STEVEN OQUENDO LÓPEZ es estudiante de Literatura y Educación en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Nació el 26 de noviembre de 2003 y hoy reside en Dorado, Puerto Rico. Ganó el tercer lugar del primer Certamen de Poesía Cuir en Puerto Rico en 2024 con su poema Blasfema Medusa. Poema que próximamente será publicado en la revista Evento Horizonte.
LOS ABANDONADOS TIENEN HAMBRE DE POESÍA
“he de hacer retorcer este árbol miserable
para que nunca lleguen sus frutos a granar.”
-Charles Baudelaire
Carentes de ángeles guardianes,
los poetas buscan la ambrosía masticar,
pero es fruta para plumas escogidas,
cuyo elegido no ha osado germinar.
¡Ay tragedia pura! El odio de María
su hijo poeta insiste en asfixiar.
Los abandonados escuchantes de la lira
se flagelan ante la ausencia de bravía.
Y buscan los frutos de los cantos,
la genialidad de las letras escondidas:
los abandonados tienen hambre de poesía.
Y buscan las pistas de los genios,
el rastro del maltrato de María:
los abandonados tienen hambre de poesía.
LA LÁMPARA DE EROS
La lámpara de Eros se fundió con la risa.
No, no se mezcló.
La lámpara de Eros, oscurecida de infortunio,
desprendió un químico garzo de tierras secas.
La lámpara de Eros, carente de arco,
acumuló ausencias, pospuso guerras.
Los átomos de la verdad inquietaron el oído:
la lámpara de Eros abstuvo su rugido.
Miente, piedad de Dios.
La lámpara de Eros, fundida en la postrimería
de la buclesca visita de la pantera acaecida
en los no amarillos jardines manchados de ruegos.
La lámpara de Eros detuvo la caricia suave
de los ojos brujos a la bestia bella.
Mantuvo la llama tibia, disimulada,
a la espera del cambio de espiral.
La lámpara de Eros, fundida en su anhelo…
Como si no supieras.
PARA TU DISFRUTE
Entre polillas y polvo vive escondida en tu librero;
repasas sus páginas, absorbes su tinta.
Consume sus compañeros, roba sus pigmentos:
tú devoras sus hallazgos y le pagas con finta.
Como edición especial encerrada en tableros,
es pieza de colección, capricho del placer.
Danza entre papel, baila el anaquel:
hasta que la levantas, ella alegre, y la engulles sin miel.