54. Año 10: MICHELLE PALACIOS | Testimonio [Cuento]

MICHELLE PALACIOS, nacida en 2002, es originaria de Tijuana, BC, México. Es actriz, escritora y egresada de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana en la UABC.

 

 

 

TESTIMONIO

Si le soy honesto, oficial, solo me tomé la libertad de observarlo en su último momento, ver como intentaba salvarse tomando lo que tenía a su alrededor sin lograrlo, en ese momento me parecía justo dejar que la muerte se hiciera cargo por lo que había hecho.

3 días antes.

No recordaba lo solitario qué era estar en casa después de tres meses de haber vivido en otro lugar, sin embargo, lo extrañaba. Poder descansar en paz sin escuchar ningún disturbio de algún otro paciente que sucumbiera ante la abstinencia del alcohol.

Podría decir que lo que me ayudó a seguir en pie fueron mis hijos, mi ex-esposa, la posibilidad de poder ejercer de nuevo mi trabajo, o un pasado que no quisiera repetir.

2 días antes

Ya me estaba esperando. Como siempre, era muy puntual. De espaldas se veía igual, pero ya que entré al café, se veía completamente diferente, y como secuela del trabajo, no podía evitar hacer una lista mental del porqué estaba así, de qué o quién lo habían ocasionado y hace cuánto tiempo, todo esto mientras guardaba la compostura y escuchaba su voz, que aún me parecía relajante, aunque en esa ocasión, cambió rápidamente cuando me di cuenta de los moretones en sus brazos que trataba de ocultar con su ropa. La marca de una mano en su piel era tan clara como una huella sobre tierra húmeda. Salimos de ahí y entramos a mi auto, la sangre me hervía mientras escuchaba lo que me dijo respecto a él y por qué lo hizo.

“- Eres un egoísta, ¿acaso lo extrañas?, nunca haces nada bien.” Trataba de estar lo más calmado posible, pero ni recordando lo que aprendí en mi rehabilitación, en mi carrera //de criminología//, o lo que me decía mi mamá después de sus largas “pláticas” con su esposo, lograba pensar claro.

Ese día por la mañana

Terminaba de limpiar mi casa cuando escucho el timbre de la puerta. De inmediato ellos corrieron hacia mí para abrazarme. Sentí que pasó una eternidad desde la última vez que los vi, no pude evitar apretarlos contra mi pecho, pero en eso, escuché un pequeño sollozo del más pequeño, pero cuando él trató de responder, su hermana mayor lo hizo por él, desviando mi atención a otra cosa.

Ella había cumplido 14 cuando estaba en rehabilitación, así que lo que recibió de mí fue una carta, la cual sirvió para acercarnos, el primer paso para tener un vínculo genuino de padre e hija, y su hermano recién entraba a la primaria, de forma temerosa, pero lo había logrado. Sin embargo, ambos lucían retraídos, preocupados por algo, igual que su mamá el día anterior, entonces solo suponía lo peor y de igual forma, encontré marcas en sus cuerpos. En ese momento no conocía otra cosa más que la irá, pero aún faltaba más y estaba a punto de descubrirlo, y cuando lo supe, no hubo quien me detuviera.

Cuando me divorcié de su mamá, estaba dispuesto a dejarla ir a pesar de lo difícil que pudiera ser, a darle lo que ella quisiera, pero no dejar de ver a mis hijos, y cuando me lo negaron en la ultima audiencia del divorcio, caí en un hoyo negro del que no sabía si podría salir, donde lo único que estaba cerca de mí era una botella, algo nuevo para mí, pero una vieja amiga del esposo de mi madre.

Ese hombre que no era más que un monstruo, que ni siquiera a hombre llegaba y mucho menos a padre o esposo, alguien que solo me hacía a un lado como desperdicio y que me miraba con desprecio, que en ningún momento de mi vida me llamó hijo.

Yo no pude hacer nada por mi mamá, en ese momento solo tenía 7 años. Ella recibía golpes por mí y yo solo ayudaba a curarla, después de eso, me decía ”paciencia hijo, no te dejaré pasar por esto, en algún momento se irá o se morirá y yo seguiré de pie para protegerte.”

Pero ya no tengo 7 años, ya no solo me quedé observando lo que pasaba sin poder hacer nada y dejar que alguien tocara a mi familia, que abusaran sexualmente de mis hijos, que violentaran a las mujeres más importantes de mi vida, no iba a dejar que se repitiera la historia e hice lo que mi mamá hizo por mí, salvar a los que más amaba sin importar el costo.

Dejé a mis hijos en su casa junto a su madre, ella me miró como si ya supiera lo que iba a hacer pero no me detuvo, lo cual me dio cierto impulso, //además de// que si algo salía mal o si necesitaba terminar de resolver algo, podía contar con ella.

Saqué al pseudohombre que estaba en su casa, y lo llevé lejos.

Lo noqueé y lo lleve a un lugar donde nadie nos podría encontrar, una habitación de la que solo yo tenía conocimiento debido a mi antiguo trabajo. Lo comencé a golpear sin cansarme. No tenía nada más dentro de mí que rabia y sed de justicia por lo que hizo.

Y por un instante paré y me tomé la libertad de observarlo en su último momento, ver como intentaba salvarse tomando lo que tenía a su alrededor sin lograrlo, en ese momento me parecía justo dejar que la muerte se hiciera cargo por lo que había hecho.

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