102. Año 10: CHANIS MERCADO | Me han despertado del sueño

CHANIS MERCADO es una voz poética puertorriqueña. Sus poemas han resonado en escenarios como el Puerto Rico Poetry Slam, donde recientemente alcanzó el tercer lugar, lo que le permitirá competir en la final por representar a su país en Sudáfrica el 2026. Uno de sus poemas también fue seleccionado por Poetria Publishing como parte del reto de 50 semanas de poesía. Su escritura transita entre lo personal y lo colectivo, hilando emociones, memorias y resistencia en cada verso.

 

Me han despertado del sueño

 

Me han despertado del sueño,
de ese sueño que, desde que emprendí el camino para alcanzarlo,
se convirtió en el insomnio que me mantiene despierto.
Me han despertado del sueño,
de ese sueño que hoy es ansiedad,
por el miedo a perderlo,
o morir en el intento.

Me han despertado del sueño
por el que, antes de cruzar, algunos piden la bendición,
y se hacen la cruz en el pecho
despidiéndose de los suyos,
por si jamás vuelven a verlos.

Me han despertado del sueño,
de ese sueño que me hizo empacar solo unas fotos
y unos cuantos trapos viejos para viajar ligero.
No se puede confiar en nadie;
hay que andar corriendo.

Me han despertado del sueño,
de ese sueño por el que caminé bajo sol y sereno
largos senderos.
Se camina y se corre,
aunque el cuerpo flaquee por el cansancio,
el hambre,
el agotamiento.
Solo da fuerza el recuerdo
de los que dejaste lejos,
la sensación de ese último abrazo,
de ese último beso.

Me han despertado del sueño,
de ese al que se llega a veces con coyote,
pagando harto dinero,
aunque a veces te sueltan a la deriva
en medio de la selva o el desierto.
Apenas llegas con vida en esos contenedores,
respirando por agujeros,
peleando por aire como los otros cientos.

Me han despertado del sueño,
de ese que se apagó para muchos
cuando el Río Bravo arrastró sus cuerpos,
o cuando las barras que dividen los “más” de los “menos”
me exigían un salto que mi cuerpo no toleraba,
mientras el border patrol me apuntaba de lejos,
como si yo viniera a robarle algo de lo de ellos.

Me han despertado del sueño,
de ese que nos hace escuchar los cuentos
de cómo el mar devoró cuerpos,
dejando solo el espíritu
con esa ilusión de llegar a “Puerto”.

Me despertaron violento.
Y aunque, en cuestiones de gobernanza, lo entiendo,
no dejo de ser humano
por no tener documentos.

Quizás…
Quizás si fuera más fácil el proceso,
también sería más sencillo alcanzar un sueño.
Quizás se perderían menos vidas en el intento.
Si al final, también aportamos y pagamos impuestos,
¡Señor gobierno!
Yo no vine porque quiero,
vine porque en mi país ya no puedo.
Si bien hay otros que hacen el mal, son los menos.
Yo vine a alcanzar un sueño.

Me levanto temprano,
aunque a veces ni duermo,
y eso también me da miedo.
Si no descanso y me enfermo,
no tengo ni cómo pagar un cuidado médico.
Pero, en fin,
me levanto temprano —como te iba diciendo—
para trabajar en el campo, en la cosecha, en el riego.
A veces con ganado,
así sea limpiando estiércol.
Si no, me la voy buscando en la construcción,
en la cocina,
limpiando cristales en rascacielos,
o en el aseo.
Aunque también hay paisanos en otras profesiones,
emprendiendo.
La mayoría vinimos a alcanzar un sueño.

Me las busco de sol a sol,
para mandarle a los niños,
para mandarle a los viejos.
Los niños se hicieron grandes,
yo me los fui perdiendo.
Y los viejos…
los viejos se me van apagando.
No sé si llegue a verlos.
Igual, aquí sigo,
a través de la distancia,
compartiendo con ellos mi sueño.

Mejor me muero de hambre,
pero ahí voy,
guardando peso a peso,
soñando con la esperanza
de reunirnos de nuevo.

Intenté arreglar las cosas,
pero ¡qué difícil me lo pusieron!
Tuve que aprender de una historia
que no conocen ni ellos,
para alcanzar un sueño
que a estas alturas
me mantiene más despierto que soñoliento.

Me estafaron varias veces,
unos de afuera,
y otros de adentro.
Me han despertado del sueño.

Ya voy de vuelta a casa,
después de tanto tiempo.
Me fui sin nada —como vine hace tiempo—
y solo me llevo lo que llevaba puesto.

No sé ni a dónde llegue.
Ya no están los viejos.
Se me fueron temprano,
o me tardé mucho tiempo.
Mientras, para la familia que queda,
soy ese:
el extranjero.

 

Qué duro se siente…
Y no es por empezar de nuevo.
Es que me trataron como si valiera cero
por no tener documentos.

Señor Presidente,
me ha despertado del sueño.

 

 

Al futuro en que no estás

 

Te escribo desde nuestro presente al futuro en que no estás

y creo que ambos lo sabemos.

Estamos mas no estaremos.

Le escribo a esa parte de ti que se quedó con mi otra mitad.

A ese amor de mi vida que solo pasó a mostrarme que hay más de un amor real

y que, aunque a veces coincidimos con algún alma gemela, no siempre nos la podemos quedar.

 

Te escribo desde nuestro presente al futuro en que no estás.

Te escribo habiendo aprendido que no todos los amores están destinados a vivirse hasta la eternidad.

Te escribo con la esperanza de contemplar tu felicidad, aunque vayas en otra acera

y otras manos arragad,

haciéndome satisfecha

que, aunque los días corran,

también yo seré esa parte en tu historia que no se borrará.

 

Te escribo desde nuestro presente al futuro en que no estás.

Te escribo en esos días en que voy a añorar compartir las noches de poesía, las historias rositas y filosofar escuchando a Biuka, a Sabina o a Serrat.

Te escribo para decir que extraño la interpretación que a la vida le das y el don de tus manos o esa complicidad para plasmar una escena simple en arte trascendental.

 

Te escribo desde nuestro presente al futuro en que no estás y se que no estás, no por ti.

Sé que fui yo quien te alejo de aquí.

Quizás no supe, quizás no me atreví, quizás no fui valiente, quizás hui.

Hui de los miedos que me implantó la sociedad y de mirar el mundo a través de tu sabiduría e ingenuidad.

Hui de las diferencias que parecen simplicidad cuando me topo con alguna carta que encierra nuestra sublimidad.

 

Te escribo desde nuestro presente al futuro en que no estás para decirte que ya Sé que era real.

Hay diversos amores, diversa intensidad.

Mas no todos los amores nos complementan igual.

Tú, por ejemplo, eres el complemento de un amor que no será, pero que es profundo por demás.

De esos que, aunque pase el tiempo no se enterrarán.

 

Te escribo desde nuestro presente al futuro en que no estás para decirte que tenías razón, me va genial.

Tal como tú, también volví amar.

Mas no me has dejado de acompañar en los días más sublimes de mi andar.

En mi arte, en mi poesía, en mi ausencia, en mi realidad.

En lo más íntimo de mi ser, en mi sensibilidad.

A veces también te invito a mirar el cielo y otras veces a rimar o a explorar esas letras filosóficas que sé que te gustaría escuchar.

Aunque cortemos el hilo, el vínculo de la vida nos unirá…

en ese futuro en el que ya no estás.

 

 

A penas ahora puedo escribir sobre esto

 

Apenas ahora puedo escribir sobre esto.

Sí, sobre lo nuestro.

Sobre el silencio que ensordece

ante el eco silente de tu voz ausente.

 

Ya ha pasado más de un mes sin verte,

desde aquella trifulca intransigente

que dejó los corazones rotos

y nuestras citas ausentes.

 

He atravesado todas las fases del proceso:

consternación, dolor.

Un dolor inmenso.

Un dolor que me comprimió el corazón justo en el centro,

que me adormeció hasta el brazo izquierdo,

que me cortó el aliento.

Como un infarto,

pero al sentimiento.

 

Luego fue rabia.

Enojo por lo injusto de tu trato violento.

Me retumbaba en la cabeza

el alto y bajo de tu voz diciendo:

“Que se quede en el carajo”.

Aún lo recuerdo.

 

Y es curioso,

porque, aunque no quería verte,

te veía diariamente

en la fotografía sobre la mesa de noche,

que, sin importar mi ángulo,

siempre me mira de frente.

 

En ocasiones, llegué a hablarte

desde la silla vacía.

No sé…

era una manera de tenerte presente,

de desahogarme,

de contarte las cosas

sin preocuparme por lo que fueras a decirme

o si ibas a molestarte.

 

Pero hoy bajé.

Bajé a buscar el correo

que hace un mes dejé pendiente.

Pensé que tal vez,

solo tal vez,

hoy tendría la oportunidad de verte nuevamente.

 

Llegué a la casa.

Abrí el portón.

No estabas al frente.

Me acerqué a la puerta.

No escuché tu voz.

Entré sigilosamente.

Te busqué en el sillón

y en la habitación.

 

Me había preguntado qué haría al verte:

¿debía ensayar un discurso?,

¿guardar silencio?,

¿darte un beso en la frente?

 

Pero recogí el correo,

miré la casa,

cerré la puerta

y me fui silente.

 

Hoy bajé,

en realidad, bajé a verte.

No hubo discurso,

ni beso en la frente.

Solo hubo silencio,

porque tú no estabas presente.

 

Al salir de allí, te llamé.

Escuché tu voz nuevamente.

Sin embargo, me fui.

No pude verte.

 

Se me aguaron los ojos

y comprendí que,

no importa lo que pase:

nunca dejaré de quererte.

 

Quizás debí esperarte…

pero no sé si tú,

si tú también querrás verme.

 

 

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