Ellis Elliott | Canto para Julián

ELLIS ELLIOTT. Carolina del norte, Estados Unidos. Escritora, profesora de ballet y facilitadora de clases de escritura en línea a grupos llamados Bewilderness Writing. Tiene una familia mixta de seis hijos adultos y reside en Juno Beach, FL. Tiene una Maestría en Bellas Artes de la Universidad de Queens, es escritora colaboradora de Southern Review of Books y editora de la revista contemplativa The Dewdrop. Ha publicado en Signal Mountain Review, Ignation Literary Magazine, Literary Mama, OPEN: Journal of Arts and Letter, Plainsongs Poetry Magazine/Award Poem, Sierra Nevada Review, Women of Appalachia Project Anthology, Delmarva Review, The Rail, Spotlong Review, Euphony Journal, entre otros.

 

Versión al español por MARÍA DEL CASTILLO SUCERQUIA

 

 

New Melleray

 

Their voices lifted and ricocheted off the cold

stone walls of the abbey as Trappist monks sang

at services seven times a day. They lined each side

like perfect white teeth, and the slant of sun struck

 

arches of leaded glass to bounce back in swirls off

the black granite altar. Outside my sparse room

of metal bed and beveled windowpanes, diligent

snow-covered cornfields stood guard. I had come

 

seeking order, a certain solace found in ritual,

and devotion dressed in crisp robes. My own life

was a simmering litany of unsatisfied appetites,

always too much and never enough. I craved

 

belief like theirs, strong enough to rise at three a.m.

and to sing. Guests were invited, so I shook sleep

and sin off like a bear wresting itself from hibernation,

and joined them. My animal self was not gone,

 

but restless, and ravenous. I sent my voice high

like a long dormant hymn, more growl than song.

 

Monasterio New Melleray

 

 

Las voces se elevaban y rebotaban con la fría pared de
rocas de la abadía cuando los monjes Trapenses cantaban,
siete veces al día, en los servicios. Alineaban cada lado
como blancos y perfectos dientes, y la inclinación del sol

atravesaba los emplomados arcos de vidrio arrojando
remolinos en el altar de granito negro. Fuera de mi pequeña
habitación con cama de metal y vidrio biselados, diligentes
maizales cubiertos de nieve hacían guardia. Había venido

 

buscando el orden, una devoción vestida con almidonadas
túnicas, cierto consuelo hallado en el ritual. Mi propia vida
era a letanía a fuego lento de apetitos insatisfechos, siempre
demasiado y nunca suficiente. Ansiaba una creencia como

la de ellos; lo bastante fuerte para levantarme a las tres de
la mañana y cantar. Los huéspedes fueron invitados, así que
me sacudí el sueño y el pecado como un oso recién salido de
la hibernación y me uní a ellos. Mi yo animal no se había ido,

pero estaba inquieto y hambriento. Envié mi voz hacia lo alto,
como en un largo y reposado himno; más gruñido que canción.

 

 

Husk

 

She was a day past presence, riding

the jagged breath below the surface

of consciousness. I was running

to make the next plane to Arkansas,

my frantic airport pace pulled by

a thousand thinning cords to home.

I was running, gunning the rental car

through the curves of the Ozarks,

clench-gut determined to make it,

for her to hear the familiar cadence

of my voice. She was inside her last

flickering, the holding place beneath

skin papered over bone. Her skull

was a half empty nest propped

on a pillow with the tempo of slowing

wing beats, until I ran through her door.

She gave a violent jerk at the sound

of my voice, and it was as if the words

themselves had shed their warm husks

and were reduced to pulsing threads

between us, from the hollow dark

where we first met.

 

 

Cáscara

 

Ella era la presencia de un día pasado,
cabalgando en la entrecortada respiración
sobre la superficie de la conciencia.
Yo iba a tomar el próximo vuelo hacia
Arkansas, en mi frenético paso de aeropuerto
tirado por miles de cuerdas, cada vez más
delgadas, camino a casa. Disparaba el auto

alquilado por las curvas de Ozarks, con las

tripas encogidas, decidida a lograrlo por ella,
para que escuchara la familiar cadencia de
mi voz. Se hallaba dentro de su último parpadeo,
en el lugar de espera bajo la piel empapelada
sobre los huesos. Su cráneo era un nido medio
vacío apoyado en una almohada con el ritmo
de lentos aleteos, hasta que corrí a través de
la puerta. Se sacudió con violencia ante el
sonido de mi voz, y fue como si las palabras
se hubieran despojado de sus tibias cáscaras;
reducidas a pulsantes hilos entre nosotras,
desde la hueca oscuridad donde nos
conocimos por primera vez.

 

Nureyev at the Orpheum

Memphis, 1987

 

Two men sat in the row in front of me

near the aisle; one, in a sapphire cardigan

had his arm around the other, pulling him

close as they both sobbed. We were watching

Nureyev, who was nearing 50 then, and known

as one of the greatest ballet dancers of all time.

I was young, just out of college, and didn’t

understand their tears. I thought it could be

because the famous Russian defector was past

his prime. His coil and spring less precise,

and the flagrant fling of his crimson cape

imperceptibly off tempo. Or, it might have been

the nearness of beauty, the push and pull of legend

etched in every articulated muscle. Now, as my body

begins its own slow defection, I sit between those 2 men.

I rest my head on the one free shoulder, as we all feel

the cape of our aging bodies begin to slip to the scratched

wooden stage floor, and into a puddle of what lies

between beauty and loss. It is a place so beautiful, I weep.

 

 

Nuréyev en el Orfeo

Menfis, 1987

 

Dos hombres sentados en la fila cerca del
pasillo frente a mí; el de cárdigan color zafiro
tenía el brazo alrededor del otro, ambos sollozaban
mientras observábamos a Nuréyev, quien tenía casi
cincuenta años y se le consideraba uno de los más
grandes bailarines de ballet de todos los tiempos.
Yo era joven, recién graduada de la universidad,
y no entendía sus lágrimas. Pensé que las motivaba
el famoso desertor ruso pasado su mejor momento.
El espiral y resorte eran menos precisos, y el movimiento
fragante de su capa carmesí iba fuera de tiempo. O, podrían
haberse conmovido por la cercanía de la belleza, el tira y
afloja de la leyenda grabados en cada músculo articulado.
Ahora que mi cuerpo empieza su lenta deserción, vuelvo
a sentirme ante aquel par de hombres. Apoyo la cabeza

en el hombro libre, mientras las capas de nuestros cuerpos
envejecidos se deslizan hacia el rayado piso de madera
del escenario, hacia un charco de lo hallado entre la belleza
y la pérdida. Es un lugar tan bello, se me salen las lágrimas.

 

On the Eve of my Son’s Early-Onset Schizophrenia Exam

 

The plumage of my devotion unfurls

inside a canopy of tangled tree branches.

My ragged wings reach to hide the moss-

covered nest of my son’s shiny eccentricities.

My delicate spine curls to cover his disparate

offerings; scraps of tinfoil, gold nib of fountain pen,

and the shifting hues of a hummingbird feather.

He hears them, insistent shards of sound coming

closer, voices circling and lifting from roots below.

The funnel clouds of chatter rise. With your small

body tucked beneath mine, I take off, while I still

think we can outrun this, while my talons clutch

your soft belly so tight they draw blood.

 

En vísperas del examen de esquizofrenia de mi hijo

 

El plumaje de mi devoción se despliega entre un dosel
de ramas de árboles. Mis desordenadas alas se extienden
para ocultar el nido cubierto de musgo de las brillantes

ocurrencias de mi hijo. Mi delicada columna vertebral se
curva para ocultar sus dispares ofrecimientos; trozos de
papel aluminio, el plumín dorado de una estilográfica,
los cambiantes matices de una pluma de colibrí. Él los
escucha; insistentes fragmentos de sonido que se acercan,
voces que revolotean y trepan desde las raíces profundas.
Nubes con forma de embudo se elevan con su pequeño
cuerpo debajo del mío. Corro. Corro pensando que podemos
escapar de esto. Mis garras lo sujetan del vientre con
tanta fuerza que lo hace sangrar.

 

Cento for Julian

 

In the beginning there was my son.

 

I am not dead. I guess I’m lucky.

He grew to a pale shadow.

 

I have a lot of time to think. Because there are many of us limbless ones.

 

I waited for his song, but his voice was a trapped bird in the throat.

 

I cannot speak, but my body is a mudra.

 

Perhaps the world was too noisy for him.

 

Hear me now, in the chants of a thousand monks praying

for peace.

 

He never came out of his silence.

 

Hear me now, in dry henna leaves breaking underfoot.

 

Tell me have you ever watched hands grow wild and loose?

 

Explain to me your hands. I cannot imagine.

 

In the end there is only my son and all my grief sharpened to love

 

For my body is a supple mudra that speaks.

 

 

Canto para Julián

 

Al comienzo estaba mi hijo.

 

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀No estoy muerta. Supongo que soy afortunada.

 

Él se convirtió en una pálida sombra.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Tengo mucho tiempo para pensar. Porque somos muchos los sin ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀extremidades.

 

Esperé su canción, pero su voz era un pájaro atrapado en la garganta.

 

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀No puedo hablar, pero mi cuerpo es un mudra.

 

Quizás el mundo era demasiado ruidoso para él.

 

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Escúchame ahora, en los cantos de cien monjes orando por la ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀paz.

 

Él nunca salió del silencio.

 

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Escúchame ahora, en la hojarasca de henna rompiéndose bajo ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀los pies.

 

Dime, ¿has visto, alguna vez, las manos volverse salvajes y libres?

 

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Explícame tus manos. No puedo imaginarlas.

 

Al final, sólo queda mi hijo y todo mi dolor afilado para amar.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Porque mi cuerpo es un flexible mudra que habla.

 

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