Lilliam Moro Núñez | La furia luminosa

Lilliam Moro Núñez nació en La Habana, Cuba, donde obtuvo un primer premio de poesía con su libro El Extranjero, fue profesora de Literatura y sus críticas literarias y poemas se publicaron en la prensa periódica del país. En 1970 se marchó de Cuba hacia España, donde ha vivido más de cuatro décadas (incluyendo 7 años en Ávila). Nacionalidad: española. Los últimos años residió en Miami. Ha publicado los poemarios La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005), Obra poética casi completa (Miami, 2013), Contracorriente, ganador del prestigioso Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”, uno de cuyos poemas fue traducido a 15 idiomas (Salamanca, 2017); El silencio y la furia (Miami, 2017), Tabla de salvación (Madrid, 2018) y Viaje hacia el horror (Madrid, 2018). En la boca del lobo obtuvo el Premio de Novela “Villanueva del Pardillo” (Madrid, 2004), obra que fue tema de estudio durante dos cursos en la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla. Y recientemente la novela Las reencarnaciones de Mamá Inés y el poemario Ese olor a después. Es autora de 10 ediciones críticas-didácticas de clásicos de la literatura española, como El Quijote, y de artículos culturales y de crítica literaria. Su obra ha sido publicada también en numerosas antologías y revistas de varios países.

 

 

 

EN MEMORIA DE ELLOS

 

Los poetas poetas

mueren en vida o se suicidan

o se entregan al virus de las tres iniciales

o abren las puertas al cangrejo que camina de lado

y los devora internamente como si fuera un gran amor.

Los poetas poetas,

los que desprecian las certezas,

los aguafiestas, los que visten tan mal,

son los que eligen arder como en la alquimia

para crear los mundos imposibles

que sustituyan la sonrisa forzada,

la mediocre metáfora,

el premiecito que los compra,

la otra mejilla puesta para la bofetada

del que administra las medallas y el hambre.

Los poetas poetas se arriesgan al olvido,

la peor de las muertes.

 

 

ARTE POÉTICA

 

Ninguna línea sobra

ni una palabra está de más

ni de menos.

Pero el poema todavía no existe

porque hay un verso único,

inencontrable,

al que solo la furia luminosa puede tener acceso:

un destello que ciegue,

que contenga el misterio

y que nos corte la respiración.

 

 

 

ACCIÓN DE GRACIAS

 

 

Te agradezco, Señor,

el poder disponer de mis cinco sentidos,

de no ser manco, tullido, ciego o sordo.

Perdóname si no siempre me acuerdo de estos dones.

 

Gracias por no sentir vergüenza

de pronunciar tu nombre,

escribir y decir las palabras amor, o rosa o amistad

sin el menor rubor.

Perdóname si no siempre escribo y hablo lo que debo.

 

Pero sobre todo te agradezco esta profunda certidumbre

de creer que tanto dolor

tiene un sentido para ti que yo no alcanzo a comprender

y por lo cual te doy un voto de confianza.

 

 

POR FAVOR

 

 

Un aburrido mundo de obviedades,

de dos más dos son cuatro

y lugares comunes

me hace pedir, incluso por favor,

una tarde de tenues claroscuros

con argumentos poco convincentes

frente a una taza de té y tus palabras,

mientras de vez en cuando algún silencio

aparente cierta profundidad

y tomemos en serio esas medias verdades

que nunca afirman nada

excepto la certeza de la desvanecida luz

que nos envuelve,

la tarde que se diluye sin remedio

sin más explicaciones

como todo en la vida.

 

 

LOS CORAZONES DESBOCADOS

 

 

Hemos andado por la vida

comiéndonos el mundo,

haciendo fuego de los días

y fogatas con el calendario.

Nada teníamos, nada podíamos perder.

Sólo contaba el hoy.

 

Demasiado aspaviento.

 

El futuro llegó sin avisar,

y aquellas llamaradas

hoy son patéticos rescoldos volviéndose cenizas.

 

Las pocas certidumbres

se convirtieron en grandes ignorancias.

 

Sólo nos han quedado

montones de papeles, cartas amarillentas,

algún remordimiento

y muchas fotos en una caja de cartón.

 

 

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