ZAIRA PACHECO – ALGUNA VEZ EN UN BALDÍO Elí Urbinaagosto 13, 2021agosto 13, 2021Poesía panhispánica, Revista Navegación de entradas PreviousNext Zaira Pacheco (San Juan, 1987) Poeta y crítica. Tiene un doctorado en literatura por la Universidad de Barcelona. Ha publicado los libros de poesía Ciutat (La secta de los perros, 2016) y Despertar en el Sahara (Alayubia, 2019) y el ensayo crítico Androginia y deseo en Póstumo el transmigrado (La secta de los perros, 2018). Sus textos también se han difundido en revistas y antologías, entre ellas: Diario de Cuba, En Rojo, Blue Gum– Universitat de Barcelona e Isla Escrita, Antología de la poesía de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana (Amargord, 2018) Es profesora de lengua y literatura en el Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. Los siguientes poemas forman parte de su libro “Despertar en el Sahara”. Origen Hace algunas tempestades el color ocre trazaba historias de hombres primitivos que ahora pernoctan en museos cerrados. Detrás de los cristales se recrean en una tarde de cacería. Esa no es mi progenie. Soy el bisonte herido con la flecha. En este antiguo toro de durmiente ira, veo a los hombres rojos del Oeste y a los perdidos hombres de Altamira J. L. Borges La pared Salto los collados con ligereza. Agitada y férrea huyo de las tempestades. Persigo a los ciervos. Carne tibia tiznada de naranjas y marrones difuminados. De perfil, trazada en un culto milenario con carboncillo. Hinco el diente en la piel mullida. Saludo a los linces chocando la testuz. El destino es el bramido inmóvil que retumba en una gruta sin descubrir. Cuento estalactitas. Busco una luz que alumbre a medias. Hallo el alimento entre pinceladas mientras brilla mi costado con las antorchas del primer fuego. Invoco la magia grabada en la pared de una cueva. Niebla Tuve la niebla entre mis manos alguna vez en un baldío. Bajo la sombra de un cirio me pidió ser guarecida. Tres días de cielos grises oculta bajo las rocas intentó perforar en la tierra su figura liviana. Quiero llegar al otro lado, susurró. Y se hizo el silencio. III En el claustro de una catedral las magnolias te nombran. Tu ausencia es una nostalgia medieval que anuncia el graznido de una oca. Desde el siglo XII estás grabado en la corteza agrietada. Atado a la negrura que serpentea en mi frente. Un cuerpo de agua delínea tu cabello plateado. Tus manos. En los naranjos nació tu boca jugosa. Bebí de tus palabras muchos antes de que las criaturas nocturnas se convirtieran en piedra. IV Hay una grieta en la garganta. Un poco de arenilla que roza los alvéolos. Una gruta que guarda algo más que la oscuridad. No es sombra, negrura opacidad ni aquello renegrido. La palabra se asoma para decirme que hay tal cosa como una tiniebla que se apaga en luz. Facebook Twitter