ANTONIO DÍAZ MOLA (Málaga, 1994), ha publicado hasta la fecha dos libros: Apostasía (Pre-Textos, 2020, Premio de Poesía RNE), y El aire dividido (Rialp, 2024, Accésit Premio de Poesía Adonáis). En la actualidad es docente investigador con un contrato FPU en el área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, en la Universidad de Málaga.
LA LÁMPARA ENCENDIDA
La lámpara encendida en esta noche
de vino y de silencio y lentas horas
nos salva de la muerte. No hagas nada
salvo juntar tu sombra con mi cuerpo,
y que empiece una peli en las paredes
de rápido ajetreo sin distancia.
Para salvar mejor una distancia
hay que llegar puntuales a la noche.
Y que sean testigos las paredes
de cuánto amor circula por las horas
en el reloj latido de este cuerpo.
Creer, creo en nosotros, y en más nada.
Me gusta que sudemos sin que nada
pueda evitarlo. Nunca la distancia
pudo romper el pulso en ningún cuerpo
que vive en otro cuerpo por la noche
con la ilusión final de que las horas
proyecten el amor en las paredes.
Dos sombras fusionadas. Las paredes
–pantallas del ingenio– ofrecen nada
(o todo) según quieran estas horas
de luz y sexo y voces sin distancia.
Cambiamos de postura en tanta noche
que noto a más personas en mi cuerpo.
Parece casi magia: un solo cuerpo
ágil se multiplica en las paredes
en esta habitación donde la noche
se esfuerza en asombrarnos. Pero nada
sorprende más que el tiempo en la distancia
abolida, por fin, contra las horas.
En el cronometraje de las horas
que pasamos actuando en otro cuerpo
diría que no existe la distancia.
El arte de vanguardia en las paredes
se debe a lo invisible y a la nada
del vicio en holograma cada noche.
Cuando la noche late en tales horas,
la nada se hace sombra desde un cuerpo
que acorta su distancia en las paredes.
(El aire dividido)
EL HOMENAJE
EL homenaje
que el cuerpo brinda al arte
es desnudarse y entregar
un primer día a los siguientes
y repetir el ciclo
de amor a la aventura sin pensarlo.
Nos hace humanos
perder algunos gramos del espíritu
en los poros de una axila.
En plena madrugada
sin temor,
escucho cómo dices que me sueñas,
y se activa un área de placer
en el cerebro.
A veces
es la voz lo que seduce:
palabras por segundo
del tiempo que invertimos en amar.
(El aire dividido)
PUESTO DE CASTAÑAS
El humear
de un aire en el otoño
que calcina este frío de la tarde,
el fogonazo eterno de la infancia,
la bolsa de castañas, su apetito
ambulante y no muy caro
reclaman mi paciencia en esta fila,
mi umbral de tolerancia a los minutos lentos.
En su entraña caliente hay inminencia
y afianzo la memoria entre las manos.
En ellas, palpitantes,
se cumple una costumbre:
colecciono embestidas de pavesas,
aromas donde el tiempo nunca pasa.
(Inédito)
Recomiendo leer su libro El aire dividido. ¡Excepcional!
Gracias por las palabras y el contenido