Carmen Palomo Pinel – La morada del aire

Carmen Palomo Pinel (Madrid, 1980) es doctora en Derecho Romano, materia de la que es profesora universitaria. Compagina su labor docente e investigadora con la escritura poética. Ha obtenido diversos premios de poesía, como el Premio «Miguel Hernández» (Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Madrid, 1998), el I Premio de poesía «Ángel Herrera» en 2001, el I premio de poesía Universidad San Pablo CEU (2002 y 2003), I Premio Concurso Internacional de sonetos «Memorial Bruno Alzola» (2006). Ha sido también finalista de los premios “Gerardo Diego” (2015), “Pilar Fernández Labrador” (2020) y “Antonio Salvado” (2021), y ha obtenido el accésit del premio “Gastón Baquero” (2021). Diversas antologías han recogido una muestra de su obra: Poemas del Tren (Universidad San Pablo CEU, 2004), “Al Hidalgo Poeta”. Antología en homenaje a Miguel de Cervantes (Edifsa, 2016), Antología de Poesía Iberoamericana Actual (Ex libric, 2018), “El ciego que ve”. Antología en homenaje a Antonio Colinas (Edifsa, 2021). Ha publicado poemas en revistas literarias como Troquel. Revista de Letras, Tiberíades y Crear en Salamanca. Una muestra traducida al italiano ha aparecido recientemente en la revista Atelierpoesia. Ha llevado a cabo recitales en cafés literarios y en lugares como el Instituto Cervantes de Nápoles, el XIX y el XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca, tertulias poéticas como «Esmirna» o «Viernes del Sarmiento», la SGAE, el evento cultural EncuentroMadrid o POEMAD, festival de poesía de Madrid. Su libro Glosas al fuego mereció en 2016 el I Premio Internacional de Poesía «Francisco de Aldana» y fue publicado en edición bilingüe (español-italiano) por Hebel Ediciones, de Santiago de Chile.  Su libro Las costuras del hambre (Esdrújula Ediciones, 2019) ha resultado ganador del II Premio Esdrújula de Poesía (2018). En 2021 obtuvo el accésit del premio Pilar Fernández Labrador por su obra Un silencio habitado, de entre más de 1400 participantes. Ha sido publicado por la Diputación de Salamanca. También en 2021 ha resultado ganadora del I Premio de poesía “Gravitaciones” con su obra Madre de cenizas, de próxima publicación.
 
 
 
 
I.
 
Digo sí. Sí, sí, hasta que las cosas estén en las palabras, y vivir no sea una equivocación, y mis ojos te digan quédate y te quedes. Es la mañana. Me miro las heridas, la metralla del sol, y quiero vestirme como una vestal, y voy al armario. Facta mirabilia. Buscaremos una isla en la que podamos ser humanos. Yo cerraré la puerta pero existirá el mundo. Más allá de mi fuerza, existirá, y digo sí. Cerraré los ojos y seguirá existiendo esta santa ignominia de quererte, y te querré más allá de mis ojos, digo sí (porque sí es el envés de la pregunta). Búscame, búscame. El viento se ha llevado la flor que no tenía. Me tropiezo con todos los misterios. Qué extrañeza vivir y qué extraña la vida. Qué abundancia vivir. Todo es vigilia. Aun cuando no vemos nada. Sobre todo cuando no vemos nada. Sonreímos y nuestra sonrisa es un haz de arquitecturas en el aire. Dame un tiempo para el tiempo, que le sea cuna o tálamo o sepulcro. Amar el rescoldo más escueto del día es hoy una cuestión de vida o muerte. Déjame en paz, aunque sepamos ambos que la paz no existe. Déjame en paz, que digo sí y tú dueles. Es la noche en el día, y digo sí. Es el día en más día, y digo sí. Sólo salva vivir con una herida abierta. Una herida es la condensación de todos los mundos posibles, de todos los que han sido y serán -el que es es un beso efervescente-. Las heridas, los besos, son iguales. El futuro es un campo cubierto de cadáveres inmunes. Yo te invito a un amor del que no se vuelve vivo. Te convoco a una fiesta del despojamiento. Mis ojos arden como torres arrasadas por una hermandad de pájaros. Te he mirado. Entre la piel de la rosa y la morada del aire se abre un filo por el que caminamos, y es la única vía transitable. Y digo sí. Ser hijo del asombro de la sombra. Y el instinto animal que nos cimienta, y nuestra sutil arboladura tratando de huir del pálpito caliente de los roedores que temen la muerte. Pero siguen ahí, amantes, todavía, las cenizas. En esta tarde cierta, y digo sí, porque quiero quererte y digo sí, sí, sí, he vivido, he vivido y digo sí.
 
(De Glosas al Fuego, 2016)
 
 
II.
 
Mi hijo más pequeño no comprende la muerte.
Me dice cada vez que piensa en ella
mamá, el sol se hará muy grande, se tragará la Tierra
y sólo eso es la muerte para él.
No los abuelos, no mi pecho en sequía.
Pero pienso en que es sabio, pienso
en esa muerte suya planetaria,
en esa cósmica orfandad
de hombres sin Tierra,
de humanidad partida sin retorno
en patera metálica
a un mundo frío y nuevo.
Pienso en lo que significa adiós
y en lo que significa para siempre.
Pienso en los ojos blancos de las estatuas griegas,
espectrales mandorlas despojadas de signo.
En una amada tumba en Père-Lachaise.
En tantos muertos dando vida a tantos árboles
dando hogar a tantos pájaros.
Y que en algún momento
el universo entero será un sepulcro helado.
Que Venecia y Durero y la Venus de Willendorf
pasarán
pues qué son.
Y en ella sobre todo. Pienso en ella,
en la nada, en la       , en la         .
Que no es pensable, pero yo la pienso
torpe y tímidamente, como una enamorada.
Quiero llevarlo todo en mi nave nodriza
preñada del dolor y la belleza
de las cosas que mueren.
Mi nave, que no viaja al norte ni al sur
al este o al oeste,
que va siempre hacia dentro.
 
(De Las costuras del hambre, 2019)
 
 
III.
 
Y cuando vengan —porque al final vendrán—
tus pesadillas, hazte digno de ellas.
Sin dilación sacrifícales tu espalda
combada de tanto sujetar la noche. Ofréceles el grito
como una disonancia que acrece tu belleza.
Dales en fiebre y en trepidación
lo mejor de ti, tu sustancia mordiente.
Luego comprende, con morosidad y deleitándote,
porque la comprensión es abono del asombro
y el axioma es veneno de sí mismo.
Porque tras comprender se vuelve a la ignorancia
o a un brevísimo atisbo de certeza:
goza la eternidad por un momento.
No tengas miedo. Crea.
 
(De Las costuras del hambre, 2019)
 
 
IV.
 
σύμβολον (de συμβάλλω, reunir):
objeto partido en dos del que dos personas
conservaban cada una la mitad.
 
Donde otros ven un vaso de agua
contemplo todo un mar precipitado,
una tela finísima de lágrimas
sobre la piel del mundo.
La belleza me lleva de la mano
a un modo extraño de sentirme sola
sabiendo que no estoy sola del todo,
porque mi soledad también es
símbolo.
 
(De Un silencio habitado, 2021)
 
 
V.
 
No importa: háblale al aire. Las palabras
se escuchan
a sí mismas. No precisa de oído
la lectura leyéndose.
¿Añade acaso el ojo más belleza a lo bello?
Importa lo que es
por ser, y tan solo
su siendo justifica.
Nominalismo, hay cosas
que, aunque no tengan nombre,
son
existen
nos muerden.
Hay palabras que salvan sin que nadie las lea.
Qué más da si la flor se oculta al ojo humano
qué más da si la hoguera
crepita para nadie.
 
(De Un silencio habitado, 2021)

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