LAS FRONTERAS: TEXTO de ÍTALO MORALES

Presentamos “Las fronteras: plasticidad del adentro y el afuera” texto del escritor Ítalo Morales (Chimbote, 1974). Morales es licenciado en Lengua y Literatura y autor de los libros de narrativa “Día de Suerte” (1999), “Memorias de Pagano” (2001), “Camino a los extramuros”  (2005), “Destierro de Abel y otros cuentos” (2008), “El Aullar de las Hormigas” (2003) y “El Cielo Desleído” (2006). Ha merecido el 1er Premio FELINCH de Cuento (2014).



LAS FRONTERAS: PLASTICIDAD DEL ADENTRO Y EL AFUERA
En el libro Las cosas imaginarias de Joan Bach se narra la historia de un hombre que construyó una casa sin paredes y cuya puerta estaba abierta todo el día. Dentro moraba un hombre solitario que con el tiempo aprendió a calcular el número de estrellas y a barajar los eclipses de luna en pergaminos. En este espacio sin huellas por delante, ni por detrás el hombre aprendió a ejercer su más absoluta soberanía, desde la cual sembró en su memoria la incertidumbre de localizar el principio y el fin de los límites. No obstante la casa tenía un defecto en su estructura fantástica: no permitía albergar a más de uno.

¿Es posible que el conjunto tenga que estar cerrado para que sea conjunto? ¿En qué punto termina el límite de una circunferencia imaginaria? Aristóteles decía que una muralla no constituye una polis, tal como ahora una bandera no genera un territorio. Juego de sinécdoques que advierten del gran riesgo de pensar siempre en el límite desde los límites. A eso nos ha llevado el gran meta relato del siglo XX: al juego de la diáspora y de las identidades, de los espacios- fragmentos, desde donde no es posible situar un centro ni una metáfora que no tenga una alta dosis del  olvido.

Es necesario pensar desde la nostalgia aun si estamos en el presente. Es que las fronteras se alejan delante de nuestros ojos. Los estudios tradicionales sobre fronteras se han centrado en la localización física del límite y en su función protectora de la soberanía del Estado, decía Bradshaw1. Es irremediable aceptar una posición evolutiva y dispersa de las cosas, porque está más allá de los deseos. Las fronteras se alejan no como un gran universo expansivo, sino en una explosión de fragmentos simbólicos, que semejan el estado de los cuerpos en descomposición o los dodecaedros de plastilina.

Si bien es cierto que para Ulrich Beck la globalización ha derrumbado la idea de vivir y actuar en los espacios cerrados y recíprocamente delimitados de los estados nacionales; no obstante y en forma paradojal, estos estados, al igual que los cuerpos y las ciudades, se amurallan hacia adentro. Cierran las puertas al intruso si no vienen en calidad de agentes económicos para el consumo; expulsan al turista que ha sido diezmado en alguna estadía. Las fronteras resultan entonces esclusas que se abren cuando se expectora o se invita, y se cierra cuando el otro quiere entrar sin ser invitado. Habermas decía que las fronteras ya no pueden ser concebidas como fortalezas, a pesar de la neurótica vigilancia que ejercen sobre ellas las fuerzas armadas de cada país2. De alguna forma una frontera es una medida del poder simbólico y político, porque surge en circunstancias culturales y arbitrarias.

La única frontera natural es lo corpóreo, ya que ni en lo geográfico existe tal racionalidad. En este sentido la ciudad o el territorio debe ser pensado en términos de desplazamiento perpetuo y sería lógico pensar en los territorios como cuerpos plásticos, desde donde es posible amar /odiar al Otro al mismo tiempo.

¿Cómo entender a las minorías dentro de los esquemas de la identidad y de las respuestas que emergen de sus discursos actuales? En un pueblo amazónico como el Machiguenga, si uno le preguntara a un habitante de una tribu cuál es su límite, él respondería el río grande o todo el mundo: espacios sin punto fijo donde el ir es a la vez un retornar. Igual cosmología se encuentra en los pueblos andinos del Perú, donde la territorialidad se une a la cosmovisión, ya que la tierra es sagrada y el límite no es una metáfora. El aquí y el allí son adverbios que sirven para fijar el Yo simbólico en el centro de la vida, desde donde la comunidad se despliega. Por eso los grupos se cierran y niegan al Otro. La frontera aquí es un don llegado desde algún lado de la imaginación divina, pero no para limitar el mundo que es infinito. En este doble juego de apertura y de cierre, de globalización y multiculturalidad identitaria, de tránsito simbólico de nómada a sedentario, parece difícil establecer un criterio sensato de búsqueda y de confluencia de símbolos. Incluso en la misma Europa, donde los pueblos se fragmentan y se cierran ante los grandes sistemas, juegan su papel las esclusas, porque nadie quiere quedarse fuera del patio de recreo. Ya lo decía además Alfonso Pérez  cuando explicaba que en un territorio más pequeño que el estatal es posible un sentimiento de pertenencia excluyente del sentimiento de dimensión nacional. Y es que el sentimiento  es más poderoso que el territorio vulnerado o que se ha dejado atrás. Esto lo reafirma Rogerio Haesbaert, para quien el abandono del territorio de origen y la movilidad humana por nuevos y diferentes territorios no implica automáticamente la desterritorialización4.
Retorno a la nostalgia. Las polis griegas se  cerraban entre ellas, luchaban a muerte para que surja Ulises en Troya, pero unían filas ante la amenaza de Jerjes en las bandas de Termópilas. Movimiento plástico de las fronteras donde el sentido de pertenencia es apenas un fragmento o una forma de decir que estamos adentro por cierto tiempo. Allá afuera los demás se cierran a sí mismos, pero de vez en cuando salen a espiar al Otro tras las murallas  fragmentadas y plásticas, sucias por el paso de los tiempos. Por eso la doble orientación y búsqueda sin retorno, ya que mientras en algún lado del mundo los límites explotan ante los rostros felices de los consumidores, al otro lado de la Tierra, donde el excremento del felino aún marca una aldea, la frontera es sagrada, no plástica ni multiforme, menos política, sino mítica y milenaria: resistente aún ante el fuego devorador de la terrible postmodernidad.

No obstante, llegará el día en que las fronteras serán como las paredes imaginarias de Joan Bach; allá, donde los hombres dormirán dentro de una casa que a la vez será un afuera, tocándose las manos con los extraños.


CITAS BIBLIOGRÁFICAS
1. BRADSHAW, Roy y LINAREZ DE GOMEZ, Rosalba; 1999, Fronteras: una visión teórica en el período contemporáneo, Aldea Mundo Año 4, Nº 7, Mayo-octubre, págs. 14-19.
2. HABERMAS, Jürgen; 2000, La constelación posnacional, Editorial Paidós, Caps. 3 y 4, págs. 59-146.
3. PEREZ AGOTE, Alfonso; 1995, Nación y nacionalismo, en BENEDICTO, J. y MORAN, M. L. (eds.), Sociedad y política, Madrid, Alianza.
4. Haesbaert, Rogério, O Mito Da Desterritorialização. Do “Fin dos Territorios à Multiterritorialidade, Río de janeiro, Bertrand, 2004.

ÍTALO MORALES
(Chimbote, 1974). Es licenciado en Lengua y Literatura y autor de “Día de Suerte” (1999), “Memorias de Pagano” (2001), “Camino a los extramuros”  (2005), “Destierro de Abel y otros cuentos” (2008), “El Aullar de las Hormigas” (2003) y “El Cielo Desleído” (2006). Es coautor de “Invención de la Bahía: cinco narradores chimbotanos” (Hipocampo Editores, 2004) y columnista del Diario Correo de Chimbote. Ha merecido distinciones tales como “1er Premio en el concurso de Narrativa Regional de Nuevo Chimbote” (1998), “2do Premio  en el Concurso de Ensayos de Nuevo Chimbote (2012) y el “1er Premio FELINCH de Cuento” (2014). 



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