ANTONIO DÍAZ MOLA (Málaga, 1994) ha realizado los estudios de Filología Hispánica y complementa la labor de investigación en la UMA con la de escritura creativa. Lector, sobre todo, del género poético, destaca como principales referencias a Rilke, Eliot, Ernesto Cardenal o Juan Ramón Jiménez. Su primer libro es Apostasía (ed. Pre-Textos), ganador en 2020 del XII Premio de Poesía Radio Nacional de España, y finalista de los Premios Literarios de la Crítica Andaluza. Algunos de sus poemas han aparecido en revistas de proyección internacional como Estación, Casa Bukowski, Parnaso y Cardenal.
ALTURA
Pobre de aquel que mira el cielo y siente
la incertidumbre viva de lo inmenso,
la frágil continuidad
de alas enlazadas
con la naturaleza desprendida
en su amplia luz de ascenso prometido.
Mirar el cielo ya es arrebatarse.
Tan solo un ave surca azul la altura.
Ave que vuela y trae consigo música
de antiguos continentes:
quien no la escucha nunca podrá ser
el canto que circula por el aire
a través de una boca que lo silba.
Mortal es la osadía:
silbar el cielo como si cupiese
al fondo del pulmón
el origen ficticio de salvarse.
(De Apostasía, ed. Pre-Textos)
PISCINA
Sonríes con los ojos llenos de agua,
como si hubiera que admitir
que la tarde contiene una piscina
y reactiva los pulsos por debajo
de ciertas superficies:
sol, césped, tierra: mundo elemental.
En el hecho legítimo de ser,
somos agua si lloramos o reímos,
pero también al nadar por debajo del hueco
de unas piernas abiertas en triángulo.
Sentir la luz afuera es pasadizo
hacia otra luz más íntima y total:
la parte de tu cuerpo caudalosa
donde cierras hundida la caricia.
(De Apostasía, ed. Pre-Textos)
FRAGMENTO
[…]
Al margen de la sociedad
nos creemos inmortales.
Introducir un elemento
que puede ser un dedo
o, en resumen, toda la humanidad.
Ganamos el placer vigente entre las épocas.
En un apagón de Nueva York
la tasa de natalidad creció
por el sexo justificado
de estar sin tele.
Nadie nos dirá nunca si hacer algo o no hacerlo.
Distinguimos impulsos que nos llevan
al beso circular de cada día.
Un ciclo de conductas necesarias
para entender al fin identidades.
El silencio es también parte del amor,
y un talismán-prodigio
que admite jerarquías y conciencia,
pero estalla el placer con un gemido
o en sangre de pañuelo de ser virgen.
Ardiente el dedo, entra en ti o en mí
y se esclaviza el gusto
al volvernos animales.
Hay una tradición clásica y simbólica
respecto al sexo
que exige una caricia
leve, suave, efímera,
y condiciona la ejecución
de tanta furia.
Pero tú lo pides.
Tú quieres que cambie el rostro
de mi labor diaria, que sea
un poco más cabrón
y muerda el labio, por ejemplo.
Se deduce que este deseo
crece en rotundidad de lo que ansía,
secuencia de incontables tentativas.
[…]
(Inédito)
Sinceramente me ha parecido Preciosa y muy real mucho sentimiento. Todo un profesional . Ole ole y oleee. Felicidades