ELEONORA FINKELSTEIN – EL LUGAR MÁS PELIGROSO DE LA CASA Elí Urbinaagosto 6, 2020agosto 6, 2020Poesía panhispánica, Revista Navegación de entradas PreviousNext Eleonora Finkelstein es poeta y editora. Nació en Mar del Plata, Argentina, en 1960. Estudió Literatura en la UNMDP y Teatro en el Conservatorio de Arte Dramático. Trabajó como actriz y profesora de teatro durante 10 años. Es autora de los libros Hamlet y otros poemas / Hamlet and other poems (Edición bilingüe, Fairfield University, USA, 1997); Las naves (Las dos Fridas, Chile, 2000); Delitos menores (Melusina, Argentina, 2004 y 2016); Todo se transforma (Valparaíso México, 2017); Grandes inventos (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2018); Partes del juego (Editorial Lilliputienses, España, 2018); Ne l’oublie pas: je mens (Edición bilingüe, Al Manar, Francia, 2019) y Tutto si trasforma (Edición bilingüe, Fili d’Aquilone, Italia, 2020). Es autora, además, de numerosos artículos y traducciones. Desde 1991 reside en Santiago de Chile, donde se desempeña como editora y directora de publicaciones de RIL editores. Es co-fundadora y directora de Ærea. Revista Hispanoamericana de Poesía, y de sus colecciones de poesía y traducción. EL LUGAR MÁS PELIGROSO DE LA CASA Dying Is an art, like everything else. I do it exceptionally well. Silvia Plath Es muy temprano y ya dejé listo el desayuno. Tengo un cuchillo enorme en una mano y no recuerdo qué tenía que cortar. En la otra, sostengo una taza. ¿Quién de los dos soy ahora? ¿Soy ella, soy él? El agua hierve y sobre un estante alto hay una fila de productos de limpieza (fuera del alcance de los niños). Mejor detenerse ante el peligro: pensar en el orden, la secuencia lógica. Sí, esa manía de la reconstrucción. Siempre tuviste esa manía: ¿cómo, cuándo, dónde fue que todo comenzó, quién era yo, quiénes éramos, quién era ella, él? Pero ahora hay que pensar en la inminencia. Porque, en este exacto momento y lugar todo está a punto de pasar y para siempre. ¿Ya lo mencioné? Hay una fila de tóxicos listos para ganar la guerra. Pero algo no encaja en este asunto: soy un hombre (porque es imperioso hablar genéricamente) que tiene un dedo ensangrentado (ya sabes cómo sangran los pulgares) y me quemé el brazo tratando de sacar algo del fuego. Cosas que pasan. Accidentes, ¿quién puede hablar del destino en estos casos? Tengo que hacer memoria, ¿qué tenía que cortar? A veces creo que si despertara de pronto, a pesar de este aire tan viciado, quizás todo seguiría ahí como el primer día. Lo dudo, siempre me equivoco. ¿Y si tomo valor, pego un portazo y salgo a esos lugares abiertos? ¿Por qué no? Seguir adelante sin pensar: “les pido mil disculpas, mil sinceras disculpas por tantas molestias y adiós”. ¿Quedará todavía alguien vivo en esta casa? Pero debo intentar ser razonable, recordar, qué, qué, qué tenía que cortar y si la llave del gas quedó cerrada. No entiendo por qué asoman esos animales embalsamados entre los azulejos y toda esa sangre de mi dedo que ya está formando un charco. ¿Eres el león decapitado, la leona decapitada o algún otro animal que terminó en esta selva? No entiendo qué hacen aquí estas cabezas como trofeos, con sus melenas, sus ojos de vidrio humano y mostrando los colmillos, si nunca preferimos ese tipo de decoración como castillo medieval de medio pelo. Cerrojos cofres rejas herrajes negros barrotes. Esas cosas de clase media. ¿Por qué siempre estás con la mente en cualquier parte. ¿Verdad que este vacío podría ser una gran broma o crees que el asunto alguna vez quedará claro? Qué manía con eso de los significados. Siempre tuviste esa manía ¿Quién podría cargar a pulso esos baúles? Tú menos que nadie con esos huesitos de pájaro. Amor, ¿sigues allí o te extinguiste? ¿Me recuerdas qué tenía que cortar, si cerré la llave del gas, si nos queda veneno? Es que tengo tan mala memoria. Y creo que el sueño puede llegar en cualquier momento. ¿Quién podría culpar al destino en estos casos? LECCIÓN DE ANATOMÍA Esta es la Escuela de Medicina. Esta es la materia del cuerpo. Más allá, el horizonte, el bisturí. Más acá, el corazón, la cabeza. Hay que tener cuidado tengo los ojos en carne viva. Aquí es donde todos juran entender cómo funciona. Juran saber. O ver. Dominar. Pero, ¿cómo se puede ver con los ojos en carne viva? ¿Cómo vamos a entender si morirse es al comienzo de la muerte? Pero que no te tiemble el pulso, por favor. Esta es una caricia peligrosa. De filo. Pone bajo amenaza los huesos, el pelo, las uñas la piel y la mala conciencia. Se puede aún llegar más lejos: hasta la parte gris, donde tenemos a Dios y a la idea de Dios, que hay quienes dicen es la misma cosa. Quién sabe. PLATÓNICO SUICIDA (O MELODRAMÁTICO DE LA COSA MISMA) He estado trabajando mucho. Trabajando mucho para conseguir que esto coincida con algo que entiendo bien. Pero los bordes no calzan O se ven demasiado las juntas. Por un lado, la forma Por el otro, su espectro. Un ectoplasma que desborda por los cuatro costados. Y no gano nada con intentar cubrirlo o contrastarlo. Ni siquiera con aceptarle que se quede. “Soy otra cosa, otra cosa” declara con su sola presencia. Dado este problema, a veces pienso que el límite es perfecto, la única medida humana. La belleza, en cambio, sigue ahí con su belleza. La verdad con su verdad, etcétera. Ahora bien, permítanme dudar de la justicia. Pero insisto y soy tan torpe, está a la vista: se escuchan soplidos cuando trato de acomodar la boca. Casi se puede ver la transpiración y el cansancio de los músculos. Estas palabras quieren decir algo, brillar Pero siempre llegan sobrecargadas o huecas. Porque el asunto ese del ritmo es un veneno. Y apenas lo pienso vuelve a escucharse la respiración entrecortada, el esfuerzo de artista callejero. Pero el asunto ese del sentido es un veneno peor. Es que, como reflexiona el poeta: ¿Por qué sale calabaza cuando quiero decir adiós? Siempre la luz y la materia Siempre esa idea de la luna. Miro por la ventana: El cielo, arriba, con su simulacro de cielo El suelo, un sólido perfecto, siete pisos más abajo: Es una suerte que siempre tengamos a mano la salida. Una alegría que podamos (en última instancia) hacer aún calzar perfectamente el cuerpo con su sombra (o con lo poco que nos queda de cierto) y sacarnos este peso de encima. SE ESTÁ MURIENDO Las patas lastimadas de nuestro perro contra la piedra. La sencilla enfermedad. ¿Acaso no la escuchaste venir, acaso no la escuchaste nombrar mil veces? Hoy, el agua en el techo encontró la única forma razonable de entrar a la casa. Con el mandato de ese Dios nuestro que nos prefiere muertos por la eternidad y vivos por un rato. Así es: agua sucia de los techos. Agua maldita que recorrió tantos años para llegar a mojarnos un poco la cama los muebles, los zapatos, las pobres patas lastimadas del perro. y toda una generación de pasmados mirándonos las caras como harían unos extraños que se cruzan a mitad del río. -Adiós… -Adiós… Lo dicho: mucho menos tiempo vivos que muertos. Moribundos siempre. Inundados, sin aire, sin tierra que pisar. Alzando las velas: ahí ondea la esperanza, ahí se agitan los deseos y ahí llega todo junto con esas nubes negras a punto de rasgarse sobre un pobre sueño sin cabeza. No trates de esconderte: la muerte es un asunto natural sencillo, razonable, práctico. Tanta poesía, tanta rabia corre por mi cuenta. EL FUTURO ES UN VIEJO CADÁVER I Siempre al frente, todo lo que se pueda imaginar: un mar mínimo, tus propios ojos, un mar enorme, estas últimas hojas en blanco. El bosque líquido en la superficie y las profundidades con su perfecta industria montada allá adelante. No te hundas. Respiremos. No conviene esperar tanto, puede que se haga tarde. Demasiado futuro y al segundo intento olvidamos nuestra verdadera cara, nuestro verdadero cuerpo aquello que deseamos y conseguimos acá mismo, atrás, hace ya décadas. Respiremos de nuevo. II Por mi parte, voy constante pero un poco perdida. Ya sé que tomo riesgos inútiles: ridículos, heroicos, vulgares. Ninguno perfecto porque sigo aquí, cuando debí haber muerto hace siglos junto a mis antepasados. Pero todavía me gusta hablar de ética, de los griegos, del beat, de cocinar como mi abuela y de las hierbas frescas. Lo cierto es que soy siempre la que anda en las cornisas, ¿me alcanzas a ver, a escuchar? Me digo, adelante, hacia adelante, y me aplico a la sola idea de que la intensidad termina por alumbrar bien el camino. Pero ya han pasado tantos años desde aquel tiempo que llamábamos futuro. Por entonces creíamos, y lo habríamos jurado, que el mundo aún tenía arreglo. III Ahora, deseo la vida de un árbol o una fruta, Crecer y envejecer, así, como una verdura. O una cosa con menos voluntad de marcha. Y no es que quiera morir, no. Respiremos. Solo quiero dejarme estar, al menos por un tiempo. Que me lleve el espacio en su barriga y que vaya adónde quiera. Estoy cansada de ser yo misma todo el tiempo. De funcionar como una máquina. Ya lo sé, no es Saturno. Es el mismo cielo trastornado. No hay adelante, ni atrás: estamos rodeados por un fuego sin metáforas. Un gran fuego indiferente que también tiene sus planes. El atardecer es de color barro claro y el sol tiene ese rosado moribundo. No es tan fácil apenas respirar, pero no te hundas ahora. Los que llegamos hasta aquí estamos cansados, pero reuniendo fuerzas. No hace mucho, encontramos un par de razones modestas: 1) Futuro es el próximo segundo. 2) La verdad no es una suma de datos. Respiremos. ARTIFICIAL A la palabra árbol no le queda bien el verde. Pesada como es, salvo en las piernas: una negra y la otra inexistente. El verde es para la serpiente porque toda la noche sopla una “s” interminable en el reproductor que puse debajo de mi almohada: sibila sable sol sulfúrico siniestro. Árbol es negro como la sombra Y sombra, a su vez, insecto: vibra en la batalla por la luz. Ahora, recién ahora podemos levantar los ojos al cielo blanco y negro para ver las aves avanzar en círculos de colores. Lentos porque sí. Porque no se “avanza en círculos”, es cierto, pero una cosa es seguir y otra es empezar de cero. Y cualquiera diría que “cero” es una palabra completa y sin embargo está vacía. Es sospechoso, raro. Por ejemplo: mi nombre –y no se trata de invocarme– es una palabra llena de vocales abiertas. Como una luna. Sin embargo, yo también debería llamarme menguante, artificial O vacío como cero Como sombra o serpiente. Venas y veneno para ustedes: rojo y negro. Esta es una fiesta de disfraces Cada uno elige, hace lo que puede y quizás consigue lo que quiere. ¿Porqué no?, si tenemos la misma religión, si esta es una larga noche de carnaval, una Venecia dorada y oscura o el mismo verde o cierto azul en Río de Janeiro u otras fiestas turísticas o mentiras perfectas. Paganos, devotos, artistas: siempre brilla lo que se ve. Con máscaras todos comerciamos libremente, con lo que tenemos y con lo que no tenemos: nunca, nada, nadie es lo que dice ser, lo que parece. LAS BUENAS DROGAS Nada de aquí adentro está en disputa. Esta cabeza es mi patria. Toda mía, con todo lo que trae adentro. Puede que tenga algunos problemitas: ciertas bestias al acecho unos fantasmas delicados que suelen susurrar obscenidades. Y lo típico: ansiedad, insomnio, ganas de no mover más ni una célula y sentarme a dormir, morir, callar. Pero deténgase, por favor, a pensar un poco en todo esto: se acaba. Y se acaba de la peor manera la vida, el amor cada una de las cosas por las que trabajamos. Y lo peor: nada nos garantiza ni que esto pare con la muerte y sea todo, ni que continúe el sueño como dicen los delirantes, los sacerdotes, los poetas ¿Es algo horrible, no? Más de lo que alguien puede soportar por varias décadas. ¿Le parece poco? ¿Le parece que algo de ansiedad, de insomnio, etc. es la gran cosa? Y no me venga con vueltas. Deje de preguntar por mi madre por mi padre por asuntos privados. Eso es inadecuado Una grosería. Deje de preguntar, entonces, y de una vez por todas, deme la receta. Facebook Twitter