135. Año 10: RAFAEL FIGUEREDO OROPEZA | Caracol

RAFAEL FIGUEREDO OROPEZA es un escritor y profesional venezolano, nacido en Caracas en 1987 y radicado actualmente en Bogotá, Colombia. Es Licenciado en Física por la Universidad Simón Bolívar y se ha desempeñado en los últimos años como ingeniero de software. Paralelamente, ha cultivado una trayectoria literaria sostenida, que abarca tanto la narrativa como la poesía. En 2012 fue reconocido con el primer lugar en el Concurso Universitario de Cuentos “José Santos Urriola” y el segundo lugar en el Concurso de Poesía “Iraset Páez Urdaneta”. En 2014 recibió el Premio Venezolano Solsticios en la categoría de Ciencia Ficción por su cuento Epidermis. Sus textos han aparecido en revistas digitales y en antologías como Letralia, Anapoyesis y Tiempos Oscuros. Su primer libro, Nos delata la perplejidad, es un poemario que entrelaza lo cotidiano con lo mítico y explora, desde una voz introspectiva y simbólica, las múltiples capas de la existencia humana.

 

POLLO AL OREGANATO

 

Hierbas en chiffonade,

orégano, perejil, albahaca sagrada.

Albahaca… ¿sagrada?

Ya no queda nada sagrado en este mundo.

Se trituran así como la vida a veces

tritura nuestros sueños.

 

Cebollas en brunoise,

pues para llorar

no hay mejor excusa que cortar cebollas.

 

Cortar,

cortar,

cortar…

 

Pechuga cruda de pollo,

del tamaño de la palma de mi mano.

Fría e inerte.

Tiene un peso similar a un corazón

que ya dejó de latir.

 

Llevar al fuego hasta sellar

(la pechuga de pollo, no el corazón).

Se agregan las hierbas y vegetales, y se saltea.

 

CARACOL

 

Mi madre crustácea tiene

la mala costumbre

de guardar objetos inútiles.

Le gusta atesorar ciertas cosas

para evitar que en un súbito descuido

alguna añoranza se pierda para siempre.

 

En febriles paredes

restalla el oleaje de sus devotos pasos.

Ella bebe café en silencio

mientras la tarde se va cubriendo de vistosos

arreboles

y con ojos de molusco

contempla tazas vacías, vajillas

y cubiertos que ahora nadie usa.

 

 

Su paulatino y religioso andar recorre

con minuciosidad

cada una de las habitaciones

(como un caracol, ella arrastra la casa

a cuestas).

 

 

Se fija en las camas desiertas

que aún conservan las sábanas a medio arreglar

a la espera de que en algún momento

tres hijos pródigos ya adultos

regresen desde lejos.

 

MUÑECA DE PORCELANA

 

Te quise amar,

pero descubrí que eres tan fría

como una muñeca de porcelana.

 

No seré yo quien recoja tus fragmentos.

 

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