MANUEL GAHETE JURADO: [Fuente Obejuna –Córdoba–] Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Córdoba y en Ciencias de la Educación por la Universidad de Granada. Catedrático de Lengua y Literatura. Vicepresidente de la Real Academia de Córdoba y miembro de otras siete Academias de España y América. Presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, sección de Andalucía. Vicepresidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios. Vicepresidente y Medalla de Oro del Ateneo de Córdoba. Ha escrito obras de carácter histórico, sociológico, periodístico, crítico y literario. Su obra poética, traducida en parte al italiano, árabe, chino, francés, inglés, portugués, sefardí y rumano, ha sido acreedora de numerosos premios y estudios.
La azul palabra de los días
Realmente nunca sabes cuándo llega la noche.
Te acecha en las esquinas de tu casa en penumbras,
se sube por tus sienes,
aviva en la memoria recuerdos inasibles,
se desgarra en arcanos y símbolos fatales.
Nunca sabes realmente cuál es la fecha, nunca
cuál la herida del sueño o el beso de la muerte,
porque nunca has tenido suficientes palabras
ni saber suficiente ni suficiente vida.
Detrás de las cenizas del amor se acrecientan
unos ojos oscuros dulces como el destierro,
unas manos de gasa con sus dedos de luto.
Tal vez has deseado que tu cuerpo no muera,
prevaler en la sombra mientras todo se abisma,
sentirte como un fénix sobre el mar de la noche.
Lentamente las horas devoran el susurro
del río envuelto en bruma;
acallan las orquestas aladas de los árboles,
el eco de las voces, el chasquido del rayo,
las campanas abiertas como zinnias de plata.
Lentamente la noche,
deshecha en la pavesa de un dios Bran de la aurora,
asume la impotencia de su rabia finita.
Acaso no percibes
que las ondas del agua se pierden en tus ojos
y el mar también se acaba;
que tu sombra es más larga que tu propia figura
y tu sombra no es nada: humo, polvo, silencio
queda sobre los dioses que llamamos humanos.
Todo lo borra el agua cuando lame la arena.
¡Cómo puedes burlarte de la edad si amaneces
y naciendo ya muere un poco de ti mismo!
No hay nada que detenga la lujuria del tiempo.
Hay días en que mis versos son tristes y azarosos
y buscan como manos acariciar tu espalda.
Sólo tu voz alivia:
Del azul estás hecha.
Juntamente contigo
olvido la jornada fatal que no resiste
análisis ni leyes.
En ti, por ti pervivo, anclado a la marea
donde quieras llevarme,
porque sólo a tu lado,
asido a tu cintura, a tu pecho, a tu vientre,
he soñado en un cielo donde el tiempo no existe.
De La región encendida, Ávila, 2000
A traición
Si un día se nos apaga
sobre el amigo roto un sol de moras
y la lluvia despierta en nuestros ojos
resplandores agraces de tristeza,
sueños quebrados, briznas en los dedos…
¿sabremos regresar a nuestro origen
con la misma luz nidia
del corazón alfándose en los montes,
anunciando el abismo
mortal del tiempo, el oro
dormido en los vencejos,
fe, taxidermia, flor de escarcha, cimbria,
árbol de bruma, luz de invierno y hambre?
¿O quizás el dolor nos hunda en barro
y consuma la risa derretida
como amarilla cendra de silencio?
¿Será negra la luz?
¿Besará el miedo las olas de la sangre?
La muerte es una roca de durísimo acento
atraída al olvido virgen de una mirada,
y te araña, garduña, con sus garras de sombra
al primer desaliento
que se enhebra en tus labios.
¿Por qué contigo, amigo, grato amigo del alma,
posesión infinita,
el nombre que alimento,
vana luz que te aleja cuanto más te aproxima?
Tu silencio no es dulce,
prieto
como la piedra
derramada en el ápex de una granada roja,
una soga de sirgo,
tal vez la que me prende
y te ata y mahiere tantas huellas de plata.
¡Qué más da si la muerte se enreda sin aviso
entre las alas líquidas de un caballo de alambre!
¡Si crece como araña amorosa de espuma
inflamada en los ojos y el corazón y el vientre!
¡Qué más da si en el alba ya no cantan los pájaros
o el amor es leyenda de los cuerpos y el gozo!
¿Dónde estás –me pregunto–, dónde?, que nada queda
sino un vacío de rabia en que medra la noche.
Tu muerte me reaviva contra todo presagio,
sospecha, paradoja, premisa, conjetura,
y me advierte colándose,
fiel y aciago enemigo,
en la piel y en la sangre, esas febles fronteras.
Y en lugar de quedarme ahíto a la intemperie
por el agrio alimento de la sal y las lágrimas
me lanzo a la aventura de beberme la vida,
a embriagarme en el brindis ya seco de tu ausencia,
para que me contemple la muerte,
enamorado,
y me halle pleno y vivo
con tu dolor adentro.
De Mapa físico, Sevilla, 2002.
Escalofrío
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso
en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío.
Luis Cernuda
He intentado vencerte en tu terreno,
libertad,
que ahora tiemblas
en la terne cuchilla de la boca,
ignorando mi nombre,
prodigando mi pan y mi vestido.
Por ti surqué las olas
y me adentré en los valles,
en las cumbres he sido gallardete del viento.
He dejado mi hambre,
mi hastío,
mi conciencia
en los dedos buidos de las moras silvestres.
Por ti, mi dios,
mi sinrazón,
mi dueño
he traspasado riscos y oquedades.
Y no encontré en la vida
libertad
que no fuera
sino la libertad de haber amado.
De Mitos urbanos, Sevilla, 2007
La ciudad de la flor de azahar
Del alminar, ¿qué queda? Del alcázar,
¿qué queda? Del amor, del poderío,
del deseo, ¿qué queda?
Ricardo Molina
¿A qué huelen tus muros
cuando el viento restalla, con una lluvia feble,
sus nubes de avispero?
¿Quién vela tu silencio, Madinat al-Zahra?
No fulge más la espada con su rastro de sangre
ni el oro en los brocados
ni el alba en los jazmines
que tu cuerpo desnudo
ceñido en otro cuerpo
febril, iridiscente, transido, inaccesible.
¿Qué poder te ha marcado con estigmas de agua?
¿Qué fuego arracimado vidria en tu piel dormida
sus alumbres de sombra?
¿Qué fatimí nervioso penetró por tus venas
y ha inyectado un veneno, un legado friable?
Gotea sobre tus arcos la espuma de los siglos,
dedos relampagueantes fresan tus labios leves.
Emerge en la mirada la luz de un holocausto,
el eterno diluvio de un mar tempestuoso.
¿Quién recuerda los sistros, los zurnas, los rabeles,
los ecos olvidados por los vanos del aire?
¿Quién los crótalos dulces,
el labio enamorado,
la pasión malhadada de un califa de Córdoba
por esa llama oscura venida de Granada?
¿Quién cubrirá tu mano helada en primavera
cuando miles de almendros asciendan por la cumbre
desplegando en el monte memoria de la nieve?
Nadie habrá que restañe, flor de Venus,
la llaga
cuando cubra la arena el hueco de tus ojos
y la noche en estrellas de escarcha se derrame.
¡Cuántos versos perlados por la luz de las lágrimas,
ah, Medina Azahara, desolada belleza!
Aun callando, nos duele
que vuelva a transgredirse
el más hermoso sueño forjado por los hombres.
De Códice andalusí, Córdoba, 2014.
Quien lo probó lo sabe
Beber los vientos, abrasar el frío,
sufrir de gozo, enardecerse en hielo,
frenar la lluvia, conquistar el cielo,
quebrar el rayo y enervar el brío.
Morir en vida, convertir en río
las lágrimas y en luz el desconsuelo,
perder el rumbo, subvertir el vuelo,
investirse en lo tuyo de lo mío.
Si no hay amor, el mundo se diluye.
¿Cómo existir donde silencio y ruido,
pena y dolor, abismo y gloria caben?
Contemplando la vida y cómo fluye,
solo el amor a todo da sentido,
solo los locos por amor lo saben.
Inédito
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