo salí del mar sin trusa, todos me miraban sin decir nada. Yo no me había dado cuenta de que salía del mar como una amazona desnuda. Caminaba acomodando los rulos y los triángulos bordados. Mi mente, alma y corazón, además de la trusa del bikini celeste cielo, se quedaron con Franco en el capítulo dos de Amor de verano.
Un hombre corría con mi pareo, llegó a mí y me envolvió rápidamente. Señorita Emilia, cúbrase. El contoneo de caderas poderosas y desnudas se convirtió en una leyenda urbana en aquella playa de arena blanca y agua cálida.
Revisé mis cosas, el libro no estaba. Rebusqué por todas partes, en la arena, la cartera, debajo de la toalla turquesa, levanté el sombrero… El libro mágico llegó a mí con un propósito y luego simplemente desapareció.
Tuve un breve amor de verano, tan intenso como 365 días de pasión. El universo me devolvió por instantes lo que me arrebató en cuestión de segundos. El mar lo hizo realidad para mí. Ahora puedo mirar el océano de otra manera, no con tristeza sino con calma y amor. Con la certeza que habrá más capítulos en mi vida y el anhelo de en ellos no lleve trusa.