EDGAR MARIANO FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ nació el 20 de septiembre de 1985 en Santo Domingo, República Dominicana, donde actualmente reside. Graduado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, Edgar descubrió su amor por la poesía durante su estancia en España. Fue allí donde estudió perceptiva literaria y corrección de estilo, además de conocer a los grandes poetas de la literatura universal, quienes influyeron profundamente en su estilo y enfoque literario. Edgar es conferencista internacional y docente, también, es director de la revista Alabanza, en la cual escribe mensualmente el editorial. Además de su amor por la poesía, disfruta de la lectura, la filosofía, la música, encontrando inspiración en las pequeñas maravillas de la vida cotidiana. Edgar Fernández invita a sus lectores a un viaje emocional y sensorial, ofreciendo una visión del amor, la pasión, la distancia, el desamor y el deseo que trasciende el tiempo y el espacio. Su obra es un recordatorio de que, a través de la poesía, podemos descubrir y redescubrir las maravillas del alma humana.
TE VI
Te vi y clavaste tus ojos en mí,
En ese momento no sé qué sentí,
Habrá sido coincidencia verte ahí,
Y que me miraras así.
Percibí, que algo me atraía de ti,
el qué, no lo sabría decir,
ni qué habrías encontrado en mí,
pero era intenso y profundo, sí.
Te perseguí sin pensarlo te seguí,
conocí tus gestos, descubrí,
que me gustabas y confundí,
tu silencio y reservas hacia mí.
Morí pensando que no te importaba, temí,
Que me enamoraba solo y tu no de mí,
No dormí, admití que corrí,
Buscando una salida para huir de ti.
Pero no podía y otra vez volví,
me gustabas demasiado reconocí,
Conseguí volver a llamarte y vencí,
Respondiste a mí, me abrí y recibí.
Nos encontramos, nos tocamos, sentí,
Que coincidíamos tanto y enrojecí,
Busqué tus labios y los comí,
Fui feliz, renací, volví a vivir de raíz.
No volver a verte temí,
Dime lo que quieras te pedí,
Que durmiéramos juntos oí,
Presentí tus ansias y me atreví.
En la cama nuestras almas oí latir,
te diste toda a mí y yo a ti me di,
tu cuerpo amé, tu pelo olí,
contigo dormí, contigo amanecí.
TENUE LUZ FÚLGIDA
Tenue luz fúlgida,
pasas desapercibida,
y en cada minuto,
espero que pronto,
te fijes en mí.
Tú, bella estrella,
tan ajena y amena,
pequeña y risueña,
confiesa princesa,
que eres para mí.
Si de fuera vieras,
cómo me atraviesas,
con tu fiero fuego,
por eso te quiero,
siempre junto a mí.
Dueño de tu sueño,
alterno con lo eterno,
con amor te observo,
y en mi mente ruego,
no me alejes de ti.
LA NOCHE CLARA
La noche clara que pasa sin ruido
por los albores del silencio,
cuajando las notas oscuras del miedo,
con un sin fin de matices antagónicos.
Las estrellas tintinean en el cielo
como rocío de cristales,
y una gigantesca lumbre en el cielo,
baña todo con color plateado.
Espesa es la niebla que rodea
la casa vetusta del campo;
Incandescente la chimenea
que intenta calentar los cuerpos
que se abrazan y arden más que el fuego.
El crepitar de la leña en la llama,
y los chasquidos de besos,
el roce de piel, gemidos de placer;
Hacen la combinación perfecta de música rítmica.
Fuera soledad asfixiante, ruidos quejumbrantes,
expectación de color y sol,
ansias de vida, sueño intermitente.
En la habitación, la compañía adecuada,
guiada por latidos acompasados al unísono,
y miradas que horadan el corazón.
No hay lugar para el sueño, solo el deseo,
que llena las horas de amor
de un encuentro hace tiempo añorado.
Todo esto pasa en la noche clara