ELEONORA FINKELSTEIN – EL LUGAR MÁS PELIGROSO DE LA CASA


Eleonora Finkelstein es poeta y editora. Nació en Mar del Plata, Argentina, en 1960. Estudió Literatura en la UNMDP y Teatro en el Conservatorio de Arte Dramático. Trabajó como actriz y profesora de teatro durante 10 años. Es autora de los libros Hamlet y otros poemas / Hamlet and other poems (Edición bilingüe, Fairfield University, USA, 1997); Las naves (Las dos Fridas, Chile, 2000); Delitos menores (Melusina, Argentina, 2004 y 2016); Todo se transforma (Valparaíso México, 2017); Grandes inventos (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2018); Partes del juego (Editorial Lilliputienses, España, 2018); Ne l’oublie pas: je mens (Edición bilingüe, Al Manar, Francia, 2019) y Tutto si trasforma (Edición bilingüe, Fili d’Aquilone, Italia, 2020). Es autora, además, de numerosos artículos y traducciones. Desde 1991 reside en Santiago de Chile, donde se desempeña como editora y directora de publicaciones de RIL editores. Es co-fundadora y directora de Ærea. Revista Hispanoamericana de Poesía, y de sus colecciones de poesía y traducción.
 
 
 
EL LUGAR MÁS PELIGROSO DE LA CASA
 
 
Dying
 Is an art, like everything else.
I do it exceptionally well.
 
Silvia Plath



Es muy temprano y ya
dejé listo el desayuno.
Tengo un cuchillo enorme en una mano
y no recuerdo qué tenía que cortar.
En la otra, sostengo una taza.
¿Quién de los dos soy ahora? ¿Soy ella, soy él?


El agua hierve y sobre un estante alto
hay una fila de productos de limpieza
(fuera del alcance de los niños).
Mejor detenerse ante el peligro:
pensar en el orden, la secuencia lógica.
Sí, esa manía de la reconstrucción.
Siempre tuviste esa manía:
¿cómo, cuándo, dónde fue que todo comenzó,
quién era yo, quiénes éramos, quién era ella, él?
 
Pero ahora hay que pensar en la inminencia.
Porque, en este exacto momento y lugar
todo está a punto de pasar y para siempre. 
¿Ya lo mencioné?
Hay una fila de tóxicos listos para ganar la guerra.
Pero algo no encaja en este asunto: soy un hombre
(porque es imperioso hablar genéricamente)
que tiene un dedo ensangrentado
(ya sabes cómo sangran los pulgares)
y me quemé el brazo
tratando de sacar algo del fuego. 
Cosas que pasan. Accidentes,
¿quién puede hablar del destino en estos casos?

Tengo que hacer memoria, ¿qué tenía que cortar?
A veces creo que si despertara de pronto,
a pesar de este aire tan viciado, quizás
todo seguiría ahí como el primer día.
Lo dudo, siempre me equivoco.
¿Y si tomo valor, pego un portazo
y salgo a esos lugares abiertos?
¿Por qué no? Seguir adelante sin pensar:
“les pido mil disculpas, mil sinceras disculpas
por tantas molestias y adiós”.
¿Quedará todavía alguien vivo en esta casa?
Pero debo intentar ser razonable, recordar, qué, qué,
qué tenía que cortar y si la llave del gas quedó cerrada.


No entiendo por qué asoman esos animales
embalsamados entre los azulejos y toda esa sangre de mi dedo
que ya está formando un charco. ¿Eres el león decapitado,
la leona decapitada o algún otro animal que terminó en esta selva? 
No entiendo qué hacen aquí estas cabezas como trofeos,
con sus melenas, sus ojos de vidrio humano y mostrando los colmillos,
si nunca preferimos ese tipo de decoración
como castillo medieval de medio pelo.
Cerrojos cofres rejas herrajes negros barrotes.
Esas cosas de clase media.
¿Por qué siempre estás con la mente en cualquier parte.
¿Verdad que este vacío podría ser una gran broma
o crees que el asunto alguna vez quedará claro?
 
Qué manía con eso de los significados.
Siempre tuviste esa manía
¿Quién podría cargar a pulso esos baúles?
Tú menos que nadie con esos huesitos de pájaro.
Amor, ¿sigues allí o te extinguiste?
¿Me recuerdas qué tenía que cortar, si cerré la llave del gas,
si nos queda veneno? Es que tengo tan mala memoria.
Y creo que el sueño puede llegar en cualquier momento.
¿Quién podría culpar al destino en estos casos?
 
 
LECCIÓN DE ANATOMÍA
 
Esta es la Escuela de Medicina.
Esta es la materia del cuerpo.
Más allá, el horizonte, el bisturí.
Más acá, el corazón, la cabeza.
Hay que tener cuidado
tengo los ojos en carne viva.
 
Aquí es donde todos juran entender
cómo funciona. Juran saber.
O ver. Dominar.
Pero, ¿cómo se puede ver con
los ojos en carne viva?
¿Cómo vamos a entender si morirse
es al comienzo de la muerte?
 
Pero que no te tiemble el pulso, por favor.
Esta es una caricia peligrosa.
De filo.
Pone bajo amenaza
los huesos, el pelo, las uñas
la piel y la mala conciencia.
 
Se puede aún llegar más lejos:
hasta la parte gris,
donde tenemos a Dios
y a la idea de Dios,
que hay quienes dicen
es la misma cosa.
Quién sabe.
 
 
PLATÓNICO SUICIDA (O MELODRAMÁTICO DE LA COSA MISMA)
 
He estado trabajando mucho.
Trabajando mucho
para conseguir que esto
coincida con algo que entiendo bien.
Pero los bordes no calzan
O se ven demasiado las juntas.
Por un lado, la forma
Por el otro, su espectro.
Un ectoplasma que desborda
por los cuatro costados.
Y no gano nada con intentar cubrirlo
o contrastarlo. Ni siquiera
con aceptarle que se quede.
“Soy otra cosa, otra cosa”
declara con su sola presencia.
 
Dado este problema,
a veces pienso que el límite es perfecto,
la única medida humana.
La belleza, en cambio, sigue ahí
con su belleza.
La verdad con su verdad, etcétera.
 
Ahora bien, permítanme dudar de la justicia.
 
Pero insisto y soy tan torpe,
está a la vista:
se escuchan soplidos cuando
trato de acomodar la boca.
Casi se puede ver la transpiración
y el cansancio de los músculos.
Estas palabras quieren decir algo, brillar
Pero siempre llegan sobrecargadas
o huecas.
 
Porque el asunto ese del ritmo es un veneno.
Y apenas lo pienso vuelve
a escucharse la respiración entrecortada,
el esfuerzo de artista callejero.
Pero el asunto ese del sentido
es un veneno peor.
Es que, como reflexiona el poeta:
¿Por qué sale calabaza
cuando quiero decir adiós?
Siempre la luz y la materia
Siempre esa idea de la luna.
 
Miro por la ventana:
El cielo, arriba,
con su simulacro de cielo
El suelo, un sólido perfecto,
siete pisos más abajo:
 
Es una suerte que siempre
tengamos a mano la salida.
Una alegría que podamos
(en última instancia)
hacer aún calzar perfectamente
el cuerpo con su sombra
(o con lo poco que nos queda de cierto)
y sacarnos este peso de encima.
 
 
SE ESTÁ MURIENDO
 
Las patas lastimadas de nuestro perro
contra la piedra. La sencilla enfermedad.
¿Acaso no la escuchaste venir,
acaso no la escuchaste nombrar mil veces?
Hoy, el agua en el techo encontró
la única forma razonable de entrar a la casa.
Con el mandato de ese Dios nuestro
que nos prefiere muertos por la eternidad
y vivos por un rato.
Así es: agua sucia de los techos.
Agua maldita que recorrió tantos años para llegar
a mojarnos un poco la cama
los muebles, los zapatos,
las pobres patas lastimadas del perro.
y toda una generación de pasmados
mirándonos las caras
como harían unos extraños que se cruzan a mitad del río.
-Adiós…
-Adiós…
Lo dicho: mucho menos tiempo vivos que muertos.
Moribundos siempre.
Inundados, sin aire, sin tierra que pisar.
Alzando las velas:
ahí ondea la esperanza, ahí se agitan los deseos y ahí
llega todo junto con esas nubes negras
a punto de rasgarse
sobre un pobre sueño sin cabeza.
No trates de esconderte:
la muerte es un asunto natural
sencillo, razonable, práctico.
Tanta poesía, tanta rabia
corre por mi cuenta.
 
 
EL FUTURO ES UN VIEJO CADÁVER


I
 
Siempre al frente, todo lo que se pueda imaginar:
un mar mínimo, tus propios ojos,
un mar enorme, estas últimas hojas en blanco.
El bosque líquido en la superficie y las profundidades
con su perfecta industria montada allá adelante.
No te hundas. Respiremos.
 
No conviene esperar tanto,
puede que se haga tarde.
Demasiado futuro y al segundo intento
olvidamos nuestra verdadera cara,
nuestro verdadero cuerpo
aquello que deseamos y conseguimos
acá mismo, atrás, hace ya décadas.
Respiremos de nuevo.
 
II
 
Por mi parte, voy constante pero un poco perdida.
Ya sé que tomo riesgos inútiles:
ridículos, heroicos, vulgares.
Ninguno perfecto porque sigo aquí,
cuando debí haber muerto hace siglos
junto a mis antepasados.
 
Pero todavía me gusta hablar de ética, de los griegos,
del beat, de cocinar como mi abuela y de las hierbas frescas.
Lo cierto es que soy siempre la que anda en las cornisas,
¿me alcanzas a ver, a escuchar?
Me digo, adelante, hacia adelante,
y me aplico a la sola idea de que la intensidad
termina por alumbrar bien el camino.
 
Pero ya han pasado tantos años
desde aquel tiempo que llamábamos futuro.
Por entonces creíamos, y lo habríamos jurado,
que el mundo aún tenía arreglo.


III

Ahora, deseo la vida de un árbol o una fruta,
Crecer y envejecer, así, como una verdura.
O una cosa con menos voluntad de marcha.
Y no es que quiera morir, no. Respiremos.
Solo quiero dejarme estar, al menos por un tiempo.
Que me lleve el espacio en su barriga y que vaya adónde quiera.
Estoy cansada de ser yo misma todo el tiempo.
De funcionar como una máquina. 

Ya lo sé, no es Saturno. Es el mismo cielo trastornado.
No hay adelante, ni atrás:
estamos rodeados por un fuego sin metáforas.
Un gran fuego indiferente que también tiene sus planes.
El atardecer es de color barro claro y el sol
tiene ese rosado moribundo.
No es tan fácil apenas respirar, pero no te hundas ahora.
 
Los que llegamos hasta aquí estamos
cansados, pero reuniendo fuerzas.
No hace mucho, encontramos un par de razones modestas:


1) Futuro es el próximo segundo.
 
2) La verdad no es una suma de datos.
 
Respiremos.
 
 
ARTIFICIAL
 
A la palabra árbol
no le queda bien el verde.
Pesada como es, salvo en las piernas:
una negra y la otra inexistente.
El verde es para la serpiente
porque toda la noche
sopla una “s” interminable
en el reproductor que puse 
debajo de mi almohada: sibila sable
sol sulfúrico siniestro.


Árbol es negro como la sombra
Y sombra, a su vez, insecto:
vibra en la batalla por la luz.
Ahora, recién ahora
podemos levantar los ojos al cielo
blanco y negro
para ver las aves avanzar en círculos
de colores. Lentos porque sí.
Porque no se “avanza en círculos”, es cierto,
pero una cosa es seguir
y otra es empezar de cero.


Y cualquiera diría que “cero”
es una palabra completa
y sin embargo está vacía.
Es sospechoso, raro.  Por ejemplo:
mi nombre –y no se trata de invocarme–
es una palabra llena
de vocales abiertas. Como una luna.
Sin embargo, yo también
debería llamarme menguante, artificial
O vacío como cero
Como sombra o serpiente.
Venas y veneno para ustedes: rojo y negro.


Esta es una fiesta de disfraces
Cada uno elige, hace lo que puede
y  quizás consigue lo que quiere.
¿Porqué no?, si tenemos la misma religión,
si esta es una larga noche de carnaval,
una Venecia dorada y oscura o el mismo
verde o cierto azul en Río de Janeiro
u otras fiestas turísticas o mentiras perfectas.
Paganos, devotos, artistas: siempre brilla lo que se ve.
Con máscaras todos comerciamos libremente,
con lo que tenemos y con lo que no tenemos:
nunca, nada, nadie es lo que dice ser, lo que parece.
 
 
LAS BUENAS DROGAS
 
Nada de aquí adentro
está en disputa.
Esta cabeza es mi patria.
Toda mía, con todo
lo que trae adentro.
Puede que tenga
algunos problemitas:
ciertas bestias al acecho
unos fantasmas delicados
que suelen susurrar obscenidades.
Y lo típico:
ansiedad, insomnio,
ganas de no mover más
ni una célula y sentarme
a dormir, morir, callar.
 
Pero deténgase, por favor,
a pensar un poco en todo esto:
se acaba.
Y se acaba de la peor manera
la vida, el amor
cada una de las cosas
por las que trabajamos.
Y lo peor:
nada nos garantiza
ni que esto pare con la muerte y sea todo,
ni que continúe el sueño como dicen
los delirantes, los sacerdotes, los poetas
¿Es algo horrible, no?
Más de lo que alguien
puede soportar por varias décadas.
¿Le parece poco?
¿Le parece que algo
de ansiedad, de insomnio, etc.
es la gran cosa?
Y no me venga con vueltas.
Deje de preguntar
por mi madre
por mi padre
por asuntos privados.
Eso es inadecuado
Una grosería.
Deje de preguntar, entonces,
y de una vez por todas,
deme la receta.

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