El poeta uruguayo Jorge Palma prepara un dossier de poesía argentina contemporánea. Leemos en esta entrega a la poeta ISABEL VICTORIA KRISCH, argentina. Profesora. Correctora Literaria. Técnica en Escritura Narrativa. Autora de nueve poemarios: Cruzar el Lodazal (1997), Que se rompa el amarillo (2000), Entre la Roca y el Aire (2005), Apenas una línea, roja (2009); La casa (2012); La Cobra en la Corona (Poemas Egipcios) (2018), Tercer Hombre (2021), Primera Mención en la Faja de Honor de la SADE 2022; Convergencias (2021), Primer Premio en el IV Concurso 2020 “La palabra que sana”, Ed. Ruinas Circulares, Bs. As.; e “Inventario” (2024). Y tiene editado un primer libro de cuentos: Relatos Cotidianos I– “Las crónicas de un inmigrante italiano” (2023). Ha presentado sus libros en Zamora, Michoacán, México; Nueva York, EEUU; Montreal, Canadá; y en varias ciudades de la República Argentina: Chivilcoy, San Pedro, Bolívar, San Nicolás, y en las provincias de Salta, Santa Fe y Entre Ríos; como también en diversos espacios de la Capital: Buenos Aires. Forma parte de más de veinte antologías. Se dedica a la escritura de historias de vida. Participó de dos programas de radio: Mejor esos Mundos (2001-2002) y A Cierta Hora (Ed. Ruinas Circulares) (2019).
LA NIÑA DE COBRE
he visto la cara sucia la mancha
en el rostro en el ambiente hostil
siendo parte de la neblina
con los labios curvados hacia abajo
bajo un sombrero de fieltro
y sin sonrisa la he visto
con su carga antigua de sueños
y de pesado morral
a la inocencia he visto
a la tristeza congénita en los ojos
en la trenza de cabello oscuro
en el vestidito de lana gris
parece de cobre la niña
como si de una abandonada entraña
hubiera nacido
como si supiera que en ese útero su lucha
será perpetua para volverse viento
invocar la lluvia vencer el hambre
para reclamar lo que nunca
he visto la mancha en el ápice
en el rincón izquierdo del mapa
en ese ángulo soberbio y mineral
costado oscuro del orgullo
al que la mancha el morral pesado el rostro
la ingenuidad
pedazo de tierra donde el sol quema la vergüenza
donde se tuesta la miseria y el verde
donde arde la piel del valle
vértice de salitre y bórax
cobre plata litio
y la lágrima de un niño sin agua
yo la he visto y sé
que otros también la han visto
De mi Libro: LA CASA (2012)
Ser desalmado. Doy vueltas y vueltas la idea de que yo misma he traspasado los límites. Atraigo a la memoria los detalles, para sostenerlos. Que cada rincón de aquéllos se hilvane a los míos y no me deje. Ejercito los recuerdos minuto a minuto para creer que de esa manera no los he perdido. Para sentir menos culpa. Ser mezquino y miserable. Atrapo signos como una fotografía a color en el esfuerzo inimaginable de los sentidos. Colores, sonidos y aromas de antes. Los detengo. Me adueño de ellos. Ser perverso. Me digo a mí misma, una y otra vez, de dónde he aprendido esta maldad. Ponerle precio a los fundamentos. Deshacer la historia como se desmenuza un mendrugo de pan y todo por un puñado de billetes. Sinvergüenza. Creer que el hoy es más importante, que cada logro actual merece lo perdido. Aquello que fue mi inicio. El lugar exacto de mis orígenes. El seno nutricio. Sin embargo, fui capaz. Fui desalmada, mezquina, miserable, perversa, desvergonzada, insolente, canalla. Di cabida a desmantelar, desamueblar, a desmontar las partes que contenían las únicas partículas de mi procedencia. Fui capaz. Fui capaz. Fui capaz. He vendido la casa de mi madre.
Del libro inédito: “Cuando me rompo”
V
El ojo observa el carreteo y el oído ensordece
el impulso metálico de la nave
la despedida metálica de la nave
el ojo mira y observa el carreteo
esconde las ruedas la nave
las lleva en su estómago
engulle en su estómago de lata
parte de este útero vacío
que observa el recorrido sobre el asfalto
digiere el trébol de cuatro hojas
y es inmune a mis dedos elevados
en forma de cruz
es el ojo que ve la distancia que empieza a crecer
en el recorrido
sobre el asfalto
entre las chapas resonantes de esa calzada
estrecha larga y tan gris la calzada
es la piel que remite a un lejano recuerdo
de otras alas que se elevaron
de aquel par diferente
que se llevó mi primer resto
alas blancas
hoy la retina ve la distancia hacia atrás
en los blandos zapatitos
que pisaban sapos sin querer en la casa de la playa
que andaban inseguridades de bicicleta
a dos ruedas
a dos ruedas las inseguridades
o que desmayaban la identidad de tanto en tanto
en el colegio
te pongo campanas te pongo campanas
te pongo campanas dije y digo
y cierro los ojos ya
para abdicar
ante tu ausencia