ANA BELÉN JARA es de Jujuy, Argentina, pero vive en España. Es comunicadora social y periodista, especializada en adaptaciones cinematográficas en el género fantástico. Es autora de Con dos pesos ya no alcanza (Poesía, Ril Editores), Cataclysm (Poesía, Cuatro Hojas) y El desalojo de un cuerpo (Poesía, Cronopios). Fue seleccionada en diferentes antologías internacionales de relatos, dibujo y poesía (Premios Itaú, Rumbos, Literariedad, Casapaís, entre otras). Actualmente se dedica al análisis discursivo en medios digitales, mientras escribe su primera novela.
Ya nunca se acordará de mí.
Apenas vive los momentos
que compartimos
porque la memoria, de a poco,
deja de ser para ella el desván
donde puede amontonar con seguridad
las anotaciones del día a día,
lo que viene
después de mirarse al espejo
a primera hora de la mañana.
O la sala seca donde entrar a llorar
sin perecer al rocío,
sin salir con las patas
mojadas por el peso
de la falta.
Ya nunca,
nunca recordará
esta casa cuando hace 30 años
las paredes le parecerían
estúpidas así decoradas
y las caras de unos payasos en papel crepé
cubrían el deterioro del cemento
en aquel patio rajado al medio
y yo lloraré y preguntaré ¿qué viene ahora?
y me secaré y seré consciente de que es ella
y no otra
la que ya nunca
nunca más
se acordará de mí.
Dormí la siesta sobre
la noche oscura
de un cadáver.
Este, tumbado boca arriba,
cedía calor al suelo pálido,
y se endurecía
tristemente
a la par que sus alas,
ya tiesas,
se deshacían
con el pasar incorruptible
del tiempo.
La bestia
lo había escondido en aquella sombra
una sombra rota que,
debajo de mi cama
se esparcía como la compasión
del animal que no sabe
que desgarrar
alguna vez fue parte
de su naturaleza.
Arriba, sobre la cama que
se hace invisible,
yo exhalo el bochorno
de la tarde que nos adelanta el verano,
y quiebro, como por herencia,
nuestras almas.
No seré madre, no esa madre
nunca seré el cuerpo
ni la gesta
el verso ni la puerta,
ni la nana herida por el largo día
ni el apego tierno de la noche que cae
ni la que enseña de luciérnagas
ni la que ahuyenta monstruos
y habla de orgullos que después borrarás en un atisbo
no seré esa mujer
la de las fotos analógicas,
la de la boca roja,
y la cara cansada,
porque no seré más que nuestros días juntxs
nuestros días a sabiendas de que
no seré esa madre
y vos no serás mi hijx.