Carlos López Degregori | «Variaciones victoria» (2022) Reseña y selección

CARLOS LÓPEZ DEGREGORI (Lima, 1952). Ha publicado trece libros de poesía entre los que se cuentan Las conversiones (1983), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002) Una mesa en la espesura del bosque (2010) y La espalda es frontera (2016). Sus poemarios son los capítulos de un único libro titulado Lejos de todas partes 1978 – 2018 que ha escrito a lo largo de cuarenta años y que fue publicado a finales del 2018. Campo de estacas (2014), Herida de mi herida (2015) y 99 púas (2017) son tres antologías de su obra editadas en Colombia, Chile y España respectivamente. También ha publicado A mano umbría (2019), un volumen de límites borrosos que reúne memoria, testimonios, poemas en prosa, componentes de ficción y ensayos. Su último libro es Variaciones Victoria (2022), un poema en prosa dividido en 32 fragmentos. Ha participado en numerosos encuentros y festivales de poesía. Sus poemas figuran en diversas antologías peruanas y latinoamericanas. También ha publicado numerosos ensayos.

 

 

CONTRAPUNTÍSTICA LOPEZDEGREGORIANA ANTE UNA GAMMAGRAFÍA ÓSEA

 

 

Por Julia Wong

 

Búsqueda del alma, subsanación de cavidades dentarias, literatura de la sombra del habla, el bla bla de un canon primaveral, un corazón palpitante de deseo y la mirada hueca de un Dios seco ante la montaña musical de Johann Sebastián Bach.

Variaciones Victoria, de Carlos López Degregori (Máquina purísima, 2022)

El último monumento a la creación de CLD es una introspección extirpada de un gabinete personal que se arriesga a exhibir mutaciones en su colección de curiosidades. En estos textos precisamente hace gala de Variaciones dentro de una estructura que resulta inamovible a primera vista. En una vitrina donde  pareciera  reinar la muerte,  la  Victoria craneana, dispuesta de tal manera que se sostiene en un axis fijo, resultan  sorpresivos y renacidos  los cambios musculares, ópticos y circunstanciales en una organización estética y comunicativa desde su devoto afán  por sostener  sus reflejos creativos emanados del fervor a lo divino. El sonido se transforma en imagen y permite así la maleabilidad de órganos que dependen de un esqueleto anclado , suficientemente pétreo, donde  un exquisito lenguaje de interrelaciones  entre el yo, el tú, el nosotros y los otros concluyen en repercusiones  en su entorno cultural, como la piedra  donde Dios fundara su iglesia o el  arduo sillar arequipeño. Todo converge: el andamiaje biológico, el paseo por una cartografía  de la labor  sacra o pictórica  universal como una suma teológica  que se adhiere  a esta  geometría,  la glotis profundamente peruana del poeta. Erróneamente la piedra o el hueso, que se creen estacionarios e inmóviles, permiten una inesperada diversidad alquimista, por el renovado lenguaje del observador aprehendiendo sus objetos observados.

Esta múltiple operación  es la que  ejercitara  Bach, con sus 30  variaciones * sobre un tema musical que ha penetrado en la memoria y en el placer auditivo universal. Aquellas notas que  empezaron a entrelazarse en pentagramas ardientes hasta alcanzar  su magnánima expresión  en  tardes familiares  ,en las cuales  solo a Juan Sebastián se le ocurriera jugar con las posibilidades  de Goldberg su discípulo. Considerada como una de las mayores composiciones musicales de la  capacidad humana para vincular mística, placer  y gozo , pericia  armónica, melodía, canción pagana, espectáculo  y pasión sacra, las Variaciones empiezan a  desasir y maquinar una columna vertebral  a través de la cual  se desprenden. El piano o clavicordio de JS Bach, la almohada que roba los secretos nocturnos al silencio y como una zapatilla roja que se niega a ser enclaustrada en noches de obediencia, se permiten la diversificación de un primer éxtasis en 30 momentos mágicos e inolvidables. Esta misma intención parece reflejarse de la arquitectura literaria que construye CLD en Variaciones Victoria, un trabajo que interrelaciona literatura , imagen, museología, plástica, mística y sobre todo su credo personal ,  ansia de ser convertido, perdonado  y sacramentado por el lector , como una confesión pública de su  entusiasmo por la historia e histeria del arte, donde música y palabra  transforman al cadáver  en  caminante generoso  y amante del prójimo que se levanta de la tumba y se echa a andar.

Las Variaciones Victoria, son tesoros de altísima elucubración lirica que se vinculan con cada pentagrama inoculado de clave Bachiana. Quizás pueden encontrarse similitudes de ímpetu o discordia e intentan avanzar en paralelo hacia el epitome mayor que es exactamente esa concordancia multiorgiástica donde las variaciones son una y todas a la vez.

La victoria es en conclusión solo una, la base que sostiene la alegoría fundacional hedonista y desenfrenada del hombre, como reflejo de una casa poética, que invita a lo sagrado o a un Dios auscultante a compartir el alimento sustancial, pero reelabora un andamiaje de efemérides y reflexiones en ese territorio. El exceso, donde la sobriedad se libera.

El lugar del alma

La gammagrafía es una ciencia que examina las fisuras que ocasiona la vida en los huesos, y aunque CLD dice que un cráneo nada siente, un cráneo es tan vital cuando admite lo que, sobre el baile, es el piso donde danza expuesto el bailarín y su fe solo se verbaliza ante el último respiro, ante la numerología secreta de la perfección.

Una gammagrafía cuenta la historia de lo que parece más cercano a la muerte, pero exactamente es ese elemento calmo sin electricidad aparente donde todo puede suceder.

Son 30 claroscuros donde el poeta pareciera sucumbir al abigarrado espacio que la noche y la muerte alimentan en un interludio siniestro y macabro. Lo contradictorio es que, al nombrar todos estos recovecos en la cueva interior de un necrófilo, surgen momentos de vitalidad inigualable. Cuando Bach toca, se levanta el polvo y el telón, y en un cruce de manos el intérprete actual pudiera sacar rosas sangrantes de un teclado.

Una serie de aliteraciones, no de las palabras si no de la semántica profunda tanto de en la composición recurrente de Goldberg y los oxímoros complejísimos de CLD, abre el portal hacia esa nota que valía mas de mil luises o que es impagable, pero que es el secreto tanto de Bach, como Leonard Cohen y del poeta, esa nota que David y Carlos “played to please the Lord”.

Las operaciones eruditas de CLD, compuestas sobre  una gnosis  cronológica  estructuralista y  el expresionismo  gótico de las Variaciones,  compele a  sintetizar en el momento de la lectura, las notas  del clavicordio que repercuten  involuntarias y a la par  necesarias, a medida que uno  asume la presencia de Victoria y sus  pretensiones cada vez menos secretas: revolucionar los lóbulos parentales  que  conjuguen músculos y nervios humanos con el ojo vaciado de  un dios musical, porque sonar es orientar . La voz poética busca asir la música sacra que actúe salvífica en su laberinto, descubriendo el secreto de su plural enigmática divergencia y a la vez de su unidad ósea, o ese acorde vinculante con el cielo. Volviendo diáfano al escritor desesperado  en medio de su batalla geométrica  a favor de la belleza , al lector displicente que  empieza a transformarse en un jardín de luces con cada dato enciclopédico, es ahora el cómplice  después de cada parpadeo  provocado por la miel invisible del éxtasis ,  además de un  oyente converso que dibuja una O mayúscula  armonizando oído, ojo, boca y tiempo  del genio perdido, desde un novísimo anhelo filosófico , reverbera la poesía peruana y la sitúa en una cumbre donde no haya valor cambiario que la monotonía por la falta de coraje pueda siquiera intuir.

  • Las variaciones de Bach son 30 divergencias basadas en Un Aria y concluyen con un Aria de Capo a fini. ( 32 piezas en total ) Llame a mi hija Aria porque quedé embarazada en una época en que no podía dejar de escuchar a Bach especialmente  el Aria, de donde emanan las demás.

 

 

 

VARIACIONES VICTORIA (2022),

de Carlos López Degregori

SELECCIÓN 

 

I

Llegó envuelta en periódicos dentro de una caja de cartón. Antonio Ciudad, un amigo médico, me la trajo de la Facultad de San Fernando porque yo le había comentado mis inquietudes y recuerdos. Mi primera vocación fue la medicina y sabía que muchos estudiantes tienen cráneos para sus estudios de anatomía. El visitante era así la sombra de una antigua inclinación. Señalaba una línea con el pasado y una perplejidad. Además yo albergaba entonces un pathos romántico que ya no poseo. Supongo que por eso permití que entrara en mi casa hace casi treinta años.

Un cráneo en nuestro espacio privado supone una descolocación. Es el nudo de una existencia clausurada que accede a nuestra cercanía. Al principio todo es asedio. ¿Quién fue? ¿Se trató de un hombre o de una mujer? ¿Cómo vivió su infancia, si acaso la tuvo? ¿Por qué la realidad lo condujo a los márgenes?  ¿A quién recordaba con insistencia? ¿Por qué extravió su identidad y acabó en los gabinetes anatómicos?  Cargué la caja con cuidado y ubiqué el cráneo en un espacio superior de mi biblioteca. Durante meses imantaba mis ojos cada vez que entraba en la habitación, hasta que se volvió invisible como sucede con las realidades y cosas que se tornan familiares. Es una traslación paulatina: el sujeto desaparece y se convierte en objeto. Cesa su existencia. Pasaron varios meses y un día me convencí de que necesitaba un nombre. Será Victoria, me dije. Victoria: tres sílabas como campanadas de advertencia.

 

II

Nombres comunes y nombres propios. Así aprendimos en los pupitres de madera del colegio. Pupitre es un nombre común. Con la aguja del compás dejábamos nuestras marcas en la superficie de la madera: una línea, una inicial, algún dibujo incomprensible. No importaba que nos castigaran, porque era más importante contrarrestar la pluralidad del mundo. El nombre común es un universal. Designa una clase de seres: todos los pupitres que han existido y existen, también los que aún no han sido fabricados. El nombre propio señala un ser único que transcurre en una porción de tiempo singular con principio y fin. El nombre propio es identidad y diferencia: el uno enfrentado a los otros vertiginosos que nos rodean. Al poner un nombre somos pequeños dioses. Así ocurre cuando bautizamos a nuestros hijos y adquieren un contorno en el instante de nuestro soplo. Cráneo es un nombre común. Victoria es solo Victoria. En sus huesos empieza un río que cesará cuando se desvanezca su nombre y vuelva a ser un cráneo.

Ahora es Victoria. No puede haber un error al deletrear su nombre, tampoco una omisión. Victoria es la diferencia que se opone a la indiferencia.

 

III

Dos cuerdas en mis manos. Una para atarme a mí. La otra, a Victoria. Todos necesitamos atarnos al tiempo, al amor que es un caracol, a los espejismos. Atamos nuestro exterior para que no huya el interior. Atamos el interior para que el exterior se abisme y pueda consolarnos. Trenzas, cintas, guedejas, cadenas de piel o luz: así inmovilizamos frisos o elefantes, fijamos los ojos ciegos de las estatuas, anudamos las llaves de nuestra casa, el tímpano de los días perdidos.

Dos cuerdas en mis manos. Con ellas tejo una enorme red y me convenzo de que Victoria es mi araña de amor. Temo a las arañas y al amor, a las mariposas lanudas que trazan caminos en la noche, a las escolopendras. Victoria es una escolopendra, una princesa montada en una mariposa lanuda que me ata para carnar. Yo la desato. La duermo en mis pensamientos, la descarno. Soplo con una flauta china su martillo-yunque-estribo que ya no están. Algún día no estaré y seré un nombre común. También se perderán mis huesecillos auditivos y no reconoceré mi nombre propio cuando me llames.

 

IV

Victoria no es mi retorcimiento mórbido ni está aquí para embelesar. Ella es una silueta que solo sabe roer. Memento mori, repetía un liberto al oído del general que recorría triunfante las calles de Roma. Ave, Caesar, morituri te salutant, vociferaban los gladiadores antes de iniciar el combate en el circo.

Victoria roe sin dientes, desgasta el aire con los treinta y dos alveolos vacíos de sus mandíbulas. Recuerda que eres mortal. Extiende tus manos que ya no saben asir ni acariciar, ocúltate en los errores de tus ojos. Desciende al centro de tu cuerpo: allí hay cavernas, formaciones repugnantes. ¿Qué ocurriría si la piel no nos envolviera y retiráramos los músculos? ¿Quién soportaría mirarnos? Extispicium. Descubre agüeros en las entrañas. Queda lo que se pierde: gotas de orina, colonias errantes de corpúsculos, pompas, flema, pus, hilillos grumosos de semen. Caen pulverizados los objetos que has reunido en tantos años, mueren tus soldados de plomo que por una secreta simetría son también treinta y dos. Cuelga carcomida la sirena alada de madera que te obsequiaron. Se desvanecen las letras de tus libros, los trenes que silban en tus túneles-oídos, las arañas de organza, el pequeño esqueleto de tu caja de música.

Escribo Vanitas con esa V que le robo a tu nombre, con V de Venablo en-Venenado

Treinta y dos veces V

Como Gladiadores

Como Ecos contendientes

Como Narcisos Caracoles

V   V   V   V                                                   V   V   V   V

V   V   V   V                                                   V   V   V   V

V   V   V   V                                                   V   V   V   V

V   V   V   V                                                   V   V   V   V

 

V

Guiados por luminarias, Adán y Eva siguieron un largo camino de arena hasta algún lugar entre el Tigris y el Éufrates. Allí fundaron un segundo Edén de árboles escuálidos y rosas de polvo. Tuvieron muchos hijos e hijas, aunque las escrituras solo recuerdan a Caín, Abel y Set. Adán murió a la edad de 930 años y sus hijos edificaron un túmulo para guardar sus restos. Cuando vinieron las primeras lluvias que anunciaban el diluvio, Noé recogió el cráneo de Adán y lo guardó en el lugar más profundo del arca. Antes de morir, se lo encomendó a su hijo Sem, quien muchos años después se lo entregó a Melquisedec.

Melquisedec buscó una tumba en la base del monte Gólgota que en arameo significa Monte de la Calavera: un macizo óseo enorme que después sostendría la cruz del hijo de dios. Allí, en una cantera abandonada, sepultó la forma sustancial que continúan todos los otros cráneos que han existido. Es el modelo primigenio, el arquetipo. Mira ese innumerable río de cabezas calvas que se repiten con leves variaciones hasta llegar a la tuya. Si tienes suerte alguien te salvará del diluvio y buscará un nuevo Gólgota para ti. Yo solo puedo decirte al oído:

Dichoso eres, porque has contemplado este misterio.                                  Ama tu polvo.  

Entona esta música de huesos.

 

 

 

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