Ernesto González Barnert | El tallador de crucifijos

Ernesto González Barnert (1978, Temuco, Chile) es poeta, productor cultural y cineasta. Por su obra poética ha recibido los premios Premio Pablo Neruda 2018, Premio Nacional de Poesía del Consejo del libro a Mejor Obra Inédita 2014, Premio Nacional Eduardo Anguita 2009, Premio Pablo Neruda de la Universidad de Valparaíso 2007, entre otros. El 2020 recibió por su libro Venado tuerto, mención honorífica en el Primer Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press. Algunos de sus libros esenciales son: Playlist, Coto de caza, Cul de sac, Higiene. En esta ocasión compartimos de su libro Trabajos de luz sobre el agua, publicado en Chile y Argentina.

 

 

 

TE OFREZCO EL SUAVE CALOR DE UNA VIDA EN LLAMAS.

Una luz que no admite sombras al decir te quiero.

Todo el mar diciéndome que me calme.

Así te guardes del fuego en la quemadura del hielo

o deba reencontrarte con pequeños incendios

de cerillas en tu silencio.

Te ofrezco lava, amor de veras, mi cortejo perpetuo

apenas sofocado por estas paladas de tierra.

 

*

 

MI ABUELA SE METÍA UNA PIEDRA EN LA BOCA

y se ponía a leer en voz alta.

Te obligaba a imitarla

tardes enteras cuando la visitabas.

Para hablar correctamente decía.

Pronunciar bien cada palabra

mientras te miraba fijo a los ojos,

sin descanso.

 

*

 

BÁSTENOS ESCRIBIR, LOS CAPRICHOS

de una obra menor,

este joderse al servicio de lo inútil.

Demasiada luz ha golpeado

en el agua liosa y la noche arrecia.

Bástenos escribir, echar de ver:

Nadie aprendió de nuestros errores.

Vivir es otra lengua.

 

*

 

NUESTRA MIRADA MÁS DURA

es también una mirada cansada de pelear.

Pero que peleará si hostigas,

acorralas con tu mayoría necia.

Mientras llueve y siento como reman, caminan

pesadamente hombres, niños

de un país a otro.

 

*

 

PONER UNA BANDERA NEGRA

en el pozo más oscuro

ha sido escribir de amor

donde el silencio lo dice más fuerte.

 

*

 

SE RÍEN DE TI A TUS ESPALDAS

por tu inutilidad, por esos libros

que no te enseñan a arreglar un enchufe,

poner pan en la mesa.

Se ríen de tu confianza en las palabras:

su humanidad, eso de salvaguardarlas,

ah tus palabras: algo que no te ha dado nada

ni te lo dará.

Y haces como que no pasa nada o sí, constatas.

Después confías en que te llamen a comer.

 

*

 

TE FIJAN DEL TAMAÑO DE UN TÁBANO

y te cortan las alas

y te ponen un palo en el culo por volar y joder,

por poeta.

 

 

*

 

 

EN EL ERIAZO FRENTE A CASA

marca una línea con un palo,

urde un sendero, junta piedritas,

imagina la maleza ardiendo

y concluye que aquí

no puede señorear ningún Dios.

Hace calor, apenas corre viento

y la levedad de su paso

prueba que todo acaba demasiado pronto,

se funde en otra cosa.

 

*

 

TE HABLO DE DRENAR OSCURIDAD

con más oscuridad.

Una territorialidad no mayor que la de una pieza.

Y un puercoespín hinchado,

el rostro que metamorfoseé

para ganar unos pocos días de defensa.

La resistencia a una ciudad

que te encuentra improductivo

y te puede hacer mierda

en un momento de sueño

o desconcentración.

 

*

 

El tallador de crucifijos

 

Talla mal al Cristo,

el dolor como si fuera el suyo,

los ojos como si le vieran misericorde

a cada sacado.

 

Y falla.

 

Falla cada golpe con que exacerba las llagas

como si no tuviera suficiente ya.

 

Falla al recordar con odio en sus oídos

las risotadas con que le hicieron subir a la colina.

 

Falla si los clavos que cruzan sus rodillas

no son también los clavos que atraviesan

a todos los arrodillados

que no son escuchados esta noche.

No pueden esperar más.

Esos que rezan con miedo, desesperación

a la orilla de una cama o en una sala de clases

y apenas juntan las palabras;

esos que en un pasillo de hospital o templo

cierran los ojos y te piden con su propia vida a cambio

y no son escuchados.

 

Talla mal al Cristo y lo sabe.

 

Como sabe que quien trabaja

en la madera de los hombres, su arte,

no dice basta, orden.

Impune canta: no a la usura,

yo no busco tocarle las bolas al becerro de oro.

Y su familia muerde el pan exiguo.

 

Talla mal al Cristo

si hace que las espinas corten,

las uñas no estén sucias de tierra y arena,

sangre y tinta.

Porque ya no es un juego.

Porque la iglesia a esta hora

es una cueva de ladrones.

Porque soy un hombre que no ha perdonado

y lo que sale de mis manos

no sirve para vivir en temor de Dios

o en amor al prójimo.

 

 

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