Alma Karla Sandoval | Asunción del verbo

Alma Karla Sandoval nació en Jojutla, Morelos, México. Estudió en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y de la Escuela de Escritores de la Sogem. Especialista en Enseñanza del Español como Lengua Extranjera por la Universidad Complutense de Madrid y magíster cum laude en Literatura Latinoamericana por la Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Cuenta, también, con las maestrías en Periodismo Político (EPCSG) y Ética y Construcción Social por la Universidad de Deusto, Bilbao. Doctora en Literatura por el CIDHEM, ha sido maestra en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay, así como coordinadora del Taller de Creación Literaria del Tecnológico de Monterrey, campus Cuernavaca, profesora de cátedra también en los planteles de Puebla y Santa Fe de esa misma institución. Ha sido representante de México y Morelos en diversos festivales, encuentros, así como jornadas internacionales de literatura en España, Colombia, Brasil, Guatemala, El Salvador, Panamá, Honduras, Nicaragua y Puerto Rico. Parte de su obra se encuentra distintas antologías de Iberoamérica. Su obra ha sido traducida al inglés, portugués, ruso, francés y rumano. Cuenta con los siguientes reconocimientos: becas del FOECA y del FONCA en 1999 y 2001. En 2010 fue galardonada con la Beca de Creadores e Intérpretes con trayectoria del PECDA para escribir un libro de cuentos. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo AMMPE, en 2011, y los Juegos Florales de Cuernavaca, Morelos, en 2012. En 2013 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano. Es Premio Mujer Tec 2015 en la categoría de Arte. Ganadora del Premio Nacional de Narrativa Dolores Castro 2015 y de los primeros Juegos Florales de Tepic, Nayarit, 2015, en Poesía. Fue reconocida con el premio Profesor Inspirador 2016 del ITESM. Se le concedió nuevamente la beca del PECDA para Creadores con Trayectoria en 2018. Seleccionada internacional para la residencia de Artes y Humanidades, Faber, en Cataluña. Ganadora del Premio al Mérito Periodístico en crónica 2019, del Premio Nacional de Poesía María Elena Solórzano 2019, del Premio Gran Mujer de México 2020 por su defensa de los derechos humanos y su libro Necroescritura de los días muy vivos, resultó ganador de la convocatoria de obra inédita 2019, de la Secretaría de Cultura del estado de Morelos. Cuenta con más de treinta libros publicados. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México desde 2020.

 

 

Lo que une a tu guerra con la mía

 

Deseos de romper la jaula,

aunque tu dolor tiene más música.

El mío, una sucesión de disparos,

de cañaveral con baba de tilcuate,

cenizas, lluvia negra con azúcar.

La vida da sed en tiempos de penuria.

Sabemos que los minutos acaban, que esa piel es anfibia,

sangre oculta, bajo tierra con rosas sin edades.

Lo posible, lo que marca a hierro ardiente

nuestras guerras, es la maravilla.

 

 

Trobairitz

 

Si fueras un pescado,

te arrancarían las escamas una a una.

Si tuvieras cara de muñeca,

te quedarías sin ojos el siete de enero.

Si te sentaras a la mesa y escribieras

“con este poema no harás la revolución”,

te dirían que ni con millones de estrellas

mitigarías las ansias de tu vulva.

Si inventaras la hoz o la rosa y un soneto

porque te han puesto de rodillas,

si al untarte tu sangre menstrual volaras,

te iban a disparar como a los gansos de otro libro.

Si obedecieras de cualquier forma te cortarían las manos.

Volverían a encajarte un alfiler en la razón.

 

 

Razón de olvido

 

A mi padre, el suyo lo encadenaba.

Atado, miraba escapar las mariposas

mientras jugaba con eslabones de locura.

Junto a él, un nido de quetzales nacía muerto.

Sus fantasmas volaban invisibles cuando acababa la golpiza.

A tu padre le quemaron la piel con cigarrillos

mientras la sombra del dinero

devoraba diamantes en la arena.

Soportaba pensando en tu sonrisa,

en la foto de una mujer abrazando en la nieve

la deformidad de un niño,

tu cicatriz de cigarro en la espalda repetida,

quemaduras en nombre de la acuarela de un pintor.

Ahora cuelgas sus cuadros como cabezas de leones.

Mi padre está vivo.

Pero lo encadena el recuerdo, tirador en el safari.

Yo sangro todavía. Tú bebes del odio a blanco y negro.

Nuestros padres son jinetes de otro fin del mundo.

 

Poemas incluidos en Teoría del fin del aire, El Taller Blanco Ediciones (2022).

 

 

Dos inéditos:

 

 

Asunción del verbo

 

No cariño, no fuimos enlazados por los ángeles,

no salvamos a la niña espectral

con nombre salpicado de nieve

en el país con lobos de tu abuela.

Acá se lee a Enrique Lihn

y todavía ensucio el mundo

con mi huella turista infectada.

Blastoestimulina desinflama la prisión vulvar

mientras el otoño quiebra el suspiro, nuestra adivinanza.

El largo rastro de un plástico sanguinolento

es su evidencia.

Granizará en tu rencor y el mío

hasta que otra sequía nos reúna.

Estar sin ser implica arrancar plumas de palomas beodas.

Solo creo en lo que he leído:

la anatomía de la hoja de un fresno en ciutat Meridiana,

tu voz en la zona franca de las tardes con Teresa

y esos basureros donde canta el agua granosa de los charcos,

tibios espejos de lo que no se siente

y nos inmoviliza:

una tundra, gel calmante en la mañana.

Tu beso, ahí, era lo que deseaban

defender los ángeles.

 

Intraphylum

 

Hay quienes te callan antes del coito.

Quienes no resisten el alcohol ni la verdad.

Quienes te contemplan como a un paisaje de Machado.

Quienes piden que hagas las paces con el mundo.

Hay los que lloran por un juguete y por su madre.

Quienes sueñan con matar serpientes con otro verso de Salinas.

Los que cuidas, pero es más dulce un amor imposible

que el amargo placer de tu talento.

Los que embarazan a otra pensando en ti.

Quienes mienten viajando a jardines ficticios.

Los que prefieren que no grites cuando tienes un orgasmo.

Los que hablan de libros que no lees.

Los que nunca te acompañan al clímax.

Los que leen los libros que ocultaste.

Los que aman a dios violando al diablo.

Los que escriben para impresionar al mundo.

Los que saben cuánto falta para adormecerte,

de esos nunca escapas, se van con su tic tac.

Los que sienten asco por tu clítoris.

Los que extrañas como a un manzano.

Los que huyen porque te saben terremoto.

Los que necesitas en diciembre.

Los que compran buen vino granate y muelen el café con niebla.

Los que sí saben bailar y escribir una carta que no envían.

Hay quienes abren su maleta y te regalan la aurora boreal.

Los que no quieres compartir, pero eres compartida.

Los de un poema sin después.

Los que empujan.

Los que ya no sabes cómo se apellidan.

Hay quienes te rompen poco a poco

y pasan la voz de lo dulce que es hacerte daño.

Hay quienes no se rinden hasta que te rindas

y eres tú quien los destruye.

Hay quienes no deseas volver a ver, pero los sigues esperando.

Pocos limpian la casa o lavan la copa donde servían una falsa comprensión.

Hay quienes compran un gato y un perro para que los recuerdes.

Hay quienes se quitan la máscara y son su padre.

Hay los tristes, los crueles, los lisiados, los ladrones,

los que siembran rosas o insisten en llevarte a su país.

Los que te dejan el condón adentro.

Los que duermen en pijama.

Los que se quitan el reloj.

Los que se afeitan sin máquina.

Los que evitan los espejos.

Los que no quieren decir que son muy pobres.

Los que abren un melón para encontrar una semilla negra.

Hay los extranjeros que no duran, serán extranjeros para siempre.

Los que regresan.

Los que persigues.

Los que van contigo hasta la orilla y te suben a un barco.

Los que te dejan sola en los velorios o en las premiaciones.

Los que se levantan del sillón en la terapia.

Los que te defienden a lo lejos.

Los que te transforman en lobo.

Los que no quieren saber cómo sobreviviste.

Los que sufren porque no te aniquilaron.

Los que no te soportan.

Los que desean que encuentres el tesoro.

Hay uno o dos que sí te escuchan.

Quienes encuentran el cadáver de un ciervo blanco.

Quienes te enferman, te engordan o desaparecen.

Quienes rescatan.

Quienes te llaman a costa de sí mismos.

Quienes perdonan.

Hay hombres que fueron ese capullo que rompiste.

 

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